Sé que es mejor para ti.

Capítulo 79. “La Rumba”. Fabiola.

Eso era exactamente lo que me estaba perdiendo. Antes de eso, ni siquiera me imaginaba lo maravilloso que puede ser simplemente comunicarse con una mujer adulta, que te comprende y puede darte consejos o simplemente calmarte. Por supuesto, tuve unas charlas sinceras con Valentina, pero ella no entendía muchas cosas por su edad y su educación demasiado puritana del siglo pasado, pero con Elvira todo fluía de alguna manera muy natural.

Le conté del resentimiento contra mi madre, que me abandonó, de cómo vivimos después de su huida, que mi primer amor terminó en un completo fracaso, cuando me di cuenta que no solo le faltaba mi amor, pero necesitaba la admiración de las demás. Me habló de su madre, de su madrastra, de su exnovio cabrón y de cómo pensaba, que nunca podría tener hijos. Compartimos todo esto entre nosotros mientras ella conjuraba sobre mí.

- Por supuesto, esto no es exactamente lo que tenía en mente, pero me gusta mucho, - Elvira dio su veredicto. - Ve, muéstrale a tu padre. Veamos lo que dice.

Entré a la habitación, donde él estaba sentado frente a su computadora, probablemente revisando su correo, y Jacobo estaba sollozando en su cuna.

- Papá, ¿te gusta? - Pregunté y me di la vuelta.

Me miró, se levantó de su silla y dijo:

- ¡Dios mío! No me di cuenta de cómo creciste.

- Eso es exactamente lo que quería escuchar, - se rio Elvira desde atrás. - Ahora ya estás lista para divertirte al máximo. Verás que no habrá fin para los que querrán bailar contigo. Pero te aconsejo que eches un vistazo a Leo.

- No. Nunca volveré a fijarme a un chico, que recibe demasiado interés de las chicas. - Me reí.

- ¿Por qué?

- Porque es tan guapo, que todas las chicas del mundo correrán tras él.

- ¿Y qué? - Elvira no entendía.

- No quiero morirme de celos, - me reí.

- Solo las tontas acomplejadas mueren de celos, las mujeres seguras de sí mismas se bañan en olas de amor verdadero con los hombres más dignos, - dijo con seriedad, y agregó alegremente, - a menos, por supuesto, que ellas mismas no cometan estupideces. Y tú, creo, eres mucho más inteligente que yo.

- No estoy segura, mi primer novio me cambió por otra, que se acostó con él.

- No escuchaste lo principal. Hablaba de hombres decentes, —me corrigió y miró con cariño a mi padre.

- ¿Estás segura de que Leo es un hombre digno? - Sonreí con picardía.

- Más que eso. - Contestó Elvira. - Me salvó la vida literal y figurativamente. Además, es una persona honesta y directa. Tiene un corazón puro, y si amará con todo su corazón, será el esposo más fiel.

- Él también me pareció un joven digno, - la apoyó mi padre.

En ese momento sonó el intercomunicador. Elvira, cojeando, fue para abrir la puerta. Me miré en el espejo de nuevo. "Bueno, ¿tal vez debería fijar en Leo? De todos modos, no tengo nada que perder, estaré de vuelta a Italia en tres días", - pensé y salí de la habitación, escuchando hablar en inglés.

En el pasillo vi a Manu, estaba guapísimo con un pantalón negro y una camisa blanca ajustada.

- ¿Dónde está Leo? - Pregunté, notando que él no estaba allí.

- ¡Virgen Santa! ¿Quién es esta belleza sobrenatural? - exclamó Manu, volviéndose hacia mí.

- Esta belleza sobrenatural no es para ti. - Elvira dijo con severidad. - Por lo tanto, me responderás con la cabeza, si le pasa algo. No lo olvides, ella es como una hija para mí.

- ¡Elí! ¿Por qué piensas tan mal de mí? - se rio Manu, - lo peor que le puede pasar a Fabi es enamorarse de la rumba.

- Eso es exactamente de lo que quise advertirte, - ella movió su dedo, amenazándolo.

- ¿Dónde está Leo? - pregunté de nuevo.

- Llegará un poco tarde al trabajo y conducirá a la discoteca un poco más tarde. Mientras tanto, Manu te acompañará y no te olvides de esa chaqueta blanca, aquí hace fresco por las noches, - me respondió Elvira en italiano y agregó en inglés sonriendo, para que Manu la entendiera. - No tengas miedo, es bueno, además esta advertido.

- Vámonos rápido de aquí, Fabi, si no, Eli cambiará de idea y se irá a la disco con la pierna lastimada, - dijo Manu alegremente y me tendió la mano.

Fuimos a una discoteca, que estaba a unos kilómetros de la ciudad. Durante todo el camino, Manu me decía cumplidos, que me dieron un poco de vergüenza, pero me gustaron.

 Hace apenas un mes estaba en una discoteca de Nueva York, las chicas me arrastraron hasta allí, pero lo que vi en “La Rumba” no se parecía en nada a ese establecimiento. Era un club muy bonito, brillante y ruidoso. El interior tenía una decoración muy linda: almohadas brillantes, telas de sofás brillantes, banquetas de piel de cocodrilo, una barra larga de mármol y luces por todas partes. En Nueva York tenía miedo de tropezar y caer sobre alguien, debido a la tenuidad. Me gustó mucho.

Naturalmente, esperaba que hubiera música latina, pero no pensé, que casi todos los visitantes hablaran español. No entendía mucho, por eso Manu me acompañó a una mesa y de inmediato hizo un pedido de una camarera con un esmoquin sexy, donde los pantalones fueron reemplazados por pantalones cortos.

- Es el único sitio donde sirven ron ideal y excelentes bocadillos. He tomado la libertad de pedir algunos sin tu consentimiento. Realmente quiero que los pruebes.

- Con placer. Nunca he estado en esos lugares, es como una pequeña Cuba, - respondí.

- No, querida, esto es el pequeño Puerto Rico. - se rio y comenzó a hablarme de su tierra natal.

Luego nos trajeron una botella de ron, chupitos y una fuente completa de variadas de pequeños bocaditos. Manu echo el ron en vasos y brindamos por nuestro conocimiento.

- Este es alcapurria. Pruébalo, - dijo y me entregó uno de los bocadillos que parecía un pastel frito.

- Muy sabroso, - respondí, mordiendo un trozo y sintiendo toda una gama de sabores incomparables. - ¿De qué es?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.