Sé que es mejor para ti.

Capítulo 77. La sorpresa. Leonardo.

Ayer por la noche entendí, que mi madrina necesitaba una intimidad con su hombre, cuando vi, que Fabi no quiso quedarse por la noche. Su padre la llevó al piso y se quedó con Elvira y el niño. Me sentí muy incómodo, como les molestaba, por eso decidí trasladarme a la casa de Sun Beach, aunque estaba con reformas, después del terremoto. Empaqueté algunas cosas y llamé a una empresa de mudanzas.

El día siguiente empezó mal desde la mañana. Por la mañana, nada más salir de casa me encontré con que alguien había pinchado las ruedas de mi Harley. Tuve que llamar al seguro para recogerla, poner unos nuevos neumáticos y averiguar quién lo hizo. Después de todo, el estacionamiento estaba vigilado las veinticuatro horas. No subí al apartamiento para pedir las llaves del auto de Elvira, porque todos aún estaban dormidos, sino llamé a un taxi, así que llegué tarde al trabajo.

Manu pareció disgustado, pero no dijo nada. Se suponía que íbamos a entregar la película esta tarde, así que inmediatamente me puse a trabajar. Los muchachos que estaban en mi equipo, eran profesionales y todo salió según lo planeado, pero Jonathan cometió un error y todo se estancó. No lo regañé, esto sucedía con bastante frecuencia, porque trabajaron duro. No lo hizo de maldad, solo cometió un error al escribir una comanda.

Después de enviar a los muchachos a almorzar, Jonathan y yo decidimos encontrar este error y corregirlo, antes de que regresen nuestros colegas. Pero luego llamó Bree y realmente pidió reunirse. Su voz era tan triste, que no pude negarme, accedí a almorzar con ella y descargué todo el trabajo sobre el pobre chico, prometiéndole traer algo de comer.

- ¿Qué sucedió? - Pregunté tan pronto como vi a Bree.

- Nada, solo estoy aburrida y quería verte. - dijo y se subió a mí con un beso, que nunca antes había hecho en público.

- Estás un poco rara hoy. ¿Estás bien? - pregunté de nuevo.

- Es que hace un mes, que no me llamas, no vienes. No puedes así mareara una pobre mujer.

- Lo siento, ya sabes, teníamos terminar la película, después Elvira, , el niño, en general, no tuve tiempo, - respondí.

- ¿No vienes hoy tampoco?

- Perdón, no puedo.

- ¿Ha vuelto a aparecer alguien en tu vida? - preguntó de repente.

- No, ¿de dónde sacas esto? - exclamé. - Realmente no hay tiempo.

- Y tu jefe dijo, que hoy irás a “La Rumba".

- Sí, pero es por negocios, me invitó Manu. Sabes que eso es lo hacemos siempre, cuando entregamos la película, - le respondí.

- ¿Y la chica, la hija de ese italiano, también la invitó por negocio? - preguntó ella con una mueca.

- No tengo ni idea. Pero definitivamente no la invité yo, - no entendí su indirecta.

- Entonces, ¿por qué no me invitas también? Nos divertimos, bailamos. – sugirió ella.

- No, no es mi decisión a quien invitar. Sobre todo, porque tú nunca te llevaste bien con Manu, y él tampoco. Mejor te invitaré por la semana a Las Vegas. -  dije.

- ¿Es por ella?

- ¿Por quién? - No entendí.

- ¿Por la italiana? Es hermosa, pero también es tonta, - dijo Bree.

- ¡Esperar! ¿Estás celosa? - Me sorprendió.

- No, no estoy celosa de ti, pero no estoy contenta. Me parece, que no pido mucho de ti, - dijo, y se levantó de su silla.

- Espera, me conoces, nunca te mentí y no oculté nada. Fabiola es como una hermana para mí, sobre todo porque su padre, al parecer, pronto se convertirá en el marido de Elvira. - Traté de detenerla.

- Sí, te conozco, por eso no me gusta que vayas a esta discoteca con ella, - espetó.

— Sí, ¿De dónde lo conseguiste? A lo mejor que no va.

Ella no dijo nada, solo se levantó y se fue. No entendí, o más bien no quise entenderla. Bree nunca ha tenido los celos. Incluso me parecía, que ella ni siquiera sabía lo que era. Decidiendo que definitivamente la llamaría el fin de semana y que tendríamos un maravilloso fin de semana en Las Vegas, regresé al trabajo. Pero no podía concentrarme, la sensación de que ofendí a Bree de alguna manera, no me daba la paz y concentración, así que todo el trabajo fue muy lento, pero al final de la jornada laboral alcancé el meta, que quería. El cliente aceptó nuestro trabajo sin ningún problema.

- Sabía que conseguirás. Hoy tenemos que celebrar por lo alto. No te olvides que hoy vamos a “La Rumba”, - Manu me felicitó por el trabajo.

- No, no lo he olvidado, pero escuché que invitaste a Fabiola.

- Sí, y ya estoy de humor para una noche divertida. – se rio mi jefe.

- Si esperas pasarla en los brazos de Fabi, entonces no te lo aconsejo. Elvira te sacará los ojos por ella, - sonreí.

- Ni siquiera lo pensé. Solo bailaremos.

- Te lo advertí.

- ¿Cuánto tiempo vas a estar aun trabajando?

- Una hora y media, o dos. Quiero terminar la tercera escena del juego.

- Entonces la recogeré yo mismo, si Elvira permite, - dijo Manu alegremente.

- Está bien, entonces voy directo a la discoteca, - contesté.

Pero los reparadores de la casa de Sun Beach no me dejaban trabajar tranquilo. Tuvieron un problema con los materiales, trajeron por error completamente diferentes a los que pedí, y me pidieron, que viniera a ver, si los podían dejar y seguir trabajando. Tuve que dejar todo, tomar un taxi e ir allí.

Después de un día tan frenético, no tenía ningún deseo de ir a ningún lado, pero no podía rechazar la petición de Manu. Una visita a “La rumba" tras la entrega de la película fue su talismán. Para no perder el tiempo, me duché y me cambié en esta casa, menos mal, que de las mudanzas trajeron algunas cosas mías por aquí.

Dos horas después, entré al establecimiento de entretenimiento, que era el lugar favorito de mi jefe. Él, por haber nacido en la costa caribeña, extrañaba el ambiente familiar, la música y el ron, así que una vez al mes, sobre todo cuando entregábamos una película, visitábamos “La rumba”. Su invitación no fue una sorpresa para mí, acordamos de antemano. Solíamos emborracharnos allí, bailar con chicas calientes del sur, y luego... No importaba lo que pasara después.




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