Sé que es mejor para ti.

Capítulo 56. Las oportunidades. Leonardo.

Como decía mi madrina, Los Ángeles era una ciudad de oportunidades, pero yo aún no las sentía, no porque no me llovieran como de un cuerno de la abundancia, sino porque no tenía un sueño específico. Para mí era aburrido trabajar en la empresa de mi tía, porque no entendía nada de lo que estaban haciendo, los programas informáticos que necesitaban, ellos compraban listos para usar, por eso solo tenía que instalarlos en las computadoras. Durante todo el mes, estuve caminando por la oficina y conociendo al personal. Por supuesto, entendí que a Elvira se le ocurrió mi puesto del trabajo solo para conseguirme un visado de trabajo, así que cada día aumentaban mis ganas de encontrar algún otro trabajo más interesante.

Aparte de tres horas de entrenamiento con Kurt, que resultó ser un buen hombre, y de jugar baloncesto con mis nuevos amigos los fines de semana, tenía tanto tiempo libre, que me aburría. Un día les pregunté, cuál era la mejor manera de buscar trabajo.

- ¿Para qué buscarlo? - Dean se sorprendió, - ven conmigo al casting para una nueva película. Allí se necesita gente para extras y episodios. Pagan veinte dólares la hora y bocadillo gratis.

- Bueno, nunca pensé en convertirme en un actor, - dije dubitativo.

- Estamos en Hollywood, y aquí todo el mundo es un poco actor, - se rio Nick. - ¿Qué tipo de trabajo quieres específicamente?

- Trabajé como programador en Italia, ahora trabajo en la empresa de mi tía, pero estoy muy aburrido allí, - respondí.

- Entonces necesitas hablar con Josh. Trabaja en un banco, de algo relacionado con las computadoras, - agregó Dean. - ¡Ah! ¡aquí está!

Mi amigo vino a la cancha de baloncesto, sonriendo como siempre.

- ¿Llegas tarde hoy? - Rick le preguntó.

- Sí, estamos al fin del mes en el trabajo, ¿qué voy a hacer? - suspiró Josh.

-  Hablando de trabajo, Leo quiere encontrar algún chollo, es programador. ¿Puedes aconsejarle donde buscar? - preguntó Nick.

- ¿Conoces los sistemas de pagos por Internet? - me preguntó Josh.

- Sí, y todos los procedimientos, - respondí.

- Entonces hablaré con mi jefe mañana, tal vez puedas trabajar con nosotros, - dijo mi amigo.

- Gracias. Y ahora como ya estamos todos reunidos, juguemos, - sugerí.

Al día siguiente Elvira me aconsejó comprar unas prendas nuevas.

- Vas con Bree, ella te ayudara escoger lo que necesitas, porque todos en mi oficina deben tener aspecto muy cuidado.

- O´key iré, pero después del entrenamiento. – respondí.

Yo quería decirle, que pensaba dejar trabajo en su oficina, pero de nuevo vi esta mirada de dolor en sus ojos y no quise agravar la situación. Desde que Elvira dejó nuestra cuidad era un poco extraña, traté de averiguar qué le pasaba, pero ella siempre rehuía de una respuesta honesta. Sospechaba que la razón estaba en su conversación con Calabrés y su relación con Carmona.

Por la tarde, después del entrenamiento, fui de compras con Bree. Bree también trabajaba en la oficina de Elvira, pero a diferencia de mí, ella sabía exactamente qué hacía allí. Resultó ser una chica muy agradable, había algo en ella que invitaba a una conversación, y además me gustaba su carácter, porque nada le molestaba y no se preocupaba por nimiedades. A veces, Megan y yo íbamos al restaurante más cercano a tomar un café, aunque esa bebida difícilmente podría llamarse café.

Mientras caminábamos de tienda en tienda, de probador en probador, ella no me dejaba solo en ningún momento. Tenía que asegurarse por sí misma, que la ropa, escogida por ella, me quedaba bien. Me vestía y desvestía, y yo no era de hierro, lo sentí todo: sus manos, su aliento, sus ojos marrones estudiándome. Bastante esperado, no era posible permanecer indiferente. Algo empezaba calentarse por dentro, al principio controlado con facilidad y luego Bree, tal vez incluso inconscientemente, sin ganas de provocar, se agachó para arreglar los bajos, vio mi excitación y me miró, francamente codiciosa y hambrienta, especialmente debajo del cinturón.

 Traté de sacarla del probador, porque la excitación en los pantalones ya era llamativa.

 - Bree, no me ayudes más, lo haré yo mismo, - dije con voz ronca.

- ¿Qué harás tú mismo? - Ella sonrió. - ¿Puedes ayudarte a relajarte?

Me sonrojé y ella me rodeó el cuello con sus brazos y me besó. “¡Dios! ¡Te juro que no quería eso en serio!” – le supliqué silenciosamente. Ya estaba alterado, y este beso me voló la cabeza completamente.

Mis brazos la abrazaron, pero ella se deslizó abajo, se sentó de rodillas frente a mí y bajo mis pantalones.

-Eres tan dulce y tan bien dotado, que no creo que puedas hacerlo tú mismo, - dijo, y sentí la calidez de sus labios abajo.

Lo que sucedió después, no lo entendí en absoluto, pero me sentí tan bien, como nunca antes en mi vida. Después de eso, bueno, yo, sin recordar cómo, en un estado extraño, la seguí sin hablar. Si ella me hubiera llevado al patíbulo, entonces en este caso, no habría protestado. Así acabé en su cama. Fue allí, entonces, mi cerebro comenzó a emitir la información, que recibió de Elvira sobre qué hacer con la mujer en este lugar.

Con Bree, no sentía miedo, no quería huir, al contrario, quería quedarme, quería mirarla, quería probar con ella lo que no me había atrevido a hacer antes. Continué besándola en el cuello, detrás de la oreja, pechos, ombligo, todo, cuidadosamente buscando esos mismos lugares, “botones de placer”, una y otra vez sacando temblores y gemidos involuntarios del cuerpo de Bree. Usé el conocimiento teórico y memoricé su reacción para el futuro. Pasamos toda la noche juntos, pero por la mañana ella me entregó las bolsas de ropa comprada y me mostró la puerta.

No me ofendí, porque no podía ofenderme a la que me regaló esta noche mágica y, tomando un taxi, regresé a casa con la sonrisa de un vagabundo estúpido. Elvira me miró con extrañeza, pero no dijo nada. Fui a la ducha, pero mi cuerpo aun recordaba las caricias de Bree.




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