Siempre he creído que cada persona oculta una verdad que no desea que se descubra, y, por más estúpida que pueda parecer, todos se esfuerzan por mantenerla en secreto. Hinley Forts no es la excepción a esta regla; en este pueblo, muchas veces da la impresión de que la gente esconde algo bajo la superficie de su aparente tranquilidad.
Ser estudiante de preparatoria puede resultar estresante y aburrido, pero en Hinley Forts, la rutina se transforma en algo intrigante debido a los numerosos misterios que este pueblo encierra…
Paso la mayor parte de mi tiempo libre con mis dos mejores amigas, Jane y Hanna. Conozco a Jane desde el jardín de infancia y a Hanna desde la primaria. Desde entonces, hemos compartido una gran amistad.
Jane es una persona excepcionalmente astuta, siempre tiene claro lo que quiere y, en la mayoría de los casos, logra alcanzar sus objetivos. Me recuerda a Spencer Reid, el brillante perfilador de Mentes Criminales, en cuanto a su agudeza mental y su capacidad para resolver problemas complejos.
Hanna, por otro lado, es un poco más relajada y tiende a ser más perezosa, pero su mayor ventaja es su extraordinaria belleza. Siempre hay muchos chicos que la buscan, lo que hace que parezca más una actriz que una estudiante de preparatoria. Sus facciones, sus ojos color avellana, su cabello rubio oscuro y su piel pálida se combinan para crear una apariencia verdaderamente cautivadora.
En contraste, yo me considero una persona bastante normal, pero considero que tengo muchas otras más cualidades que son significativa para mí.
De pronto, una voz penetrante me sacó de mis pensamientos. Era Jane, que repetía mi nombre varias veces (Lia, Lia, Liaa) con un tono de voz fuerte y urgente. Su llamada rompió mi concentración y me hizo levantar la cabeza. La miré con una expresión de completa confusión, y por un instante, me quedé admirando su rostro radiante: su cabello castaño, lacio y brillante, y sus ojos color miel, llenos de vivacidad. Todo en ella parecía una combinación perfecta de belleza natural.
Jane, notando mi desconcierto, me habló de nuevo, esta vez con un tono más suave y relajado. Me preguntó si íbamos a ir de compras después de clases para prepararnos para la fiesta que la escuela había organizado. Rápidamente asentí, tratando de recuperar el hilo de la conversación, ya que me había perdido en mis pensamientos y no había captado de inmediato de qué hablaba.
Me sentía algo atónita, como si hubiera perdido el sentido del tiempo y del espacio. Me di cuenta de que todavía estábamos en el patio de la escuela, rodeadas de compañeros que charlaban y reían. Comencé a observar mi entorno con más atención. Fue entonces cuando algo peculiar captó mi mirada.
A través de la ventana del salón de clases, un chico estaba de pie, con la vista fija en el lugar donde estábamos sentadas. Su postura erguida y la expresión cansada en su rostro eran evidentes incluso desde la distancia. Sus ojos, de un tono indescifrable, reflejaban una mezcla de desinterés y fatiga. Esa mirada penetrante y distante me provocó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
En ese momento, Hanna me habló con su tono de voz dulce y preocupada. “Lía, ¿estás bien? Has estado muy distraída. ¿Te sucede algo malo?” Negué con la cabeza y volví a mirar hacia la ventana, con la esperanza de volver a ver al chico, pero ya no estaba. Me sorprendió cómo había desaparecido tan rápidamente. La curiosidad de saber quién era y por qué me había impactado tanto.
Después de terminar las clases, nos dirigimos a la plaza comercial. A pesar de la distracción, mi mente seguía atrapada en el recuerdo del chico de la mañana. Su piel pálida y su ropa negra, que le daba un aire enigmático y un tanto oscuro, no dejaban de rondar mis pensamientos. Me preguntaba si su presencia había sido real o solo una ilusión producto de mi mente distraída, y traté de desviar mi atención.
Jane y Hanna conversaban animadamente durante el trayecto, llenas de entusiasmo por los preparativos de la fiesta. Sus voces se entremezclaban con el ruido del tráfico y las conversaciones de otras personas en la calle. Cuando llegamos a la tienda, entramos y comenzamos a buscar entre las tiendas de ropa. Sin embargo, nada captaba mi interés de manera significativa. Los colores y las telas parecían desvanecerse en un borrón de indiferencia a mis ojos distraídos.
Después de un rato, les dije que tenía algo que hacer en casa, tratando de no revelar la verdadera razón de mi inquietud. Jane y Hanna me miraron con una mezcla de sorpresa y confusión. Antes de que pudieran hacer preguntas o intentar convencerme de quedarme, me despedí con una sonrisa y me dirigí hacia la salida. Caminé hacia mi casa con una sensación de urgencia y un torbellino de preguntas sin respuesta que seguían zumbando en mi mente.
Mientras caminaba hacia mi casa, una extraña sensación de ser observada comenzó a invadirme. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. La sensación persistió, como un leve escalofrío que recorría mi espalda, así que aceleré el paso para llegar cuanto antes. Al entrar a la casa, me recibió el habitual silencio perturbador. Mamá aún no había llegado, como era común, ya que solía salir tarde del trabajo, y papá estaba fuera en un viaje de negocios. Por lo tanto, la casa solía estar vacía y desolada durante la mayor parte del tiempo.
Subí a mi habitación con pasos rápidos y me dirigí hacia la cama, aun pensando en el misterioso chico que había visto por la mañana. Mi mente estaba llena de imágenes de su piel pálida y su atuendo oscuro, pero el cansancio pronto me venció. Me acomodé en la cama y, en cuestión de minutos, el sueño me atrapó.
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Editado: 20.08.2024