Sé que es mejor para ti.

Capítulo 86. La pasión. Leonardo.

Cuando cogí su mano, para ayudarle a bajar de la moto, hasta me asusté.  Estaba congelada, perecía de hielo. La miré con esta blusa delgada y me di cuenta de que estaba temblando de frío.

- ¡¿Dónde estaba mi cabeza?! ¿Por qué no me lo dijiste antes? - exclamé y corrí a buscar la manta, que siempre guardaba en el maletero de mi Harley.

La envolví y la abracé, pero la chica seguía temblando. Antes de venir, sabía, que le gustaría aquí, pero de ninguna manera no pensé, que no estuviera vestida para tal paseo. "Ayer arrastré a Bree afuera de la discoteca con un top, y hoy traje a Fabi sin ropa adecuada para montaña. ¿Qué me he estado pasando últimamente, que no pienso en los demás?" - Me regañé, pero luego recordé que había comprado dos vasos de café caliente en el motel.

-Espera, tengo algo más para esta ocasión.

Saqué un vaso con café de la bolsa del motel y noté en el fondo del baúl una pequeña botella de whisky, que me regalaron a mí, no recuerdo, quién. Sin pensarlo dos veces, vertí alcohol en el café y se lo di a beber. Entonces pensé, que una manta no era suficiente para ella y, desabrochándome la chaqueta, la presioné contra mi cuerpo.

Finalmente, la chica dejó de temblar y me calmé. Pero en vano. Porque su ya tibio aliento en mi cuello comenzó a descender a una velocidad increíble, derramándose sobre todos los órganos, especialmente los reproductivos. Pero me sentía muy bien.

De repente, noté sus labios húmedos sobre mi piel del cuello, y por una fracción de segundo, mi cerebro se apagó. La apreté contra mí, exigiéndole que no se detuviera, tan maravillosamente bien me sentía, pero cuando me di cuenta, de que mi miembro estaba apuñalando en su entrepierna, tuve miedo de que se lo notara a pesar de la ropa y la manta. Por lo tanto, la aparté de mí, pero no la solté, solo la giré, porque mis manos no me obedecieron completamente.

- Aquí mira. - dije, tratando de calmarme, pero nada funcionó.

Ella estaba fascinada, mirando a las luces de Los Ángeles, y yo, fascinado, imaginando cómo la inclinaba y le entraba por detrás. No entendía cómo, cuándo y, lo más importante, por qué, de repente la deseé con tanta fuerza, como ninguna de mis amigas, incluso Bree. Después de todo, antes ella no causaba ninguna atracción sexual en mí, incluso cuando bailaba conmigo con un atuendo muy revelador. No sentía nada de esto entonces o, mejor dicho, nada parecido a esto, solo estaba enojado con ella por permitirle mucho a mi amiga, cuando estaba retenido por Bree. Ahora estaba listo para abalanzarme sobre ella y tomar posesión. Era algún tipo de instinto animal, con lo que tenía que luchar.

- ¿Calentaste? - pregunté con voz ronca.

- Sí.

Reuní toda mi voluntad en un puño y me la arranqué de mí. El frío inmediatamente puso mi cerebro en su lugar.

-Entonces cenemos, - dije, y saqué una bolsa de hamburguesas, papas fritas y un segundo vaso de café.

Extendí mi chaqueta de cuero sobre una piedra grande y la invité a sentarse. Se sentó y compartió la manta conmigo. Le entregué una hamburguesa envuelta en papel y que aún estaba caliente.

- ¿Hamburguesa? – preguntó, ya sonriente.

- Estamos en Estados Unidos, y la hamburguesa es el emblema del país. Pero esta es de carne natural, esta no es de McDonald's, - sonreí. - Solo pruébala y chuparas los dedos.

Fabi dio un mordisco y puso los ojos en blanco con placer.

- Sí, es muy sabrosa.

Después de un tiempo, nuevamente comencé a sentir su calor y, aparentemente, mi cerebro volvió a fluir en un sentido incorrecto, porque pregunté:

- ¿Por qué crees que era un adolescente?

- ¿Quién? - ella no entendía.

- ¿Tu amigo del juego?

- Bueno, en primer lugar, no accedió a reunirse conmigo, siempre encontraba excusas. – dijo y dio otro mordisco a la hamburguesa.

- ¿Quizás no quería que lo vieras?

- Por eso pensé, que era un adolescente. – sonrió ella, - además, me envió una foto en la que había un tipo que, por definición, no jugaría durante doce horas al día, sino que ligaría con las chicas.

- A lo mejor estas equivocada.

Ella me miró muy fijamente y dijo:

-  Sabes, cuando te vi por primera vez, pensé que estaba delirando. Por eso te pregunté entonces, si eras "Astro" y te culpé sin razón. Lo siento. Eres muy parecido a él, aunque eres muy diferente.

- ¿Peor? - Pregunté, manteniendo mis ojos en su boca.

- No, solo diferente, - dijo en voz baja.

Me di cuenta de que ella sentía lo mismo que yo. Los límites se derrumbaron y ya no pude soltar a Fabi de mis brazos. Sus manos descansaron sobre mi pecho. El aroma de su perfume se quedó en mi nariz, embriagando el cerebro. Mesuradamente, exhalé nubes de aire cálido y húmedo en mi dirección, en las que quedaron atrapados los suaves vapores alcohólicos. En silencio, miré sus labios, que de nuevo cogieron el color escarlata, estaban ligeramente entreabiertos. Yo, lentamente, con reverencia, que solo tiene un hombre, preparándose por primera vez a conocer la mujer, que estaba frente a él, me incliné la cabeza y la besé. La distancia entre nosotros desapareció tan pronto, como ella se echó la cabeza hacia atrás y me permitió que nuestros labios se fusionaron en un beso.

No hubo nada ingenuo en este beso, pero tampoco era grosero y vulgar. El primer toque fue un destello de sentir nuestra completa coincidencia en deseo, y luego llego el olvido. No podría describir este beso en detalle, pero ha sido triguero, pero limpio. Quería estar más cerca de ella, aunque la ropa y la manta interfirieron en mi deseo. Sus manos se deslizaron sobre mi cuello con una frialdad desconcertante, atrayéndome hacia ella. La conciencia comenzó a confundirse. Ninguno de nosotros pensó, que podíamos ser vistos, que habíamos sobrepasado todos los límites de la decencia, alcanzando una desvergüenza no apta para la acción callejera.




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