Cuando alguien significativo en tu vida fallece, no es hasta que pasa bastante tiempo que comienzas a aceptarlo. Aquel que se ha ido, se convierte en una especie de fantasma hasta que llega el momento en que tienen un cierre.
Krane llegó a tener el suyo con Sor Teresa, que aunque siempre la conservará en el corazón, aceptó su nueva realidad.
Y aunque nuestras situaciones son diferentes, yo necesitaba ese tipo de cierre con Sebastian Hunter. Que aunque no fue un hombre ejemplar, fue quien ató los cabos que posiblemente nos salvaron la vida.
Tan pronto los forenses le devolvieron el cuerpo a la esposa de Hunter, se habló del funeral y yo quería presentarme. Necesitaba despedirme de él aunque fuera frente a su féretro y darle las gracias de alguna manera. Fue un conocido quien llegó a notificarme por mensajes, pero no me sentía preparada para ir sola; quería ir con Krane.
Pero esos días mi situación con él no era la mejor. No estábamos molestos pero sí, un poco tensos y preocupados, pues no nos encontrábamos bien económicamente.
Tras perder su hogar y luego de que papá fuera a un viaje a Nueva York, decidimos compartir mi nueva casita en Valparosa por un tiempo. Desde los primeros días creamos un lazo muy fuerte luego de todo lo que pasamos juntos. De cierta manera nos cuidamos mutuamente. Y en las noches difíciles él me hace recordar que algo bueno salió de todo, aquello que se formó entre nosotros. Pero no todo era perfecto, pues del amor no se come.
Ya iban dos días en que él estaba muy callado y pasaba horas encerrado en un pequeño estudio que teníamos.
Y aunque Alonso trató de intervenir muchas veces, ni él pudo enterarse de lo que pasaba por la cabeza de Krane. Esperé a que el palomo se durmiera, para no causar tanto revuelo en la casa. Necesitaba hablar con él y saber que le pasaba, además de que tenía discutir el asunto de Hunter. Así que estuve unos cuantos segundos tocando la puerta hasta que él se atrevió abrirla, pero de inmediato regresó al escritorio.
—Krane, ¿recuerdas aquello que te comenté del funeral de Hunter?, ¿crees qué…?
Me acerqué a él quien estaba muy concentrado haciendo algo en la mesa. Había una ilustración de un cajón. Al escucharme esbozó una sonrisa y de manera inmediata tiró del papel y lo escondió.
—No tengo problema con llevarte pero, ¿estás segura de que quieres hacer eso? —Le noté indeciso. No quería que viera lo que tramaba más yo parecía preocuparle.
—Siento que necesito esto… No sé como explicarlo, tengo que agradecerle lo que hizo antes de su muerte. —Agarré una silla y la coloqué a su lado, sin darle mucha alternativa.
—¿Cuándo es? —preguntó algo pensativo, al tiempo que devolvió el papel a la mesa un poco reacio.
—Mañana. —Con la punta de mis dedos arrastré el papel hasta mi y agarré la pluma que había dejado tirada. Noté que hizo el dibujo de un cajón, y me dibujó a mi dentro de él. Además, se ilustró él mismo y ha anotado una serie de instrucciones para un truco de magia—. Oye pero, ¿qué intentas hacer? —Pregunté y sus ojos se movieron de un lado a otro, parecía avergonzado de que yo me encontrara con eso.
—Claro que iremos, no hay problema —respondió tímidamente, se puso de pie y se alejó de la mesa para darme la espalda, con la intención de que no notase el rubor que le invadió el rostro.
—Mago, ¿qué te pasa? —Fruncí. Sabía que ocultaba algo.
—Sucede que quiero hacer algo real —habló avergonzado.
—Pero, ¿qué más real que lo que haces? —No tenía muy claro a lo que se refería.
—Es decir, una ilusión real. Quiero pasar el mismo trabajo que los demás para engañar a la gente de esa manera. Al menos una vez. Creo que debería dar algún espectáculo, para resolver nuestros problemas —explicó, aunque en voz baja—. Ya sabes…
—¿Tan rápido? —Subí el tono de voz un tanto sorprendida—. Aunque no sería mala idea. —Me encogí de hombros—. No sé por qué no querías decirme.
—Pero, ¿no te suena estúpido? — Hizo una mueca, parecía incrédulo.
—Claro que no, inclusive podrías disipar los rumores con eso. —Tomé la pluma que descansaba en la mesa—. Pero, déjame ayudarte. —Y aunque pretendía buscar las fallas a su plano, dejé caer el bolígrafo al sentir sus manos en mis hombros. Su toque me proporcionó un golpecito eléctrico que me resultó agradable. Comprendí su intención, quería que me relajara o buscaba relajarse el mismo.
Editado: 31.08.2019