Secreto Oculto (un Sangriento y oscuro pecado)

CAPITULO 3.- BIENVENIDA A NUESTRO MUNDO

—Pecados —dije en voz alta.

Jeff repitió con una firmeza que resonó en la sala:

—Sí, pecados.

Una oleada de confusión inundó mi mente y mi cuerpo pareció paralizarse. Intentaba convencerme de que solo era una broma de mal gusto, pero las expresiones en sus rostros no dejaban lugar a dudas; no estaban mintiendo. El ambiente se cargó de una tensión, y la voz de Zack se alzó con un tono grave, llenando la habitación y afirmando la afirmación de Jeff.

—Correcto, cariño. Pecados. Y, en estos momentos, estás hablando con uno.

Alcé la mirada lentamente, mi mente estaba tratando de procesar lo que veía. Su rostro había adoptado un aura distinta, casi etérea. Sus ojos, ahora brillaban con una intensidad inquietante, y su cuerpo emanaba una luz resplandeciente que parecía casi palpable. La luz era tan intensa que parecía envolver toda la habitación, y me sentí completamente hipnotizada.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Tienes miedo? —preguntó Zack con un tono frío, casi helado, que cortaba el aire con su dureza.

El frío de su voz me hizo caer en un pánico, mi respiración se volvió irregular y mi corazón latía con mucha fuerza. Pero, en medio de mi temor, Hunter me habló con una calma reconfortante, su voz suave contrastando con todo el ambiente cargado que me rodeaba.

—Tranquila, no te vamos a hacer nada. Zack solo está jugando; no le hagas caso. Mientras estés con nosotros, no te va a pasar nada —dijo Hunter con un tono tranquilizador, tratando de calmar mis nervios. Luego, se volvió hacia Jeff y Zack, asentando con una mirada que parecía sellar su promesa—. ¿Cierto, chicos?

—Claro, ¿cómo crees que te vamos a hacer algo, cariño? —respondió Zack, su rostro iluminado por una sonrisa de medio lado que, en lugar de ser reconfortante, añadía un matiz inquietante.

A pesar de sus palabras, la sonrisa de Zack solo me hacía sentir más ansiosa. No podía desviar la mirada de su expresión que parecía estar entre la diversión y la malicia.

Jeff, percibiendo mi creciente angustia, se acercó a mí con una determinación inquebrantable. Me tomó del brazo con una firmeza que no permitía resistencia, y me condujo fuera de la habitación. Sentí el tirón de su mano, su agarre era firme pero no doloroso, guiándome hacia un lugar desconocido. Mi cuerpo reaccionó automáticamente a sus movimientos, cada paso sincronizado con el suyo mientras avanzábamos por el pasillo.

Al salir de la habitación, noté el cambio drástico en el ambiente. La música que había estado de fondo se desvaneció de golpe, y el bullicio de la fiesta quedó atrás, siendo reemplazado por un silencio que se volvía cada vez más profundo. Finalmente, llegamos a una puerta que parecía separarse del resto. Cuando Jeff la abrió, entramos en una habitación que estaba totalmente apartada de las demás.

El nuevo espacio era un total silencio. Las paredes estaban cubiertas con un papel tapiz oscuro que absorbía la luz, y el aire tenía una calma pesada que contrastaba con la energía frenética del lugar. La habitación parecía una cápsula en el tiempo, aislada de todo lo que pasaba afuera. Sentí que una presión invisible me envolvía, como si realmente estuviéramos en un lugar completamente diferente.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¿Por qué me seguiste? —pregunto, su voz era dura, cargada de una frustración que resonó en toda la habitación.

Sus palabras me golpearon como una bofetada, y el peso de sus acusaciones me dejó paralizada. Mi mente estaba en un torbellino de confusión y miedo. No sabía qué decir ni cómo reaccionar. Sentía que el suelo se desmoronaba bajo mis pies y todo lo que deseaba era regresar a casa, salir de esa estúpida fiesta y olvidar que había estado allí.

—Tienes idea de en lo que te acabas de meter solo por haberme seguido. Ahora, solo por tu maldita curiosidad, tu vida está en peligro, Lía —continuó, su tono lleno de un enojo. Cada palabra parecía cargada de una amenaza que hacía que mi corazón latiera con más fuerza.

La magnitud de lo que me dijo me dejó sin palabras. El miedo se apoderó de mí, y me sentí atrapada en un caos mental donde cada pensamiento era un grito desesperado por escapar. La situación era tan aterradora que deseaba estar en casa, sin nunca haber tenido que asistir a esa estúpida fiesta.

—¡Lía! ¡Líaaa! —su voz retumbó en el silencio, de manera fuerte y penetrante, cortando el nudo de mis pensamientos como un cuchillo afilado.

El sonido de su llamado me sacudió de mi estado de parálisis, y, en un acto reflejo, respondí de manera agresiva, mi voz cargada de la angustia y la desesperación que sentía.

—No, no tengo idea de lo que acaba de pasar. Soy una completa estúpida. Ya entiendo que seguirte fue un grave error —mi voz temblaba, y todo mi cuerpo se sentía agitado. El pánico me envolvía, y sentía que mi corazón estaba a punto de estallar. El miedo era tan abrumador que casi podía sentirlo devorándome desde dentro, y en cualquier momento temía que fuera a desbordarse.

Él parecía percibir mi desesperación y, con una voz más controlada, pero igualmente grave, continuó hablando.

—Lía, entiendo que tengas miedo, que sientas pánico. Pero desde este momento, tu vida ya no será la misma. Ahora, tu existencia es como una simple carta al azar en la mano de un PECADO.

Sus palabras entraban en mi mente como un eco aterrador. Cada una de ellas parecía aumentar la presión en mi pecho. Me habló con una calma inquietante, advirtiéndome sobre la gravedad de la situación.

—Debes ser muy cuidadosa con cada movimiento que hagas. Nosotros, los pecados, no somos seres muy amigables. ¿Entiendes?

Su mirada era intensa y su voz, un murmullo helado que dejaba claro que no había espacio para malentendidos. Luego, me hizo una advertencia aterradora.

—Así que tú decides. Si quieres vivir, desde este momento tu vida está en mis manos, Lía. Si prefieres ignorar lo que ha pasado y seguir con tu vida como si nada hubiera ocurrido, solo tienes que andar por este pueblo tranquila, y dejar que el pecado de la Avaricia te encuentre y te mate.




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