Me siento junto a Noah, en la mesa de la cocina con el cuaderno en frente, ambos en silencio y con una vela por no tener luz eléctrica aún.
Muerdo el interior de mi labio hasta que sangra, hace mucho encontré un artículo en internet con respecto a esto, morderse el labio, es considerado un trastorno y se llama dermatofagia, pero eso no viene al caso, solo me ayuda a distraerme los nervios, no aguanto más y hablo:
—¿Y? ¿Qué vamos a hacer con él?
—No tenemos la llave.
—Sí, eso lo sé, Noah —digo. Suelto un bufido—. Eres el rey de lo obvio.
—Soy el rey de tu corazón y no lo andas divulgando. —Se recuesta en la silla cruzado de brazos—. Admitelo.
—¿Qué admita qué? Hablando de confesiones absurdas, ¿No tienes nada que confesar tú?
—No, que yo sepa.
—Tú le dijiste a Nick que me gusta, no es posible que él lo haya adivinado solo —digo levantando la voz un poco.
—¡Ja! Es mas que posible, Zoey. —Me mira burlón—. Eres demasiado obvia.
Golpeó la mesa con el puño y salgo de la cocina molesta, subo las escaleras y me dirijo a la habitación, como todo lo hice muy rápido y en modo automático no me di cuenta que todo está oscuro, lo cual me asusta sobre manera, bajo nuevamente las escaleras a la carrera, pero en el camino unos brazos fuertes me atrapan para que no caiga.
Noah me sonríe debilmente mientras me sostiene.
—Gracias —digo tomando distancia.
Suspiro y controlo mi mal humor, bajo las escaleras más relajada y el baja atrás de mi.
Nos volvemos a sentar frente a la mesa y el cuaderno, tal como en el principio.
—Tengo una idea, pero no creo que te guste —habla, mirando al cuaderno como si este fuera el anticristo en persona.
—¿Qué propones?
—Hay dos opciones, romper la carátula, que no se ve muy fuerte, o romper el broche —lo dice, como si fueran soluciones obvias.
El teléfono de casa suena sobresaltandonos a ambos.
—Debe de ser mi madre —susurro levantándome de la silla.
Levanto el auricular y lo pego a mi oreja.
—¿Alo? —pregunto un poco alerta aún.
Noah se posicióna a mi lado haciéndome sentir un poco más tranquila. La voz en el teléfono me quita todo nervio.
—Cariño, soy yo, mamá.
—¡Mami! ¿cómo estas? ¿cuando vienes?
Ella se ríe sonoramente.
—No me bombardees con preguntas, yo también tengo las mías reservadas. —Se ríe—. ¿Por qué no te quedaste en casa de Roxane?
—Tuve un mal momento con uno de sus hijo.
—Te dije que dejaras el mal humor —Suena molesta—. Te llamé a aquella casa, llame para decirles que me quedaré más tiempo de lo pensado, lo siento mucho cariño.
Hace una pausa y yo asimilo el que mi madre no vendrá hasta nuevo aviso.
—Me dijo Roxane que Noah se quedará contigo... —Se queda callada otra vez—. Por favor que se quede en otra habitación, ah, mañana pídele que te lleve a comprar más comida y ve si te puede ayudar con la luz en la casa.
—Si capitana.
—No seas así. —Se ríe— Te amo cariño, buenas noches... ¡Nada de dormir juntos! Y duerme temprano.
Cuelga el teléfono antes que le pueda responder.
Noah me mira expectante.
—A dormir, mamá me lo ordena.
El se ríe sonoramente por un buen rato, los minuto pasan y el sigue riendo como si no pudiera detenerse, hasta que seca una lágrima que rueda por su mejilla y habla entrecortadamente:
—¡Qué buen chiste, Zoey! Como si le hicieras caso a tu madre.
—¿En serio eso es lo qué te causo gracia? —pregunto.
Le quito la vela que tiene en la mano y subo la escalera, él me sigue y entramos a la habitación que escogí para pasar la noche.
—¿Crees qué podamos hacer lo de la otra noche? —pregunta, observa como me preparo para dormir.
—Es lo que espero.
—¿Debemos dormir juntos?
Cuando giro a verlo tiene los ojos bien abiertos.
—Me parece, ¿Me tienes miedo?
Sonrío un poco, es impresionante lo fácil y comodo que se me hace hablar y relacionarme con un chico que no me atrae.
—Claro que no. —Se quita la camisa y el pantalón de jeans y queda en un short de lana.
Ignorando su torso desnudo me acuesto en la cama.
—¿Traes tu pijama siempre debajo de la ropa? —pregunto en broma.
—No, me la puse antes de venir, ya sabes, para ahorrar tiempo.
—¿Entonces por qué no tienes camisa? digo, es parte de la pijama ¿No?
—De la mia no, ¿Me tienes miedo? —Me abofetea con la misma pregunta.
Me acuesto en la antigua cama a la cual le cambie las sabanas al llegar, es de esas camas raras con dosel, los cuatro pilares con el pequeño techo la hace ver extraña, pero no le doy más importancia.
Me acuesto y el colchón sede bajo mi peso, se siente suave y comodo, me estiro olvidándome de que tengo compañía.
Mi compañía se acerca y con su gran cuerpo ocupa casi todo el colchón individual.
Suspiro e intento hacerme más pequeña y delgada de lo que soy, pero es imposible.
—No puedo acostarme bien sin sentir todo tu cuerpo aplastandome.
—Creo que se supone debemos tocarnos para que lo de los sueños funcione, según mi teoría, ya que si te das cuenta, cuando dormimos separados y soñamos, no nos vemos.
—Tu si me ves, sueñas conmigo seguido —me burlo.
Por segunda vez desde que lo conozco, y está vez es en persona y no en un sueño, lo veo sonrojarse.
No digo nada, lo dejo pasar por esta ocasión, no quiero incomodarlo más de lo que ya estamos.
Cierra los ojos y yo me acuesto boca abajo, es una mala costumbre que adquirí cuando apenas era una niña, no puedo dormir en otra posición.
Cierro los ojos e intento relajarme pero mis pensamientos no me dejan.
El calor, la incomodidad, y de paso tener que dormir con otra piel rozando la mía me causa... Una sensación que no sé como describir, pero no se siente mal del todo.
Empiezo a contar los número en mi cabeza, es lo que hago cuando no tengo sueño.
Uno... Dos... Tres, mis pensamientos se relajan y puedo sentir como viajó al mundo onírico.
Observó a mi al rededor y el mundo es sepia, miro a mi lado y la mano de Noah sostiene la mía.
Él no dice nada y yo tampoco, el reconocimiento y familiaridad de su mano, en este mundo desconocido me hace sentir mejor y simplemente no quiero sentirme rara.
El mundo onírico que presenciamos es como ver a través de un espejo o como el reflejo en cualquier parte.
Una sombra nos observa con sus ojos rojos desde la esquina de la habitación.