Sé que es mejor para ti.

Capítulo 42. La gran sorpresa. Leonardo.

Extraño, pero nunca en mi vida había estado tan preocupado, como esta noche. Estaba sentado en el coche y esperaba con impaciencia a que apareciera un taxi en la carretera. Yo ya empezaba a pensar, que la idea con el micrófono no era tan buena. Tenía miedo por Elvira. ¿Y si la atraparon, cuando lo fuera a esconder en algún lugar?

Durante estos cinco meses, desde que Elvira apareció en mi vida, me encariñé con ella y se volvió muy necesaria para mí. Ella hizo brillar mi vida sin valor, le dio colores y sentimientos. Empecé a creer en mí mismo. Ella me cambió totalmente y no solo físicamente, sino por dentro. Dejé de encerarse en mi habitación delante de la pantalla, empecé a hablar con la gente y conseguí unos amigos.

Finalmente, apareció un taxi en la oscuridad de la carretera. Elvira se bajó y subió en mi coche.

- Bueno, ¿cómo ha ido? - Pregunté con impaciencia. -

- Esta todo bien, querido ahijado, tengo que volver a Estados Unidos en una semana, - dijo alegremente.

- ¿Cómo? ¿En una semana te vas? ¿Por cuánto tiempo? - Le pregunté y me desanimé.

No me gustó en absoluto esta idea, aunque entendía, que algún día sucedería y ella volvería a Los Ángeles, pero no estaba listo para desprenderme de ella ahora mismo, cuando nos volvimos tan cercanos.

- No lo sé, tal vez por un año, tal vez un poco más. - respondió ella con calma.

- Bueno, sí, lo entiendo, tienes un negocio allí, y tienes una vida allí montada, - dije con voz lánguida.

- Mañana me vas a acompañar a la Embajada de Estados Unidos, solo tenemos una semana y hay mucho que hacer, - dijo.

Luego llamó a su asistente Megan y le pidió, que le enviara algunos documentos para el visado.

- ¿Por qué necesitas un visado? ¿Tú ya no tenías ciudadanía? - No entendí.

- En primer lugar, no es bueno, joven, escuchar a escondidas las conversaciones de otras personas y, en segundo lugar, tú necesitas un visado, no yo, - respondió.

- ¿Qué? - Yo no entendí.

- Creo que te será útil vivir un poco en otro país, ver el mundo, trabajar en Meca de la industria cinematográfica. - respondió la madrina, - además de cortar el cordón umbilical y empezar a vivir de forma independiente.

- ¿Hablas en serio? - No creía en mi suerte. – ¿Crees que podría encontrar trabajo allí?

- Más que tú piensas. - respondió afirmativamente. – Pero al principio trabajaras en mi empresa.

- ¿Y tú venganza? - pregunté. - ¿La dejas?  

- Puede esperar, aunque creo, que desde Estados Unidos también puedo hacer algo. Por cierto, dejé el micrófono allí. Así que tenemos una semana para las escuchas, - respondió.

- ¿Por eso hablaste de esa manera con tu madrastra? ¿Por qué no le dijiste quien eras?

- Porque aun es temprano, no me gustaría que ella se pondría en alerta.

-Bueno, en principio, podemos averiguar algo en una semana, y todavía tengo conexiones en policía de aquí, - dije, pensando en Franco.

- Entonces busca algo sobre un tal Jacobo Massini, un abogado, de unos setenta años. Lo conocí en esta cena, era uno de los invitados de Victoria. Espera, me dio una tarjeta de visita - rebuscó en su bolso y sacó una tarjeta blanca. - Un tipo muy extraño y desagradable. Simplemente me escaneaba todo el tiempo.

- Pero si es el mismo abogado, que compró la casa de Victoria y después vendió a Carmona. Yo ya pedí a Franco para que me ayudará con esto.

- ¡Exactamente, como no lo comprendí de inmediato! - exclamó ella y se dio una palmada en la frente. – Pero no sé por qué me miró así, como si le debiera algo. Te juro, que nunca lo vi antes, ni en las fiestas de casa, cuando papá se casó con esta víbora, pero parece ser un buen amigo de Victoria.

- Esta bien, cuando volvemos a casa, echaré un vistazo, - le aseguré.

- No, cariño, cuando lleguemos, nos vamos a dormir. Mañana será un día difícil. - dijo y yo no discutí con ella, pero tenía muchas ganas de llegar a la computadora y grabar todo del micrófono, que ella dejó en una de las habitaciones de la casa.

Tampoco podía creer que pronto iría a Estados Unidos. "¡Finalmente, saldré de este agujero! Mi vida realmente está cambiando a pasos agigantados". - Pensé, aparcando el coche.

Por supuesto, me daba pena dejar sola a mi madre, pero, como dijo Elvira, debería romper el cordón umbilical con el que me ató a ella como un nudo, que simplemente me estrangulaba sin darme cuenta.

Cuando por fin llegamos a casa, nos esperó una sorpresa o, mejor dicho, que la sorpresa era para Elvira. Carmona salió del coche con otro ramo enorme. Ella como otro día cogió las flores y las entregó a mí, añadiendo:

-Leo, vete a casa. Subiré pronto.

“Claro, como no.” – sonreí, pero no dije nada. Total, que dentro de una semana todo este romance fugas se acabará.

Entré en apartamiento, mamá como ere de esperar no estaba. Puse flores en agua y fui a ordenador. Tenía cosas que hacer.

Saqué una tarjeta de presentación blanca del bolsillo de mi chaqueta y leí la inscripción: “Jacobo Massini, abogado”, en la parte inferior solo había un número de teléfono móvil, el reverso estaba completamente limpio. Era la primera vez que vi una tarjeta tan "modesta", por lo general tratan de encajar toda la información en ellas, incluido el mapa de la zona de Google. Me pareció extraño.

"¿Qué clase de abogado es este, que no busca clientes?" - Pensé y decidí llamar a Franco. Era bastante tarde, mas bien temprano, pero ganas de descubrir, que escondía este abogado era tan grande, que asumí la posibilidad escuchar varias palabrotas de un amigo despierto a medianoche.




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