Secret Santa

Capítulo 2

Para mi segundo día jugando el Secret Santa había conseguido un llavero de una motocicleta que me recordaba a la que manejaba Liam, la cual había visto parqueada frente al edificio. Por lo tanto, decidí que sería un buen detalle para él y aparte conseguí unos dulces para que acompañara el llavero. Todo lo ingresé en una bolsita navideña para que fuera de acorde a la ocasión y al juego en el que estábamos participando.

―Buenas tardes, Mina ―murmuró una voz a mi lado derecho y dirigí mi mirada hacia a donde provenía el sonido.

―Buenas tardes, señora Farnham ―sonreí.

―¿Recién llegando del trabajo? ―indagó mientras juntas caminábamos hacia el ascensor, el cual recién había sido reparador.

―Sí, señora ―asentí―. Es la época del año más ocupada en la oficina.

―Recuerdo mis tiempos como secretaria ―rio, deteniéndose frente a las puertas dobles y estiró su brazo para aplastar el botón que haría que el ascensor llegara a nosotros―. Fueron buenos tiempos.

―Me imagino ―murmuré.

―¿Estás jugando a Secret Santa?

―Sí, señora Farnham ―respondí―. Amber estaba muy ilusionada con que todos jugáramos.

―Es una buena joven ―halagó―. Pero es una pena su situación familiar. Mi esposo y yo quisiéramos ayudar, pero… ―Sacudió su cabeza con decepción.

―La entiendo, señora Farnham. ―Hice una pausa justo cuando las puertas se abrieron e hice un ademán para que ingresara primero a la caja metálica―. Es complicado, más aún porque no somos familia.

―Exacto.

Todos en el edificio conocíamos la situación de Amber y todos queríamos ayudar, pero no sabíamos cómo hacerlo y tampoco deseábamos ocasionar que él reaccionara de peor manera. Ingresé al ascensor y giré para quedar frente a las puertas, alargué mi mano para aplastar el botón con el número tres que era nuestro piso. El silencio nos rodeó y sonreí cuando empezó a sonar una canción navideña que en los últimos años se había viralizado en redes sociales; «Last Christmas» de Wham!. No sabía a quien se le ocurrió poner música, pero se lo agradecía pues así un poco más ameno el tiempo que pasabas dentro de la caja metálica.

»¿Qué vas aportar para la cena navideña? ―indagó la señora Farnham con curiosidad.

―Un puré de papas y una ensalada fría ―respondí―. ¿Y usted?

―El pavo ―dijo con orgullo―. Me queda un pavo delicioso y todos deberíamos comer pavo en Navidad.

―Eh, sí ―asentí con incomodidad, pues no había comido ese tipo de comida desde que mi madre falleció.

―¿Te gusta el pavo, Mina?

―Sí, señora Farnham ―murmuré―. Aunque llevó años sin comer uno ―confesé.

―Te va a gustar el que preparo ―declaró con confianza.

―Estoy segura ―sonreí.

―A todos les va a gustar ―sentenció.

Volvimos a quedar en silencio y fue lo mejor, pues no sabía cómo responder su pregunta sin hacer notar lo incomodad que me sentía. El ascensor sonó, alertándonos de que habíamos llegado a nuestro destino y esperamos a que las puertas dobles se abrieran para poder salir, aunque aguardé a que la señora Farnham lo hiciera primera para seguirla. Ambas sonreímos en forma de despedida y caminé lentamente por el pasillo hasta llegar a mi puerta, la misma que se encontraba casi al finalizar el mío. Me detuve alto cuando noté otra caja frente a la puerta de mi departamento. Mi corazón latió con brío en el centro de mi pecho porque el segundo obsequio me estaba causando un pequeño ataque al corazón.

―¿Por qué me da obsequios tan grande? ―cuestioné al pasillo vacío.

Sacudí mi cabeza sin poder encontrar una lógica a esos pequeños regalos que no eran nada pequeños y que debían costar más de lo que yo ganaría en todo un año de trabajo. No sabía que era lo que me dejaron, pero algo me decía que terminaría pensando en devolver todo porque las reglas eran claras y los detalles pequeños no debían costar un ojo de la cara o ser tan grandes que me provocaban un poco de vergüenza por los presentes que yo le dejaba a Liam.

Exhalé con parsimonia y giré hacia mi derecha para acercarme a la puerta de mi vecino, rogando de que él no estuviera a punto de salir de su departamento o me encontraría con las manos en la masa. Moví mi bolso hacia adelante para agarrar el cuerpo de la cremallera y deslizarlo con lentitud por sus dientes, pues sentía que el sonido podía delatarme. Ingresé mi mano en su interior y busqué el pequeño detalle que había comprado para Liam. Decidí, desde la primera vez, escribir notitas positivas para hacerlo sonreír porque nunca estaba de más hacer sonreír a las personas.

Cuando encontré el detalle, lo aferré entre mis dedos para sacarlo de su escondite y acuclillarme frente a la madera para ubicarlo en el suelo alfombrado. Me erguí con premura y di la vuelta para correr hacia mi propio departamento, no antes de agacharme a agarrar el detalle e ingresarlo conmigo al interior de mi casa. La caja se sentía ligera y era del tamaño necesario que me hacía pensar en algún tipo de prenda, lo que estaría muy raro de su parte. «¿Regalarme ropa?». Para mí eso era demasiado personal e íntimo porque la talla o medida de una persona no era una información pública.

»Espero que no sea ropa ―declare, cerrando la puerta detrás de mí.




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