Sé que es mejor para ti.

Capítulo 59. Los milagros suceden, cuando menos los esperas. Elvira.

Han pasado tres meses, desde que regresamos de Italia. Leo ganó su primer dinero y no eran aquellos desafortunados mil euros. Le aconsejé que los mantuviera en el banco y no gastara demasiado. Manu le ofreció el trabajo en su estudio y ahora el chico no tuvo tiempo de aburrirse. Aunque ahora le costaba combinar el trabajo y los entrenamientos, por eso tenía que dejar los juegos con sus amigos solo para los domingos. Era cierto, que a veces se reunía con Bree, pero sin mucho entusiasmo. Como esperaba, él reaccionó bien y aceptó su propuesta de sexo sin amor, aunque no me gustaba del todo lo que tenían.

Pero en este momento mi cabeza estaba ocupada de unas cosas mucho más preocupantes. Después de parecer, haberlo visto a Davide en la entrada de mi urbanización, no podía sacarlo de mi cabeza. No. Miento. Yo todavía no podía olvidar a Carmona. Mi corazón se negaba a aceptarlo como hermano. Además, casi todas las noches le hacía el amor mientras dormía y después de eso me despertaba con un sudor frío por la desagradable sensación de que era una pervertida y corría al baño, porque cada vez vomitaba, recordando el sueño. Incluso me pareció que lo vi cerca de mi oficina. De manera extraña, siempre me acompañaba Connor, con quien nos entendíamos bien, cuando resultó que a él solo le interesaba mi trabajo. Tenía una nieta con unos problemas de autoestima. Acepté ayudarla.

Pero de repente empecé a sentirme realmente mal. Por las mañanas, tenía debilidad, sensación desagradable en el estómago, mareos. Aguanté durante dos semanas, pensando que pasaría por sí solo, pero después de que me desmayé en el trabajo, Megan insistió, en que viera a un médico.

Siempre cuidé mi salud, llevaba un estilo de vida completamente normal, pero temía que la enfermedad de mi madre pudiera desarrollarse en mí también. Fui a la clínica, pasé todas las pruebas necesarias, todos los médicos y comencé a esperar los resultados.

Leo también comenzó a notar que algo andaba mal con mi salud y me ofreció su apoyo y la compañía para ir a por los resultados. Acepté, porque me daba miedo escuchar el veredicto y no tener a nadie en quien apoyarme.

Estábamos sentados en la sala de espera, cuando salió la enfermera y me llamó por mi nombre. Todo adentro de mi se enfrió en un segundo y literalmente no sentí las piernas.

- Eli, cálmate, tal vez no estas tan mal, o es algo pasajero, vamos a averiguarlo primero, antes de caer en el pánico, - me animó y me agarró del brazo. – Estoy contigo.

Entramos, el médico me recibió con una sonrisa agradable y me ofreció una silla.

- Felicitaciones Sra. Brown, usted se encuentra bien y su pequeño malestar es normal durante el primer trimestre del embarazo. – dijo el doctor.

- ¡¿Qué?! - Leo y yo exclamamos con un grito al mismo tiempo.

- ¿Qué tipo de embarazo? ¡Esto es un error! He sido infértil durante veinte años, y mi edad no es para tener hijos, - traté de explicarle al médico.

Estaba segura en un error técnico.

- Estimada Sra. Brown, no hay duda, usted está embarazada de catorce semanas. Su edad es adecuada para dar a luz a un niño sano, - dijo sonriendo.

- ¡No! Espere, ¡Esto no puede ser verdad! Es un error. - No quería creerlo.

- No hay ningún error. - me aseguró el médico.

- Iré a otra clínica, ya que aquí no pueden hacer los análisis correctamente, lo más probable es que mis resultados confundieron con otra persona. - Me indigné y me puse histérica.

- Si lo desea, puede realizar las pruebas en otra clínica. Es su derecho. Pero como usted está en mi consulta, le recetaré estas vitaminas y le advierto no estar mucho tiempo al sol, es perjudicial para usted y su hijo, - dijo el médico con calma y le entregó a Leo, que como yo estaba en choque, algunas recetas.

- Bueno, madrina, me sorprendiste mucho, no sabía que tú puedes hacer una cosa así, - se rio mi ahijado, cuando salimos del despacho de médico.

- ¡Mantén la boca cerrada! – Espeté y él se calló.

¿Cómo pudo pasar esto? ¡¿Cómo?! Esto era contrario a la naturaleza y al sentido común. No pude estar embarazada. Me trataron muchos años y el veredicto siempre fue el mismo: infertilidad.

- Vamos a la farmacia, - ordené.

- Por las vitaminas, - continuó sonriendo.

- No, por el test de embarazo, no creo en los milagros, - espeté.

Solo toda mi incredulidad se evaporó, cuando vi dos rayas por segunda vez en mi vida y nuevamente un sentimiento de miedo se apoderó de mí. Entonces, ¿qué hago ahora? ¡Este niño es de mi hermano! Dios, ¡¿por qué me castiga tanto?!

Para mí era muy doloroso recordar, que hicimos, pero tener un hijo de hombre prohibido era aún peor. Sabía que el pobre niño podría tener problemas de salud, sabía que cada vez que voy a ver su cara, recordaría de mi pecado. “¡Oh, Dios es injusto! ¿Por qué sucede esto conmigo? ¿Que he hecho, para merecerlo?” – exclamé en mis plegarias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.