Lola me espera pacientemente en el sillón mientras termino de arreglarme frente al espejo. Admito que ir a la fiesta probablemente me ayude a despejarme un poco, a distraerme de todo lo que me está pesando en la cabeza. Mi mente es un desastre emocional, llena de pensamientos que se chocan entre sí, pero hay una idea que se mantiene firme entre todo ese caos: quiero hablar con Stevan. Quiero dejar de dar tantas vueltas, dejar de huir de lo que siento y, al fin, cerrar este ciclo infinito de pésima comunicación.
Cuando termino de acomodar mi cabello, me doy la vuelta y veo que Lola me sonríe con complicidad al escucharme decir que ya estoy lista. Esa sonrisa suya siempre logra transmitirme calma, aunque por dentro esté hecha un nudo. Miro la hora en el reloj de la pared y un pensamiento se me cruza como un relámpago: ¿dónde estaba Melany? Por alguna razón todavía no había llegado del colegio, y lo último que supe de ella fue aquella llamada cortante que me dejó una sensación amarga en el estómago.
Nos subimos al auto con un grupo de chicos de quinto, conocidos míos pero amigos de verdad de Lola. Ellos llenan el silencio con risas y bromas internas que no alcanzo a entender del todo, y aunque intento sonreír, me siento un poco fuera de lugar. El ruido de sus voces me envuelve hasta que algo logra sacarme de esa incomodidad: mi celular vibra dentro de la cartera.
Lo saco y, al ver la pantalla, una sonrisa se me escapa sin poder evitarlo.
“¿Ya están viniendo?”
Ese simple mensaje me revuelve el estómago, como si la expectativa y el miedo se mezclaran en un mismo instante. El chico rubio que está sentado a mi lado se inclina curioso y pregunta:
—¿Tu novio?
Me muerdo el labio y respondo evasiva:
—Es… complicado.
El que maneja suelta una risa burlona, casi incrédula.
—¿Complicado cómo?
Respiro hondo, sosteniendo la mirada en la ventanilla donde las luces de la ciudad empiezan a pasar veloces, como si el tiempo pasara rápido. Finalmente murmuro:
—Los dos nos gustamos, los dos queremos estar juntos… pero siempre hay algo, una razón, un obstáculo que aparece y nos detiene.
Por un instante nadie dice nada. El auto sigue su curso entre las calles iluminadas, y siento que mis palabras quedaron flotando en el aire, más pesadas de lo que esperaba.
—¿Y vos estás segura que él siente lo mismo que vos y que no es…ya sabes, ganas de...? —pregunta el rubio, tomando un sorbo de una petaca pasada por otro chico sentado de acompañante.
—Creo que sí. O por lo menos eso dió a entender la última vez que hablamos, — o por lo menos eso creía. Estaba convencida que Stevan por fin sentía algo por mí, que mi crush de toda la vida por fin me vió como más que una amiga, pero nunca me puse a pensar si lo que él siente es real como lo que siento yo, o si no es más que simple lujuria. ¿Qué pasaría si todo esto es solo para sacarse de la cabeza a la otra chica?
El rubio ríe por lo bajo, —Solo hay una manera de averiguarlo, —me dice con una sonrisa.
—¿Y cómo sería eso? —le pregunto, pero mi pregunta no es contestada, ya que llegamos a la fiesta y el auto se detiene.
Los dos chicos de adelante bajan junto al rubio. Lola me sonríe y bajo junto a ella. El ambiente todavía se estaba formando. La gente estaba llegando, dejando los autos donde encontraban lugar y entrando con botellas en las manos.
Pierdo de vista al rubio de quinto, así que busco con la vista a Logan. Puede ser que mi cabeza esté confundida sobre Stevan y como todo esto pasó tan rápido, pero necesito saber si por lo menos a él le salieron las cosas como debían.
No lo encuentro por ningún lado, ni a Logan, Melany o Stevan. Ni siquiera a Rita. Decido esperar un poco, tal vez todavía era temprano.
La previa comienza. Me cruzo con algunos amigos de Stevan y Logan. Junto a Lola y Josie bebemos, mezclando botellas sintiendo como el ardor quema mi garganta.
Siento en mis manos un leve cosquilleo. La música ya es intensa y la gente parece multiplicarse.
Veo como Rita y Mel pasan por el umbral de la puerta.
—¡Por fin llegaste! —exclamo.
—Sí, decime un cosita, ¿vos sos estúpida por naturalidad o te haces? —me contesta Mel, obviamente enojada.
—¿Ahora qué hice? ¡Dios mió, que amargada! —le contesto, alejándome con Lola, Josie y unas chicas más.
Puedo discutir con ella mañana. Hoy prefiero divertirme. Aunque me divertiría más si Stevan estuviera acá conmigo. Mis sentidos se sienten levemente nublados. Bailo junto a las chicas y veo como los chicos de quinto se acercan saludándonos.
El rubio del auto se me acerca.
—Nunca terminamos nuestra charla, —le digo al oído.
Él sonríe, —La única manera de averiguar si realmente siente algo es poniéndolo celoso.
—¿Qué?
—Escucha, si yo viera a la chica que me gusta con otro chico no dudaría ni dos segundos en acercarme y apartarlo de una piña.
Y tenía un punto. Cuando hablé con Logan me dijo lo mismo: Stevan no soporta los celos.
—¿Está acá? —me pregunta el rubio. Giro mi cabeza disimuladamente. Veo a Stevan bebiendo de un vaso, rodeado de un grupo de chicos. Asiento, —Bien, seguime la corriente.
El chico procede a posar una de sus manos sobre mi cadera, pegando mi cuerpo al suyo.
—¿Qué estás haciendo?
—No te preocupes. Le doy tres segundos para que nos vea juntos, y cinco segundos para acercarse y apartarme de vos.
Y dicho eso bailamos junto a la música. Trato de no pegarme tanto a él, pero puedo ver como Stevan nos mira, como bebe de su vaso y observa la escena.
Todo iba bien hasta que Melany también entra en mi campo de visión, interrumpiendo la situación.
—¡Hermanita! Ahí estás! —le digo, diciéndole al rubio que lo voy a ver más tarde. —No se que te habrá dicho el enfermo ese para que te pongas mal, pero…
—¡Pero qué importa el bobo ese! Después voy a hablar con él y hacerlo entrar en razón, —contesto. No estoy segura si esto se refiere a Logan o a Nick, pero estoy segura que los dos tienen que alinear sus patos y dejar de dar tantas vueltas.