—¿Estás segura de que no quieres quedarte hasta el lunes? —le preguntó a su hermana a las cuatro de la mañana, mientras esperaban a que llegara la cápsula.
—A las seis sale una nave para Pentace, y no sé cuándo será la siguiente.
—Salen naves para Pentace constantemente —aseguró Ash, aunque sabía que no era necesariamente cierto. Se resistía a la idea de dejarla ir. Era la primera vez que se separaban. La primera vez que se quedaba sola
—Ahora tienes una amiga —dijo Kara adivinando sus pensamientos—. Relaciónate, diviértete, toma el sol.
El áncora llegó y su hermana le dio un rápido abrazo.
—Ten cuidado con los chicos. Ve despacio y no dejes que te presionen para hacer algo que no quieres —le susurró.
—Tranquila, estoy totalmente a salvo. Mírame. Ya has visto a Sooz. Somos Jane y Cheetah.
Su hermana arrugó el entrecejo.
—Espero que esa chica te enseñe a confiar en ti misma.
Pobre de ella si tenía que coger confianza en sí misma a través de Barbie Complementos.
—Por cierto, tengo algo para ti —continuó Kara, sacándose un aparato de la pernera—. Es una tatuadora. Dame tu antebrazo.
Ash extendió la mano y su hermana presionó el objeto contra su piel. Después de treinta segundos lo retiró. Unas palabras en negro contrastaban con la blancura de su piel y el azul de sus venas.
«Si eres una joya extraordinaria, solo un experto puede valorarte. No esperes que cualquier ignorante sepa hacerlo»
—Es de un cuento argentino antiguo —dijo su hermana después de leerlo en voz alta—. El tatuaje está programado para durar seis meses. Espero que no necesites más tiempo para aprender la lección.
Kara le dio un beso en la frente y se apresuró en tomar la cápsula.
Cuando desapareció de su vista, volvió a entrar en el edificio y observó el vestíbulo por un momento, sin poder creer que después de dieciséis años fuera a tener un nuevo hogar.
Se acercó a las puertas de cristal que comunicaban con el jardín, vacío e impregnado de la paz de la mañana. ¿Qué otra oportunidad iba a tener de observarlo detenidamente, sin exponerse ella misma a miradas curiosas?
Deslizó la puerta con cuidado, casi con miedo a emitir un sonido brusco que incomodara el escenario. Avanzó por el camino de piedra, dejando que la paz del momento la inundara. El relajante sonido de agua cayendo la impulsó a avanzar, curiosa por descubrir su procedencia.
Continuó por la ruta que a lo lejos enlazaba con otra área de habitaciones, pero se detuvo buscando el sonido del agua. Y entonces divisó la cascada por encima de las copas de los árboles que se extendían a unos cincuenta metros a su derecha.
Pisó la hierba, agachándose para tocarla con ambas manos. Las finas hojas cosquillearon su palma.
Elevó la mirada, intentando abarcarlo todo de un solo golpe, pero sus ojos protestaron por el esfuerzo de mirar tan lejos. Se dio cuenta de que era la primera vez en su vida que miraba más allá de unas paredes.
Redujo la distancia que la separaba de los árboles, parándose delante de uno de ellos, y después se acercó al tronco rugoso y áspero, lleno de surcos e imperfecciones que nunca había imaginado. Pasó la mano por este, despacio, y de alguna manera notó que en su estática versión estaba vivo.
En ese momento le pareció divisar a una persona entre los árboles. Una chica, vestida con una chaqueta roja que facilitaba su visibilidad entre los arbustos. Parecía estar hablando con alguien más. De hecho, si escuchaba con atención, podía oír un murmullo de voces ahogadas por el ruido del agua. Y ella que había creído que a esas horas de un domingo todos dormían.
Avanzó un metro más entre los árboles, encontrándose con una explanada circular rodeada por la vegetación. A la cabeza de la explanada pudo ver la pequeña cascada que brotaba de una formidable piedra que se insertaba en una especie de invernadero, ligado al edificio principal. El agua proveniente de la cascada formaba un riachuelo que rodeaba el claro. Seis filas de pupitres daban la cara a la cascada y se orientaban a una mesa principal. Era un aula creada al aire libre, en un claro en mitad del bosque.
Volvió a atisbar la chaqueta roja entre los árboles. Recorrió el círculo, oculta entre la vegetación, hasta que empezó a escuchar las voces con más claridad. A diez metros pudo ver, entre las ramas, a la chica, apoyada en un árbol. Otro chico se inclinó sobre ella, apresándola contra el tronco mientras le besaba el cuello. Al hacerlo, algo en su muñeca brilló captando toda la atención de Ash, ya que nunca antes había visto un artefacto así. La chica alzó la mano para acariciar su brazo mientras él la besaba.
Entrecerró los ojos para vislumbrar la escena. No era que le gustara espiar a las parejas, pero aquel brazalete de luces de colores había logrado picar su curiosidad. También la chica lo llevaba, aunque en su caso brillaba con una luz distinta.