Capítulo 3
Había pasado dos días encerrada en mi habitación, no me sentía bien, había tratado horrible a las dos mujeres que solo se preocupaban por mí. Me levanté a regañadientes, arreglé un poco para poder salir de la habitación ya que mi espalda necesitaba curarse antes de que se infectara más de lo que ya debía estar, mi aspecto era peor que el de un cadáver andante. Salí en busca de Zar, debía hablar con ella por que lo necesitaba, habían miles de preguntas rondando en mi cabeza.
Caminé por el largo pasillo del segundo nivel de nuestra casa donde se encontraban todas las habitaciones de las chicas, bajé los escalones y seguí mi camino en dirección a la cocina, al entrar allí se encontraba nuestra bruja mayor. -Fedora, ¿Has visto a Zar?- Le pregunté. Fedora era como nuestra madre, siempre nos cuidaba, preparaba nuestras comidas, era como el orden en medio del caos en persona, sin ella esta casa sería un caos.
-Está en la habitación de pociones, mi niña.- respondió como siempre con su voz dulce llena de tranquilidad.
-Gracias.- le respondí con una sonrisa.
Seguí mi camino hasta la habitación imaginando un montón de situaciones que no deberían ser. Al entrar Zar estaba preparando alguna poción, el olor que había en el aire era sumamente extraño, creo que podría saber qué ingredientes tenía porque se podía sentir la amargura y tristeza, pero por las malas aprendí que no se debía suponer en las pociones, Zar siempre te debía confirmar los ingredientes. Traia uno de sus hermosos vestido negro, como siempre en tela de encaje, ajustado y realzando su figura, todo su largo y negro cabello se recogía en un elegante moño envuelto en lo alto de su cabeza acompañado con un pequeño cintillo dorado. Como siempre se veía tan deslumbrante..
- Zar, necesito curar esta quemadura.- me miró con una pequeña sonrisa.
- Estoy preparando una poción para curarte, estará lista en unas horas. Puedes sentarte en esa vieja mecedora mientras tanto.- Asentí mientras me sentaba en esa "vieja mecedora" que en cualquier momento se rendirá por tanto tiempo dejando que todos se le suban.
-¿Cómo te sientes?- preguntó Zar de espaldas a mí.
- Bien, creo. Conseguí lo que queríamos. - dije sarcásticamente. La escuche tomar un largo suspiro antes de hablar.
- Oye, ya sé que no te caigo bien. Pero sólo quiero lo mejor para ti.
-¿Si? ¿Gracias?- Sé que soy un desastre pero no quiero a nadie haciéndome sentir más miserable de lo que ya sabía era.-¿De dónde conoces a Abbadon, Zar?- le pregunté intentando que dejaramos de hablar sobre mi.
- Todos conocen al demonio Abbad, Giu.- pude sentir como se ponía nerviosa, cada que lo estaba su voz temblaba, como ahora.
- No soy tan tonta Zar, ustedes se conocen de algo más. En cuanto le mencioné tu nombre él cambió por completo. En un instante quería matarme, al segundo que menciono tu nombre se convirtió en otro.
- Él también fue mi maestro.- respondió cortante volviendo la mirada a su preparación dejándome sorprendida. ¡Pero si yo pensaba que Sandro era su mentor!
- No, él no era mi mentor.- dijo acabando de leer mis pensamientos. Zar tenía el poder de leer tu mente, también podía transportarse, levitar, y para mi uno de los que más quiero, la necromancia. A veces lo hacía, leía mi mente cuando lo creía muy necesario. No era algo que le gustaba hacer, decía que ella tenía un mundo demasiado grande en su cabeza y no le gustaría que nadie leyera sus pensamientos o recuerdos, por eso se evitaba el ir por ahí metiéndose en la cabeza de otros.
- ¿Tú y Sandro se conocieron con él?
-Sí y no.- ¿Entonces eran compañeros de hechicería? Dije para mis adentros. Pero sabía que había algo más.
- ¿Por qué Abbad no quiere saber de Sandro?- le pregunté.
- Eso no lo sé Giullet, puedes dejar de hacerme estas preguntas. Me estás incomodando. -Se removió y en la forma que tenía su espalda veía que estaba muy tensa, no se había volteado a mirarme a la cara pero imagino que debe tener la misma mirada que Abbad cuando la mencioné.
- Solo quiero saber si puedo mencionarte sin que él quiera meterse al río de las almas. Solo que no puede hacer eso porque él es inmortal, ¿no?
- Pregúntaselo a él.- Se dio la vuelta y tenía esa misma mirada de dolor. Me tendió un pequeño tubo de ensayo con un líquido azul dentro, seguro era una poción para la quemadura que deberé tomar junto con la otra.
- Tomate esto, mañana te tomarás esa que te estoy preparando. Para que esta funcione debes tomarte esa que te acabo de dar. Hazlo antes de dormir. Y pídele a Lai que te ayude a lavarla.- Y así sin más volvió a remover la poción que hervía en el caldero.
- Me gustaría que me contarás que hay entre ustedes dos.
- Sabes Giu, mi pasado solo me pertenece a mi, lo que hice en él es mí problema. Ahora no te metas en problemas por querer saber lo que no deberías. –Suspiro-. No todo se debe saber. Buenas noches Giullet. Así terminó esa conversación, en pocas palabras me dijo que no me meta en su vida. Salí un poco molesta de la habitación. Cerré la puerta de un portazo no sin antes escuchar a Zar volver a resoplar.