Sé que es mejor para ti.

Capítulo 68. Todo aclarado. Elvira.

Me desperté en una habitación de la clínica. Lo primero que hice, fue tocar mi barriga. “Así que no soñé, Davide me ayudó a dar a luz a nuestro hijo.” - pensé. Miré a mi alrededor y no encontré la cuna. Traté de levantarme, pero un dolor agudo en la pierna me impidió hacerlo. Apreté el botón de llamada a la enfermera y cuando apareció, le pregunté muy nerviosa:

- ¿Dónde está mi hijo?

- Está siendo examinado por un pediatra, está con su padre. No tiene que preocuparse por la nada Sra. Brown. - Ella respondió con calma, tratando de acostarme en la cama otra vez.

Sí, ya no me resistí. Al escuchar, que mi hijo estaba con Carmona, me calmé. Entonces, Leo apreció por la puerta.

- ¡Como me asustaste, madrina! Cuando me enteré del terremoto, fui inmediatamente a Sun Beach, pero había tanta multitud de coches, que era imposible atravesarlo, y cuando llegué, la Sra. Clarke, tu vecina, dijo, que un hombre te llevara en un taxi. Bueno, entonces Megan me llamó y me dijo, que estabas aquí, - dijo.

- ¿Eras tú, quien sopló a Carmona? - Le pregunté, perforándolo con mis ojos hasta el alma.

- No, - respondió, - pero tenía muchas ganas de hacerlo. Y me alegro, de que se enteró de todos modos, porque estaba mal esconderle esta noticia. Tiene derecho a saber, que tiene un hijo.

- ¿Entonces quién? ¿Quién le dijo, que estaba embarazada? - le pregunté, - sólo tú sabías de quién era el padre de mi hijo.

- Tu padre también lo sabía, - escuché la voz de Davide.

Giré la cabeza y vi a Carmona en la puerta. En sus manos sostenía con cuidado a nuestro hijo. Si me hubiera armado de valor antes y le hubiera llamado, ahora sería la mujer más feliz del mundo. Pero el sentimiento de culpa ante él, me impidió a disfrutar de esta idílica imagen.

-El niño está bien, - dijo Davide y me entregó el bebé. – Es un niño sano, de cincuenta y dos centímetros y con un buen peso de dos kilos y novecientos gramos. Para treinta y siete semanas no está nada mal.

Leo se levantó y salió de la habitación, dejándonos solos. Abracé a mi hijo contra mi pecho, absorbiendo cada línea de su ya inmensamente amado rostro, tratando de no cruzarme con la mirada de su padre.

- ¿Cómo decidiste llamarlo? - Preguntó secamente.

- No lo sé, aún no lo he decidido, - le respondí, - Davide, lo siento, no quería esconder a mi hijo de ti, simplemente no sabía cómo decírtelo.

- Eli, no hablemos de eso. No deberías preocuparte ahora. Has perdido mucha sangre. - dijo, con el tono de un médico, que olía fríamente cortés.

- Es muy hermoso. - Traté de reconducir el tema a nuestro hijo, que nos ataba con hilos invisibles.

- Sí, es muy guapo, como tú, - dijo, acariciando la cabeza a su hijo.

- ¡Ponle tú el nombre! - Decidí de repente, - sin ti él no existiría.

- Tengo que irme, - dijo Dimitri y se fue.

¡Y aquí había una escena silenciosa, como en las antiguas obras de Hollywood! ¡Me quedé impactada! ¿Qué pretende Carmona? Literalmente le ofrecí a mi hijo y a mí misma, por cierto, ¡y se fue! Apreté a mi hijo más cerca de mi pecho, pero él también chilló enfadado. “Parece que mis hombres están muy ofendidos conmigo.” - pensé.

Durante los cinco días, que estuve en la clínica, debido a mi pierna herida, Davide se hizo cargo del niño y pasaba casi todo el día conmigo, pero no mostró sus sentimientos hacia mí de ninguna manera. Supuse, que estaba mortalmente ofendido conmigo. Era comprensible, pero no entendía cómo podría tener una resistencia tan fuerte. Cuando finalmente me dieron el alta del hospital, pedí que me llevaran a Sun Beach.

- No, - Carmona rechazó enérgicamente esta propuesta, - allí necesito hacer algo de reparación, por eso irás al apartamento con Leonardo. Estaré más tranquilo por mi hijo, porque aún no puedes cuidar de él.

- ¿Y tú? - Le pregunté con esperanza.

- Regresaré a Italia en cinco días, - respondió secamente.

- ¿Tan rápido? - Exclamé con sorpresa.

- Sí, los pacientes me están esperando, - dijo con frialdad.

- Y aquí te está esperando tu hijo, - espeté. - ¿Cuándo le das un nombre?

- Llámalo Jacobo.

- No, por favor, otro, no me gusta llamarle como Calabrés, - exclamé, no quería darle a mi hijo el nombre de mi padre.

- ¡Entonces decide por ti misma! ¡Tú misma decides todo! – Espetó. - ¡Si no fuera por tu padre, no hubiera sabido, que tengo un hijo! No conocí en mi vida la mujer más cruel que tú.

- ¡No! ¡Tú no entiendes! Al principio pensé que eras mi hermano, - grité, - por eso te dejé tan abruptamente.

- ¿De dónde sacaste esas tonterías? - Me preguntó Davide.

- Sí, porque Fabi me dijo, que tu ex esposa te dejó, cuando te negaste la ayuda de Calabrés, - respondí.

- ¡Espera! - Me detuvo, - ¿por qué no respondiste a mis llamadas?

- No sabía que me llamaste, tiré la tarjeta SIM italiana en el aeropuerto, ni siquiera puedes imaginar, lo que pasé, cuando me enteré de que me enamoré y me acosté con mi “hermano”. - sollocé.

- ¿Por qué entonces no me llamaste tu? ¿Por qué no me preguntaste a mí?

- Pensé que era mejor vivir con esto y sufrir el pecado del “incesto” en solitario, no quería que tu vida se convirtiera en un infierno, como la mía, - sollocé.

- Querida, qué tonta eres, - me acarició la cabeza, - y luego, ¿por qué no llamaste?

- Y luego, te llamé a la clínica, pero me dijeron, que estabas de vacaciones, después mandé mensaje a Fabi y me dijo, que tu no quieres saber nada de mí. Por eso, cuando Leo encontró tu número del teléfono móvil, no pude encontrar las palabras, tenía miedo de que no me creyeras, - respondí honestamente.

- Dios, eres una tonta, Eli. No pude encontrar un lugar para mí, pensé en cómo podría ofenderte. Tuvimos desacuerdos con Massini hace diez años, cuando murió mi madre. Trató de ayudarme con dinero para la clínica, pero me negué, porque sabía de donde procedían. Pero él quería ayudarme, no porque yo fuera su hijo, sino porque mi madre era su amiga. Es muy probable que esto sea lo que confundió a mi hija, - dijo.




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