Sé que es mejor para ti.

Capítulo 40. Juego de espías. Leonardo.

Mamá me sorprendió, cuando, sin razón alguna, ayer empezó a hablar de mi padre. ¿Para qué? Anteriormente, realmente lo extrañaba y lo añoraba, pero mis sentimientos no le importaban en absoluto, él vivía tranquilamente con otra familia y posiblemente con otros hijos. Ahora de repente recordó de mí.

Simplemente ya no lo necesito. Deje todo en el pasado y he recuperado de aquella angustia y su traición. Ahora tenía a Enzo, tenía a Franco, tenía a Elvira y, por supuesto, a mi madre. ¿Por qué tenía que revolver todo esto? Después de todo, recordaba perfectamente cómo sollozaba en su cuarto, cuando mi padre nos dejó, cómo ella se dedicó toda su vida a mí y a mi abuela, sin siquiera pensar en comenzar una nueva relación con otro hombre. Solo que ahora empezó a vivir gracias a mi madrina.

Aunque no me gustó nada que Elvira volviera a salir con Carmona, pero ella era una mujer adulta y tenía derecho a hacer lo que quisiera, igual que mi madre. Además, creí sus palabras de que su relación con el padre de Fabi no iría más allá de la cama, por lo que no estaba particularmente preocupado por esto. Estaba preocupado por algo completamente diferente. Elvira iba a cenar hoy con Victoria y, a juzgar por la intuición de Franco, de alguna manera estaba relacionada con la mafia, aunque él no tenía pruebas directas.

La tesis de que la mafia es inmortal no ha perdido relevancia con el paso de los años, aunque se ha calmado un poco. Por supuesto, esto es un problema real para nosotros, ya que la gente común sufre la obstinación de los mafiosos, pero las investigaciones revelan constantemente las conexiones de la mafia con los políticos, por lo que es imposible erradicar a estos grupos criminales. Por lo tanto, para no meterse en un gran lío, la gente trata de no involucrarse con ellos y no protestar. Los empresarios les pagan dinero y los empleados comparten información. Incluso yo tuve que participar una vez en un caso con escuchas telefónicas y pasé mucho miedo.

Por eso no me gustaba ahora la idea de Elvira vengarse. Quien sabe a dónde puede llegar y que consecuencias podría tener. Decidí hablar con ella por la mañana, antes de ir a entrenar.

- Buenos días, - dijo ella, entrando en la cocina muy sonriente.

- No es tan bueno, Elvira, tenemos que hablar, - respondí seriamente.

- Leo, te entiendo, que estas enfadado con tu padre, - empezó ella con el tema equivocado.

- Eli, ya no estoy enfadado con él, y no es él, quien me preocupa, - me opuse.

- Entonces, explica.

- Debes dejar de pensar en la venganza. Victoria no es una persona limpia. – intenté decir lo más suave posible.

- Eso, cariño, yo lo sabía desde hacía muchos años, - sonrió ella.

- ¿Y aun quieres meterte con ella?

- No quiero meterme con ella, quiero quitarle lo que ella me quito. – dijo Elvira ya sin ninguna risa. – Aunque su marido ella ya perdió sin mi ayuda, yo tengo que quitarle la galería o la empresa, donde trabaja su marido.

- ¿Como piensas hacerlo?

- Ya sé que ella expone a la venta unos cuadros de otras galerías, solo tengo que saber en qué condiciones. Me hace falta saber, si paga comisión correctamente, o hay posibilidad de denunciarla por incumplimiento de contrato. Para eso tengo que saber que cuadros vendió en últimos meses o los que piensa vender.

- Piensas, ¿que ella te va a decir?

- No lo sé, pero tengo que establecer un vínculo estrecho con ella, ofreciéndole un contrato con mi empresa.

- ¿Quieres trabajar con ella?

- ¿Por qué no? – otra vez sonrió Elvira.

- No me parece bien. Tú no tienes ni idea, que tipo de gente están detrás de ella, porque la fábrica de tu padre incendiaron y ella tenía que pagar a la aseguradora. – dije.

- ¿Como?

Tenía que contarle todo, lo que me abrió Franco, pero no pude convencerla no ir a casa de Victoria.

-No te preocupes, iré solo para intentar averiguar de los cuadros. – insistía ella.

- Entonces, voy contigo.

- No, la invitación es solo para mí. Pero me puedes llevar y esperar. – dijo Elvira.

No me salió todo lo que pensaba conseguir, Elvira quería la venganza y con esto yo no podría hacer nada. Pensando en posible peligro no pude concentrarme en los ejercicios, con que saqué de quicio a Enzo.

- Leo, ¿En qué estás pensando? ¿Dónde está tu cabeza?

- Perdóname, pero no puedo. Mis pensamientos están en otro sitio. – admití.

- ¿Qué pasó?

No lo sabía si era correcto contarle sobre los planes de Elvira, por eso mentí, que me preocupaba el encuentro entre mis padres y la gana de mi padre de conocerme.

-Si tu madre encontró las fuerzas de perdonarlo, tú por lo menos puedes encontrar un tiempo para hablar con él. - dijo mi entrenador.

- Pero yo no sé, ¿para que apareció ahora? ¿Qué quiere de mí?

- No sabrás nunca, si no lo preguntas. Aun no inventaron aparato para escuchar los pensamientos, - sonrió él.

Pero sus palabras me alumbraron una idea brillante. Después de entrenamiento fui a mi trabajo en ayuntamiento.  Entre en mi taller, abrí la caja fuerte y saqué una caja pequeña. La abrí y resoplé con alivio. Nadie los toco.

Eran unos micrófonos en miniatura. Cuando los encontré en el despacho del alcalde, sabia, que los pusieron los de la mafia, por eso tenía miedo, que me podrían hacer algo, porque yo les interrumpí el espionaje, pero en dos años todo estaba tranquilo.

Puse la caja en el bolsillo de la chaqueta y fui a casa. Tenía que convencer a Elvira llevar estos dispositivos a la cena, así por lo menos yo podré escuchar que pasará en la cena.  

Cuando regresé a casa, Elvira ya estaba vestida con todo su esplendor. No estaba en absoluto tranquilo de que ella fuera sola a esta guarida, pero mi madrina solo acordó que la llevara hasta la capital, donde estaba la casa de Victoria. Allí llamará a un taxi, porque quería llegar sin que nadie podría aclarar de donde venia.




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