Sé que es mejor para ti.

Capítulo 47. El cazador cazado. Leonardo.

Mientras me palpaban la cabeza y me hacían preguntas tontas, no me salía de la cabeza, que ese carro quiso atropellar a Elvira. Lo noté a unos metros de distancia, porque estaba aparcado a unos cincuenta, sesenta metros de mi coche. En nuestra ciudad, los autos tan caros son en realidad una rareza, especialmente en nuestra área. Él chofer estaba dentro, pero en el momento en que mi madrina cogió el carro y empezó cruzar la calle, piso el acelerador. Fue entonces cuando corrí hacia ella y no sentí ningún miedo por mí, porque en ese momento tenía miedo por Elvira. “¿Podría ser Calabrés? ¿Qué necesita de Elvira? ¿Matarla?” - Pensé perdido en conjeturas.

De repente, Carmona entró en la sala. También examinó mi cabeza y sonriendo dijo, que mi cráneo era de hormigón armado, pero aun así accedió a que me enviaran a una tomografía. Cuando finalmente me dejaron ir, nos llevó a casa. Elvira me dijo, que me fuera a casa, y ella le pidió, que la llevara a nuestro auto, pero no era tonto e inmediatamente entendí lo que quería decir mi madrina. Básicamente, pensé que era una gran idea. Elvira se asustó por mí tanto, que armó un escándalo descomunal, porque los médicos de la ambulancia no querían llevarme al hospital. La apoyaron la gente de la calle y los médicos no tenían más remedio, que agarrarme y subir a la ambulancia y llevarme al ambulatorio. Traté de calmarla, pero fue inútil, así que pensé, que Carmona lo haría mejor.

Subí a nuestro piso, abrí la puerta con mi llave y entré. El apartamento estaba oscuro, lo que parecía extraño. Encendí la luz y escuché un alboroto extraño en la habitación de mi madre. Tocando, me di cuenta que el alboroto se intensificó, abrí la puerta y me quedé estupefacto. Mi madre trataba desesperadamente a atar una bata, y junto a ella un hombre abrochaba sus pantalones. No fue mi entrenador, fue mi padre. Ha cambiado, envejecido, pero aún lo reconocí. Su extraño comportamiento, ropa y cabellos desaliñados no me dejaron ninguna duda de lo que estaban haciendo mientras yo no estaba. Rápidamente cerré la puerta y entré en mi habitación. "¿Que está pasando hoy?" - Pensé.

Cinco minutos después escuché la voz nerviosa de mi madre.

- Leo, ¿qué te pasa en la cabeza?

- Nada, me caí, - espeté.

- Leo, por favor, tenemos que hablar, - suplicó.

El impacto de lo que vi pasó, y la indignación apareció en su lugar. Cuando le dije a mi madre que volvería a encontrarse con su hombre, no me refería a mi padre en absoluto. Ya nos traicionó una vez, para qué volver a tropezar con la misma piedra.

-Hijo, tenemos que explicarte todo, - sonó una voz masculina.

Fue su "hijo" quien me hizo explotar, salte de mi silla y dije:

- ¡Perdiste el derecho de llamarme hijo, cuando me cambiaste por otra familia!

- Tienes razón, lo siento. Todavía no te queda claro por tu juventud, que la gente puede cometer errores, pero nunca me rendí contigo. -  dijo.

- Entonces, ¿por qué no has estado a mi lado durante tantos años?

- Yo estaba, - trató de justificarse. - pero no pude abrirme y simplemente te seguí a escondidas.

- Es verdad, cariño. Me mostró tus fotos en su teléfono. - Mamá intentó justificarlo también, que me molestó aún más.

- Mamá, por favor, no digas tonterías. No quiero lastimarte, pero estás cometiendo un gran error al permitir que este tipo vuelva a tu vida. - Yo dije. - No tuvo el coraje de presentarse antes, me siguió como un ladrón y parece, que este hecho te gustó. – dije con despecho, porque me dolió. Me sentí traicionado ahora por ella.

- No entiendes, que es difícil vivir con el odio en el alma toda la vida. Pude perdonar a Mario...

- Eso yo entendí, - la interrumpí. - Puedes salir con quien quieras, pero espera cinco días más. Cuando me iré y él podrá mudarse aquí.

- Leo, - mamá quiso decir algo, pero nole di esta oportunidad.

- Mientras tanto, hazme un favor: no aparezcas frente a mí, puedes follar a mi madre en otro lugar. – dije a mi padre con maldad.

De repente, mi madre voló hacia mí y me abofeteó. No me dolió físicamente, pero me destrozó por dentro. Agarré mi chaqueta y salí corriendo de la casa. Parecía que allí, no tenía suficiente aire. No estaba listo para perdonar a mi padre, creyendo que era su culpa, que yo pasara años llorando en la almohada, y ahora mi madre lo protegió, incluso me levantó la mano por primera vez. Y todo gracias a él. No sabía qué hacer con el odio que mis padres habían despertado en mí, así que fui al supermercado, donde dejé el coche. Necesitaba hablar con Elvira. Aunque sería una tontería pensar que ella todavía estaría allí.

Cuando llegué a la tienda, encontré mi carro en el estacionamiento, pero no estaba mi madrina, y tampoco el carro de Carmona. Saqué mi teléfono, marqué su número y escuché una voz cansada y sin emociones, que decía que su teléfono estaba apagado o fuera de cubertura. La ansiedad comenzó a apoderarse de mi corazón. Yo, por supuesto, sabía que ella estaba con Carmona, porque yo mismo la envié con él, al ver lo emocionada que estaba por el incidente. Solo que ahora esta idea no me parecía tan genial.

Mirando alrededor y recordando lo que paso, me convencía más de que no era solo un atropello fortuito. En la calle, en medio de la ciudad, a un paso de peatón junto a un súper, ni un solo idiota iría a una velocidad de cien por hora. Y ese BMW lo hizo apropósito. No me fijé en la matrícula de este coche, pero suponiendo que el supermercado debería tener cámaras, llamé a Franco.

- ¡Hola, amigo! - comencé, - necesito tu ayuda.

- ¡Hola! Si quieres puedes venir a la comisaría, hoy estoy de guardia, tomamos un café y me cuentes, - dijo el policía.

- No tengo carnet de identidad conmigo.

- No te preocupes, avisaré al guardia.

- O´key, estaré en diez minutos.

Llegué a la comisaria y le conté lo que pasó hoy por la tarde y también le di escuchar la conversación grabada del micrófono. Me escuchó con atención y luego dijo:




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