Secreto presidencial

Prólogo

Prólogo

Shannon

Tengo la cabeza metida en el inodoro por quinto día consecutivo y me niego ante lo evidente. Sé que no es un virus estomacal, sé que no me hizo mal comer arroz con pollo la noche anterior, ni comí otra cosa estaba en mal estado. No hay una explicación menos atemorizante de la real y por ello le estoy dando vueltas.

No quiero enfrentar mi realidad.

—Vamos, Shannon, ya basta de esto —se queja mi mejor amiga y compañera de piso desde la puerta del cuarto de baño de mi habitación—. Tenemos que ir al médico a que te hagan una prueba de embarazo.

Me dejo caer contra el azulejo, mirándola de reojo.

—Podemos discutir eso cuando me lave los dientes, Lisa —farfullo, calmando mi corazón exaltado con respiraciones lentas y profundas.

Ella entra al baño y se agacha frente a mí. Su expresión denota simpatía, y lo odio. No quiero que la gente sienta lástima por mí, por ello es que he alargado esto lo más que puedo.

—Tienes que hacerte a la idea, Shannon —me riñe, aunque su regaño pierde fuerza por su tono suave—. Es peligroso que no te pongas en control, puede haber algo mal con ese bebé o contigo.

Aparto la vista, sintiendo culpa. Pero es que no puedo hacerlo, no quiero confirmar lo que ya sé.

—¿O es que no lo quieres?

Le lanzo una mirada enojada, con ceño fruncido incluído. Ella sabe que siempre he querido tener hijos y que nunca me desharía de este bebé. Pero hacer las cosas bien, con un matrimonio lleno amor y una vida estable. Ahora estoy soltera, resentida con el padre del bebé y ganando un sueldo básico con el que no podré darle la vida que se merece a mi hijo.

Podría buscar a su padre, él tiene la estabilidad financiera de la que yo carezco, pero las cosas entre nosotros acabaron muy mal y no quiero enfrentarlo ahora mismo, sobre todo tratándose de una noticia de tal magnitud.

—No digas tonterías —refunfuño, levantándome del piso.

Con mi cepillo de dientes en mano, me quito todo rastro de vómito de la boca y luego regreso a mi habitación. Tengo que arreglarme para ir a mi cutre trabajo que me da tener una vida apretada.

Luego pienso en el problema que tengo entre manos.

—Esto es ridículo, Shannon.

Dios, Lisa está empezando a ser pesada.

—¿No tienes que trabajar?

Saco un vestido del armario y lo tiro sobre la cama, luego busco en la cómoda unas bragas y un sujetador limpios. Lisa permanece en medio de la habitación con los brazos cruzados.

—Si no quieres ir al médico, te conseguí una prueba casera que puedes hacer en un minuto.

Me detengo a medio camino de la cama, mirándola. Me ha traicionado. Consiguió una prueba de embarazo de la farmacia cuando le dije que no estaba lista para ello todavía.

—¿Qué hiciste, Lisa?

Se levanta la camiseta ancha que usa para dormir y saca una prueba casera de la cinturilla de su pantalón corto.

—Vamos, métete al baño —ordena. Ha desaparecido todo rastro de simpatía y ahora solo está siendo una mandona.

Sacudo la cabeza, pasando a su lado en dirección a la cama. Dejo mi ropa interior junto al vestido y luego camino de regreso al cuarto de baño.

—No voy a hacerlo.

—Si no lo haces, voy a contarle a Astor que estás embarazada de él.

Me detengo en seco, girando la cabeza en su dirección.

—No lo harías.

—Sí lo haría. —Me tiende la prueba de embarazo—. Puedes dejarla allí y yo veré el resultado. Cuando estés lista para saberlo puedes preguntar.

Quiero matarla con mis propias manos, pero a la vez quiero darle un abrazo por insistir. Tengo que sacar la cabeza del suelo donde está enterrada, no soy un avestruz.

Haciendo un puchero, voy hasta ella y agarro la prueba.

—Tengo miedo —sollozo, y mis ojos empiezan a picar por las lágrimas que se están formando.

—Lo sé, cariño, pero debes enfrentarlo. —Sonríe, sosteniendo mi hombro—. Estaré contigo, no tienes que preocuparte.

Soltando un suspiro de resignación, vuelvo al cuarto de baño, agradeciendo a los cielos que no hice pipí antes.

Sigo las instrucciones al pie de la letra y dejo el palito en el lavabo mientras me lavo las manos una vez termino. Lisa no me ha quitado los ojos de encima en ningún momento, y de no ser porque ya he orinado en su presencia muchas veces me sentiría incómoda.

Esta amistad que nació en la adolescencia ha pasado por muchas cosas como para sentirnos incómodas con esto ahora.

Me siento en el inodoro mientras espero, sin aparta la vista del palito del demonio.

—No puedo decirle a Astor si se confirma, Lisa —murmuro, asustada.

Ella entra al baño y se apoya en el lavabo, obstaculizando mi vista del palito.

—¿Por qué?

Miro al suelo.




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