Sé que es mejor para ti.

Capítulo 50. La triste historia de Jacobo Massini. Elvira.

Me llevó a una de las casas, que exteriormente no se diferenciaba de las otras del pueblo, vieja y algo destartalada, pero dentro estaba todo limpio y arreglado.

- Esta es mi casa, aquí nací, viví y tuve cuatro maravillosos días con tu madre. No, - agitó la cabeza, - la conocí en la ciudad. Ella trabajaba en una pastelería y yo estaba repartiendo bebidas con el camión pequeño. Siempre paraba allí, porque llevaba mercancía al bar de al lado. La noté de inmediato, era increíble.

Jacobo se levantó, puso calentar el agua para el café y siguió:

- Cada vez, sentado en el camión, la miraba. Ella también me notó y me sonrió. Después me atreví entrar en su pastelería, compré un bollo y le regalé. Un día la estaba esperando, cuando ella cerrara el negocio. De repente un idiota borracho salió del bar de al lado y entró en su pastelería. Él vio una chica sola y trató de besarla. Cuando vi que Mariela estaba luchando contra el pretendiente no deseado, me corrí al rescate y le di un puñetazo en la cara de inmediato. El chico cayó con tan mala suerte, que se abrió el cráneo. No quería matarlo. Rápidamente me di cuenta, que tenía que escapar, no tuve tiempo de decirle nada. La dejé sola ante todo el alboroto. Actué como un cobarde, era joven y me asusté.

- ¿Qué pasó con el chico? - Pregunté.

- Como dije, no tuvo suerte. Resultó ser hijo, de algún pez gordo del comité ejecutivo de la mafia, me encontraron rápidamente. Luego hubo un juicio y me condenaron a cuatro años de prisión. Tu madre, a pesar de todo, trató de protegerme, dijo, que fue un accidente y su confesión me ayudó mucho. Me escribía todos los días y un día vino a la cárcel. Tenía un amigo allí, así que nos concertó una cita y hablamos toda la noche. No había nada impuro entre nosotros, salvo besos inocentes, pero luego de este encuentro entendí que era mi mujer y comencé a esperar mi liberación con tanta sed, que no contaba los días, sino las horas. Me pusieron en libertad condicional e inmediatamente fui a verla. Compré flores y una cadena de oro con una hoja en forma de corazón.

Involuntariamente presioné mi mano contra mi pecho. Después de la muerte de mi madre, siempre llevaba esta cadena, como recuerdo.

- Veo que te la dio a ti, - dijo el anciano.

- Sí. - le respondí, no tenía sentido negarlo.

- Mariela aceptó convertirse en mi esposa y solicitamos la fecha en la oficina de registro. Parecía que todo lo malo había pasado. Conseguí un trabajo, ella estaba terminando su segundo año en la universidad. Nos estábamos preparando para la boda, a pesar que su familia no aceptaba esa decisión de su hija. Alquilé un apartamento y empezamos a vivir juntos, pero la respetaba. Decidí esperar hasta la boda, para que todo fuera correcto. Entonces, comprendí lo que era la felicidad. Cuando vas a casa del trabajo, cansado como un perro, entras en un edificio destartalado, y te parece un castillo mágico, mis alas crecían y en el quinto piso volaba como una paloma, porque allí me esperaba mi amor.

El hombre puso dos tazas de café en la mesa.

-Pero apareció el padre de aquel chico y me engañaron estúpidamente. Hice un trabajo para ganar algo de dinero para la boda, quería darle un regalo a mi amada. Solo que no funcionó para mí prolongar nuestra felicidad. Me colgaron un nuevo caso por tráfico de drogas, del que yo no tenía idea. Me detuvieran y un nuevo juicio me revocó la libertad condicional concedida, más otra condena, total me cayeron diez años más. Cuando se pronunció el veredicto, miré a mi sol y me di cuenta de que no podría hacerla feliz, todo estaba en nuestra contra.

Massini cerró los ojos y entendí que le dolía hablar de eso, pero el siguió.

- Decidí dejarla ir, para poder ser feliz con alguien. Entonces no quería vivir, me hundí en la oscuridad. Ella escribía, venía, pero me negué a verla, no respondí sus cartas. Pensé que me olvidaría. Ya no quería ser libre. ¿Para qué? Sin ella, mi vida no era vida. Sin ella no podía volar. Allí teníamos una médica, una buena mujer, se compadecía de mí y no solo de mí. Estaba con mi dolor y embarrado. Me acostaba con ella y guardaba las cartas de Mariela debajo de la almohada. Así pasaron tres años.

- ¿Mi madre te escribía durante esos tres años?

- Si, cada semana. No sabía qué hacer, y luego el jefe de la prisión me llamó y me dijo que un abogado me estaba esperando. ¡Sería un tonto, porque no pensé, qué, diablos, un abogado va a hacer conmigo! Me llevaron a la sala de citas, se abrió la puerta y allí estaba ella con un vestido blanco de verano: tan tierna y hermosa, tan querida y amada, tan limpia y pura. Verla allí, haciendo trampa para verme, cuando yo ya sufría su perdida, me enfureció. Bueno, no pude resistir a lanzarme sobre ella como un animal. Todo sucedió allí mismo, en la habitación de citas. Nunca me perdonaré por esto, la rompí. Todavía recuerdo su mirada perdida. Aun así, no me dejó de amar, pero se dio cuenta de que necesitaba huir de mí, porque yo ya había cambiado.

- ¿Estás tratando de decirme que mi madre siguió amándote después de que la violaras en la cárcel? - No entendí nada.

- Después de cumplir cuatro años, la casualidad me presentó a una persona importante, le ayudé a escapar. Nos estaban buscando, nuestras fotos salieron en la tele, pero logré llevarlo a donde quería, y regresé a Vira, porque yo no tenía adónde ir, y aquí tú misma ves, solo están diez casas y todos son familiares. Estaba seguro de que podría sentarme un rato y pensar qué hacer a continuación. Los vecinos me dijeron, que Mariela vivió aquí dos años, pero después se casó y marchó. Entendí, que tarde o temprano me encontraran y me encerraran de por vida, pero no podría vivir, si no la veía por última vez, si no conseguía su perdón, por lo que le hice. En ningún momento quería molestarla, solo quería que supiera, que lamentaba mucho de lo que pasó.

- ¡Esta bien! ¡¿No querías molestar?! ¿Y qué hiciste? ¡Eres también un egoísta! – me indigné.




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