Sé que es mejor para ti.

Capitulo 35. El beso. Elvira.

Me sorprendí bastante ver a Davide delante del portal y con un enorme ramo de flores. De verdad, no quería saber nada de él, sobre todo cuando supe, que tenía sus fantasmas del pasado, igual que yo. Y no quería complicar la vida ni a él, ni a mí. Total, dentro un tiempo tenía que volver a Los Ángeles.

- Buenas tardes, Davide. ¿Qué haces aquí? – pregunté bastante amable.

- Elvira, ayer me porté como un idiota, - dijo y me acercó el ramo.

- El ramo es enorme, ¿piensas que tu comportamiento era tan imperdonable?  -  no sé porque me reí le dije esta tontería.

- ¿Otra vez hice algo mal?

En sus ojos de nuevo vi algo de inseguridad. Me prometí a mí misma, que no volveré a decir tonterías ni a soltarme a reír. No era culpa suya, que las ganas de sentirme deseada, me hervía por dentro y se explotó en un momento menos adecuado, salpicando a un hombre inocente con restos de mi autocontrol, como un soldado con metralla.

- No, no quería decir esto. Las flores son preciosas, pero no hacía falta. Lo de ayer era culpa mía. Es que demasiado tiempo viví en Estados Unidos y los costumbres son diferentes. Lo siento. – intenté explicarle y no hundirlo.

- ¿No estas enfadada?

- Claro, que no, - sonreí.

- Entonces, ¿podemos empezar de nuevo?

- ¿Lo que?

- No sé, ¿nuestra amistad? – de nuevo sentí inseguridad en él.

“¡Dios mío! ¡Que he hecho! Ahora este hombre parece a Leo. Tiene miedo de decir o hacer algo sin mi aprobación.” – pensé.

- Perfecto, podemos llamarlo “amistad”.

- ¿Puedo invitarte a un sitió?

Quería preguntar para que y educadamente rechazar esta invitación, pero vi su cara con tanta esperanza y sentimiento de culpa, que no pude hacerlo.

-De acuerdo. ¡A dónde vamos?

- En Castel Gandolfo.

- ¿Del Señor de los Anillos? - pregunte especialmente, para calmar la situación y que Davide no se veía tan tenso.

- No, mas bien, del jefe de los católicos, - sonrió Davide. – Allí hoy celebran una fiesta popular.

En esto momento en el horizonte apareció Leo. Su sorpresa no era menos que la mía. Explicar claramente porque me iba con Davide a Castelo Gandolfo no podía, para no hundir más el hombre, por eso solo le entregué mi ramo a Leo y le avisé, que hablaremos mas tarde.

El pueblo, donde estaba la residencia de verano del Papa, era un lugar muy bonito situado en las colinas, que rodeaban las brillantes aguas del lago Albano. Cuando mamá aun estaba bien, a menudo veníamos por allá en familia, ahora fui para arreglar, lo que estropeé, autoestima de Davide. Tenía que explicarle mi comportamiento impulsivo, y para eso intenté crear una situación más cómoda para nosotros.

Al principio trataba evitar las respuestas bruscas, o excesivamente directas, optaba por ser gentil y amable. Preguntaba por su hija, por su trabajo, por sus amigos. Y en un par de horas conseguí, que Davide volvió a ser como antes. Miento, no como antes, mucho mejor, porque ahora no me sospechaba de ninguna conspiración contra su libertad y se comunicaba conmigo con mucha naturalidad.

De repente yo empecé a descubrir a Davide como persona. Era muy ingenioso, inteligente, alegre y educado. Y la fiesta a la que me invitó también era más divertida en su compañía. En una palabra, me lo pasé muy bien, pero tenía que volver a casa.

- Gracias por no renunciar a mí. Para ser honesto, tenía mucho miedo de que ni siquiera quisieras verme. – dijo, cuando llegamos a la casa, y había tanta calidez y gratitud en su voz, que mi corazón de repente me dolió por un inexplicable ataque de ternura.

- En realidad, tienes razón, no pensé en encontrarte de nuevo, pero ... - Me interrumpí, porque Davide tomó mi mano y comenzó a besar suavemente mi palma. Pensé: "Soy muy débil contigo. Una tonta, porque no puedo resistir tu atracción en absoluto.”

- ¿Crees que yo puedo? No sé, ¿Qué me hiciste? No puedo dejar de pensar en ti. Admítelo, ¿has hecho trampa? - preguntó alegremente.

“¿Qué? ¿Dije eso en voz alta?" - pasó por mi cabeza.

-No soy yo, eres tú, o hablas de otra persona, - me reí suavemente y cerré los ojos, cuando sus labios tocaron mi cuello.

"Eso no está bien. Ya tiene suficientes problemas sin ti. ¡Sal del auto rápidamente!" - me ordenó la mente, pero la lujuria insistió: "No habrá nada terrible de un beso. Escucha su voz, te hace flotar en una niebla. Disfruta un poco más".

Extraño, pero ni siquiera imaginé, que su voz tuviera tal efecto en mí. O mejor dicho, podría haberlo adivinado, cuando ayer lo ataqué a besos. De hecho, era un poco ronco, pero me llegaba a los calambres en la parte inferior del abdomen, provocando un dulce temblor en las rodillas y pensamientos algodonosos. Sólo unas pocas palabras, sólo una voz, ¡y qué efecto ensordecedor!

- ¿Cómo puedes ser tan hermosa, inteligente, amable, apasionada, deseable? - Sonaba su voz tranquila, salpicando palabras con besos agudos y picantes como la pimienta de cayena.

Davide me dio la vuelta, como una muñeca de trapo obediente, para mirarme a los ojos y me tapó la boca, languidecida por sus labios, con un beso goloso. Todo lo que tenía que hacer, era agarrarlo más fuerte por el cuello.

De repente dejó de importarme dónde estábamos y dónde estaríamos en un minuto, incluso en la cima de una montaña, incluso al pie de un volcán. Solo quería besarlo, como si fuera la primera vez en mi vida.

"¡Corre antes de que sea demasiado tarde, de lo contrario te atrapará!" - gritó la mente con enojo y esta vez lo escuché.

-Me tengo que ir, - murmuré, y abrí la puerta del coche.

- Te llamare mañana.

- Sí, por supuesto, - respondí, todavía bajo la droga de su voz.

Sin darme cuenta de nada ni de nadie, irrumpí en la entrada. Fue entonces, cuando me di cuenta de lo que había hecho. Ahora yo actué como una tonta asustada, que ni siquiera se molestó en explicar su comportamiento. Y fue interpretado solo por el hecho de que no quería lastimarlo con mis acciones. No necesitaba nada serio, y presentía que, con este hombre todo va a ser muy complicado. Y no precisamente por ser el padre de la Princesa Leia de Leo.




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