Narra Damián
Doy vueltas alrededor me preocupa muchas cosas y eso realmente me está afectando, me desespera porque no encuentro alguna noticia de mi querida esposa, lleva ahí y los médicos no me dicen nada, me da una sensación de impotencia, ella estaba bien hace unos días, pero vi que se había desmayado, fue que llega mi padre en compañía de mi madre.
— ¿Ya salió?
— no mamá y eso me preocupa
—no te desesperes
En ese momento el médico salió.
— y bien doctor ¿Que paso con mi esposa?
— Señor todo está bien si esposa solo sufrió una descomposición. Dígame ¿Ella se ha alimentado bien?
— Si. Pero no entiendo que tuve que ver con su desmayo.
—Sus niveles están bajos ella debería estar comiendo bien. Además por su condición debería estar por encima de lo normal.
— Es que verás mi esposa a veces es un poco terca con ello.
— Aún así debe tener cuidado con ello señor. Porque si esposa está embarazada.
— ¿Embarazada? No entiendo.
Continuando con el relato de Damián:
— ¿Embarazada? No entiendo.
La palabra resonó en mis oídos como un eco aturdidor. El médico me miraba con una leve sonrisa, mientras mis padres se acercaban, expectantes.
— Así es, señor. Su esposa tiene aproximadamente seis semanas de gestación. El desmayo fue una señal de que debe cuidarse mucho. Es común al inicio del embarazo que los niveles de azúcar bajen o que el cuerpo experimente cambios que lleven a estos episodios, especialmente si no se está alimentando correctamente. Es crucial que ella empiece a tomar vitaminas prenatales y a tener una dieta balanceada.
Me quedé completamente inmóvil, procesando la información. Mi esposa... ¿embarazada? Sentí una mezcla inmensa de sorpresa, alegría desbordante y pánico absoluto. Iba a ser padre.
Mi madre fue la primera en reaccionar. Soltó un grito ahogado de emoción y me abrazó con fuerza.
— ¡Oh, Damián! ¡Un nieto! ¡Vamos a ser abuelos otra vez! ¡Qué maravilla!
Mi padre, aunque más sereno, puso una mano en mi hombro, sus ojos brillando de orgullo.
— Felicidades, hijo. Es una gran noticia.
— Pero... doctor... ¿ella y el bebé están bien? — conseguí articular, mi voz apenas un susurro.
— Ambos están perfectamente bien, por ahora. Pero insisto, señor, el reposo y la buena alimentación son vitales. Ella se quedará en observación un par de horas más, y si todo sigue normal, podrá irse a casa esta noche. Solo necesitan cuidarse mucho.
Asentí, mi mente aún dando vueltas. Embarazada. Un hijo. Miré hacia la puerta de la habitación donde estaba ella, y de repente, la preocupación que me había consumido dio paso a una felicidad que no cabía en mi pecho. Tendría que hablar con mi esposa, asegurarme de que ella entendiera la importancia de cuidarse. La terca de mi vida iba a ser madre.
El médico se despidió y se fue. Mis padres se dedicaron a hacer planes y a felicitarme efusivamente. Yo solo podía pensar en el momento en que pudiera verla y decirle lo feliz que me hacía esta noticia.
Entré en silencio. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz tenue de una lámpara junto a la cama. Emily tenía los ojos cerrados, su respiración era suave, pausada. Me quedé mirándola unos segundos, intentando grabar ese instante: su rostro sereno, el leve movimiento de su pecho, la vida que ahora sabía que crecía dentro de ella.
Me acerqué despacio y tomé su mano. Ella la apretó débilmente, abriendo los ojos con una sonrisa cansada.
—Hola… —susurró.
—Hola, amor —le respondí, intentando contener la emoción que me subía por la garganta.
—¿Qué pasó? El doctor no me ha dicho mucho… solo que me desmayé.
Me senté junto a ella, sin soltarle la mano.
—Sí, te desmayaste. Pero estás bien… y hay algo más.
Su ceño se frunció, buscándome con la mirada.
—¿Algo más? ¿Qué pasa, Damián? Me asustas.
Tragué saliva. No sabía cómo decirlo, cómo transformar una noticia tan inmensa en palabras simples. Al final, lo solté, casi en un suspiro.
—Emily… estás embarazada.
Ella me miró en silencio. Su expresión fue un mosaico de sorpresa, incredulidad y, poco a poco, una chispa de emoción que fue creciendo en sus ojos.
—¿Embarazada? —repitió, igual que yo había hecho antes—. No… ¿de verdad?
Asentí con una sonrisa.
—El médico dice que tienes seis semanas. El desmayo fue por eso, por los cambios… y porque no has estado comiendo bien.
Sus labios temblaron. De pronto, las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas.
—No puedo creerlo —susurró—. Un bebé, Damián… nuestro bebé.
Tomé su rostro entre mis manos.
—Sí. Nuestro bebé.
Nos quedamos así, mirándonos, riendo entre lágrimas. Era como si el miedo, la preocupación y todo lo demás se disolvieran en ese instante. Solo existía ella, y la promesa de una nueva vida que venía en camino.
Mi madre asomó la cabeza por la puerta, sonriendo de oreja a oreja.
—¿Puedo pasar?
—Claro, mamá —respondí sin soltar la mano de Emily.
Entró despacio, seguida de mi padre. Se acercaron a la cama y mi madre, con lágrimas en los ojos, acarició la frente de Emily.
—Felicitaciones, hija. Vas a ser una gran madre.
Emily sonrió débilmente.
—Gracias… todavía no lo asimilo.
Mi padre nos miró con esa mezcla de orgullo y ternura que pocas veces le había visto.
—Disfruten este momento —dijo—. La vida no siempre avisa cuando va a cambiar, pero a veces… lo hace para bien.
Esa noche, mientras la veía descansar, comprendí que todo había cambiado. La preocupación de la mañana se había convertido en esperanza.
Emily y yo habíamos comenzado un nuevo capítulo, uno que, aunque lleno de incertidumbres, prometía ser el más hermoso de todos.
¡Excelente! Continuemos la historia con un nuevo capítulo que se centre en los primeros ajustes de Damián y Emily a la noticia y la primera visita médica.
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Editado: 06.12.2025