Secret Santa

Capítulo 4

―Detén el ascensor, por favor ―pedí, mientras corría hacia el mismo porque no deseaba tener que esperar que regresara al vestíbulo y mucho menos, tener que subir las escaleras cuando apenas podía caminar de lo cansada que estaba.

Eran pasada las diez de la noche, demasiado tarde para regresar a casa, pero tuve que quedarme en la oficina hasta tarde por unos balances incompletos del departamento de finanzas, lo cual provocó un retraso en toda la planificación para ese día. Me sentía tan exhausta que no tenía idea de cómo había sido capaz de tomar un Uber y llegar sana a salva a mi hogar, pues no era muy amante a ese tipo de transporte por todas las historias que se oían de conductores quieren sobrepasarse con las clientas. Mis piernas me dolían de estar tanto tiempo de pie y agradecía al universo de haberme acordado de llevar otro calzado, el mismo que portaba en ese momento.

Corrí con premura hacia el ascensor, pues un buen samaritano estaba sosteniendo las puertas abiertas para mí y estaría eternamente agradecida por eso. Ingresé a la caja metálica y me detuve en alto cuando mis ojos se encontraron con los de mi vecino, quien debía estar regresando del trabajo. Liam era casi veinte centímetros más alto que yo y en ese momento, tan cerca el uno del otro, tenía que casi tirar mi cabeza hacia atrás para poder perderme en su mirada cristalina. Abrí mi boca para decir algo, pero nada salía de su interior.

―Hola, Mina ―sonrió―. ¿Trabajando hasta tarde?

―Eh, sí ―balbuceé, sacudiendo mi cabeza para romper el trance en el que me encontraba―. ¿Y tú?

―También. Es una época ocupada.

Di un paso a mi derecha para girar y quedar de frente a las puertas dobles del ascensor. El aire a mi alrededor se sentía diferente, era como si nos encontráramos en una burbujita que nos protegía. Liam estiró su brazo hacia adelante para aplastar el botón de las puertas, las cuales se cerraron con lentitud, seguido de la de nuestro piso. Alcé la mirada para ver la pantalla encima de las puertas.

Empezó a sonar «Let It Snow! Let It Snow! Let It Snow!» de Dean Martin y solté una pequeña risa, pues había escuchado que para los próximos días iba a nevar lo suficiente para que nadie saliera de su casa por un largo tiempo, así que recomendaba que nos abasteciéramos con lo necesario. «Queda como anillo al dedo», pensé y tarareé en voz baja, ya que no tenía buena voz y no quería asustarlo.

»¿Te gusta la nieve, Mina?

―¡¿Qué?! ―chillé, dando un respingo hacia atrás, pues me había asustado con su pregunta.

―Disculpa ―rio―. Mi intención no era asustarte.

―Lo sé ―murmuré, dirigiendo mi mirada a él―. Solo que estaba concentrada en la música. ―Me encogí de hombros―. ¿Me preguntaste algo?

―Sí ―asintió―. Te pregunté si te gustaba la nieve.

―Me encanta ―sonreí―. ¿Por qué la pregunta?

―Porque estás cantando la canción.

―Eh, yo… ―balbuceé.

Ambos reímos porque el ambiente se sentía tan extraño entre nosotros, pero mágico a la vez, era algo que no sabía cómo explicar con palabras. Liam y yo nos quedamos en silencio sin saber cómo continuar con la conversación. Me concentré en los latidos que daba mi corazón, los mismos que eran erráticos y apenas podía contarlos sin perderme, pues el aroma que desprendía Liam estaba haciendo que mis sentidos se alteraran de una forma en que la no me esperaba.

No comprendía porque mi cuerpo reaccionaba de esa manera a él, a su cercanía y a su olor. No obstante, no tenía tiempo para averiguarlo porque pronto llegaríamos a nuestro destino. Necesitaba con urgencia salir de ahí o terminaría diciendo algo vergonzoso y no volvería a salir de mi departamento nunca más. Liam se movió un poco hacia su izquierda y su codo rozó con mi brazo cuando ingresó su mano al bolsillo de su pantalón jean. Agaché mi mirada y pude ver sus zapatos de trabajo, lo que me hizo acuerdo de que no sabía como se ganaba la vida.

»¿En qué trabajas, Liam? ―solté con premura y abrí mis ojos en demasía cuando me di cuenta de que lo había dicho en voz alta―. ¡Ay! Discúlpame, yo…

―No es nada, Mina ―me interrumpió―. Trabajo en una mecánica para motocicletas.

―Eso tiene lógico ―declaré.

―¿Por qué lógico? ―indagó y por el rabillo de mi ojo observé como enarcaba una ceja con curiosidad.

―Porque manejas una. ―Me encogí de hombros.

Liam se rio ante mi respuesta y sentí como mis mejillas se ponían rojas, de la vergüenza. «¿Dije algo incorrecto?», me cuestioné y di un paso hacia atrás de la incomodidad que sentía. Sin embargo, Liam me sorprendió al girar todo su cuerpo hacia mí y mirarme de una forma en que hacía temblar mis piernas y a mi lengua sentirse como algodón dentro de mi boca, un hecho que nunca antes me había sucedido.

―No me estoy riendo de ti, Mina ―explicó con parsimonia, estirando su brazo hacia mí para alejar un mechón de cabello de mi rostro, el mismo que se había salido de mi moño apretado.

―¿Entonces? ―susurré, enarcando una ceja.

―Solo que es muy tierno de que asumas que soy mecánico porque tengo una moto.

―Yo…

―Me gustan las motos, Mina ―continuó―. Y trabajar con ellas es un bonus.




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