Sé que es mejor para ti.

Capítulo 58. Otras oportunidades. Elvira.

Anoche, Leo me contó que uno de sus amigos le sugirió ir a una entrevista en el banco, donde él trabajaba, allí estaban buscando un programador. Para mí no era un secreto, que a mi ahijado no le gustaba especialmente trabajar en mi empresa, pero no entendía por qué tomó una decisión tan abrupta, aunque me encantó su iniciativa de buscar lo que le gustaba.

También era posible, que los encuentros constantes con Bree en el pasillo de la oficina, según me parecía, fueran desagradables para él después de esa noche "caliente". Así que decidí averiguar qué influyó en su decisión de buscar otro trabajo distinto. Leo admitió, que Bree solo le ofreció encuentros espontáneos en su territorio para tener sexo y nada más. Básicamente, ella hizo exactamente lo que le pedí. Pero, en su opinión, había sentimientos entre ellos después de lo sucedido.

Confiaba en Bree y sabia, que lo hacía por el bien, para que Leo no se enganchara totalmente a la primera mujer con quien tenía el sexo. Por eso tuve que volver a explicarle, que las personas no siempre tienen el sexo por un gran amor, a veces solo para aliviar el estrés, relajarse y pasar un buen rato. Luego él preguntó:

- ¿Tuviste sexo por amor con Carmona o solo para relajarse?

En ese momento, imágenes de nuestro error destellaron en mi cabeza, sentí que todo dentro se enfriaba, y un nudo desagradable me subió a la garganta. Corrí al baño y me eché la cena en el wáter. Ni siquiera esperaba tal reacción de mí mismo. Cuando salí y vi la cara asustada de mi sobrino, me apresuré a tranquilizarlo, explicando, que era la sobredosis de café y le deseé buena suerte en la entrevista mañana. Continuar esta conversación más no tuve fuerzas.

Por la mañana Leo fue al banco, y de repente me llamó Manu:

- Hola, amor, ¿dónde está tu ahijado? - Preguntó de inmediato.

- Va al banco, hoy tiene una entrevista del trabajo, pero ¿qué?

- ¡Qué diablos, el banco! ¡Rápidamente arrástralo a mi oficina! Es un gran especialista y conmigo será el más cool de todos, - gritó él por teléfono.

- Espera, ¿has visto su juego? - Le pregunté.

- ¿Por qué crees, que te llamo tan temprano? No es necesario repasar su juego, a mi cliente ya le gusta así, quiere lanzarlo a la venta. Y pagará un buen dinero por los derechos, - explicó Manu.

- ¡Para! ¿Tu cliente quiere comprar el juego y obtener los derechos para sí mismo? - Le pregunté.

- ¡Bueno, sí! - Respondió.

- ¿Para cuánto tiempo?

- No lo sé, podéis negociar.

- No, querido, la patente será para mi ahijado y tu cliente pagará el cuarenta por ciento de cada copia vendida, - le expliqué.

- Bueno, hablamos de eso más tarde. Lleva al chico a las cuatro, ¿de acuerdo? —Preguntó.

- Está bien, - estuve de acuerdo.

Luego llamé a nuestro abogado y a Leo. Le dije, que no aceptara nada en el banco, que le tenía una sorpresa. El chico, por supuesto, no entendió nada, pero me obedeció.

 A las cuatro en punto yo con mi ahijado y el abogado estábamos sentados en la oficina de Manu. El comprador estaba tardando y eso no me gustó para nada. No me pareció muy serio, llegar tarde a una reunión importante.  Manu se disculpó por su cliente, que estaba atascado en el tráfico. Mientras mi abogado y yo hablábamos de temas normales: cómo redactar un contrato lucrativo, qué puntos incluir, qué exigir y cosas por el estilo, Manu y Leo llevaron la conversación en su idioma y discutían vívidamente sobre algo.

De repente, un hombre de un aspecto respetable de unos cincuenta años entró en la oficina. En él, sin duda, fluía la sangre irlandesa. Solo los irlandeses, al entrar en una habitación, ocupaban toda su superficie y sin importar el tamaño que tenía. “Hay que tener cuidado con hacer negocios con esas personas, ya que son muy desconfiados por naturaleza.” – pensé.

- Permítanme presentarles a Connor McCain, mi viejo amigo y socio, - dijo Manu.

- Encantada, - como única mujer, fui la primera en extender mi mano, - Elvira Brown.

- Tiene un nombre de realeza, Elvira, - besó mi mano.

- Usted es muy amable, - sonreí.

Luego le presentaron a nuestro abogado y a Leo.

- ¡Oh! leonardo! ¡Como el gran Leonardo Da Vinci! - Connor se rio.

Primero, Leo respondió lo que preguntaron, luego el abogado entró en el juego y yo me senté al margen y crucé mis piernas con indiferencia. Sólo que no era así en absoluto, seguí el rostro del irlandés y le di imperceptibles señales al abogado para que supiera, cuándo presionar, y cuándo era mejor no exigir. Como resultado, dos horas después firmamos un contrato preliminar. Conseguimos todo lo que queríamos.

El irlandés elogió al abogado y me invitó a tomar una taza de ponche. Estuve de acuerdo. Me despedí del abogado, que todavía tenía trabajo por hacer, le di las llaves de mi auto a Leo, diciéndole que conducir mi coche sería mucho más fácil, que su Škoda, porque es automático. Di un beso a Manu y salí con Connor. Al menos se merecía una conversación agradable con una hermosa mujer.

Connor me llevó al restaurante irlandés más famoso de la ciudad. En mis veinte años, que yo vivía en Los Ángeles, nunca estuve allí. ¡Qué pena! Era un sitio digno por la decoración, la cocina y el ambiente.

- Me gusta mucho este restaurante. Tengo que admitir, que no lo conocía antes, - dije yo, tomando un maravilloso ponche de huevo.

- El dueño de este local, es mi sobrino. – respondió Connor.

“¿Quién lo dudaba? Las grandes familias irlandeses son como una piña, siempre ayudan a los suyos,” – pensé.

Nosotros pasamos un buen rato, porque Connor resulto ser un buen comunicador, su sobrino me regalo una cajita de los postres famosos y le prometí que vendrá por aquí otra vez con mi sobrino.

Después de una hora y media, Connor me llevo a casa en su lujoso coche. Cuando me abrió la puerta y me ayudó a salir, me pareció que vi a Davide y nuevamente sentí frío por dentro. "¿Cómo puede estar aquí? Parece que me estoy volviendo paranoica," - pasó por mi cabeza.




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