Secretos del Corazón

Capítulo 13

Nick da un par de vueltas con la cuchara dentro de su café, como si pensara si debía hablar o no. Finalmente me mira.
—¿Querés que te diga algo? —pregunta.

—¿Qué? —respondo, secándome las lágrimas con el dorso de la mano.

—Yo también hice mierda una relación por no ser sincero. —su voz es baja, casi cansada—. Con tu hermana, con Mel… no supe cómo manejarlo y terminé lastimándola.

Lo miro, sorprendida. Nick nunca hablaba de eso. Siempre era un tema prohibido en casa, como una herida que nadie quería tocar.

—No te voy a dar excusas porque no las hay. —continúa—. La cagué, y mucho. Pero si aprendí algo es que las mentiras nunca desaparecen. Tarde o temprano salen a la luz y te explotan en la cara.

Muerdo mi labio, intentando procesar lo que dice.
—¿Entonces pensás que debería hablar con él?

Nick niega con la cabeza.
—No. Pienso que tenés que hablar con vos misma primero. ¿Qué querés hacer con esa relación? ¿Qué querés permitir y qué no? Porque si lo enfrentás ahora, sin estar segura, solo va a doler más.

Juego con la taza caliente entre mis manos, observando cómo el vapor sube en espirales. Me gustaría que la vida fuera tan simple como elegir entre tomar o no un sorbo de café, pero no lo es.

—Siempre fue Mel. —digo en voz baja, casi un susurro—. Todos la miran a ella primero. Y yo… yo me quedo como el segundo plato.

Nick arquea una ceja.
—Eso no es cierto. —dice con firmeza—. Pero aunque lo fuera, ¿qué importa? ¿De verdad vas a medir tu valor por cómo alguien más te compara?

Me quedo callada. Nadie me lo había dicho así, tan de frente.

—Mirá, Suz. —apoya el codo en la mesa, inclinándose un poco hacia mí—. No soy la mejor persona para dar consejos, pero si te sirve: no tenés que ser “mejor que Mel” para que alguien te quiera. No tenés que competir con nadie. Sos suficiente por vos misma. Y si alguien no lo ve… que se joda.

Una risa se me escapa, chiquita, rota, pero sincera.
—Sos menos idiota de lo que pareces.

—Lo sé. —contesta él, con una media sonrisa.

Nos quedamos en silencio unos segundos, tomando el café. El bullicio de la cafetería nos envuelve como un escudo, protegiéndome de los pensamientos que me persiguen desde el vestuario.

No sé qué va a pasar mañana. No sé qué va a pasar con Stevan, ni conmigo, ni con nada. Pero en este momento, sentada en esta mesa con alguien que me escucha sin juzgar, siento por fin que puedo volver a respirar.

Cuando terminamos el café, siento el cansancio caerme encima como una manta pesada. Ya no tengo fuerzas para seguir hablando ni pensando. Levanto la vista y le digo a Nick en un susurro:
—¿Me podés llevar a casa?

Él asiente, sin hacer preguntas. Pagamos y salimos a la calle, donde la brisa de la tarde me despeina el pelo húmedo por las lágrimas.

El camino de vuelta es silencioso. Me aferro al cinturón de seguridad como si fuera lo único que me mantiene en pie. Cuando finalmente estaciona frente a mi casa, lo miro, con los ojos ardiendo de nuevo.
—Gracias, Nick. Por escucharme. Por no juzgarme. Por todo.

Él solo hace un gesto con la cabeza, como diciendo “no es nada”, aunque sé que sí lo es.

Al bajar, siento ese nudo en el estómago otra vez. Las lágrimas me traicionan y caen por mis mejillas. Nick, que todavía no había arrancado el auto, lo nota. Baja, se acerca y me abraza, fuerte, como si quisiera contener todos los pedazos que siento que se me rompen adentro.

Y justo en ese instante, escucho pasos detrás de mí.
—¿Qué carajo es esto? —la voz de Logan corta el aire como un cuchillo.

Me giro sobresaltada. Logan me mira con los ojos desorbitados: primero a mí llorando, después a Nick abrazándome. Su cara se transforma en puro enojo.
—¿Qué hacés con ella? —le gruñe a Nick, y sin esperar respuesta lo empuja hacia atrás.

—¡Logan, pará! —grito, interponiéndome entre los dos.

—¿Qué mierda pasa acá, Suz? ¿Por qué estás llorando? ¿Por qué este tipo está acá? —me dispara preguntas, una tras otra, sin darme tiempo a respirar.

Me limpio la cara con las manos, temblando.
—No es lo que pensás. Nick solo me estaba ayudando. Nada más.

Logan mira de reojo a Nick, con los puños apretados. El ambiente se carga de tensión, como si cualquiera de los dos pudiera explotar.

Nick suspira, levanta las manos en señal de calma y me lanza una última mirada, como queriendo asegurarse de que voy a estar bien.
—Me voy. —dice, serio, y se da vuelta hacia su auto.

Lo veo marcharse mientras el motor se pierde en la calle. Me quedo sola con Logan, que todavía respira agitado, confundido y herido.

—¿Sabe Melany de esto?

—No hay “esto” Logan. Cálmate, ¿si?

Entro a casa deseando que Melany no se encontrara dentro. No quiero hablar con nadie. No quiero tener que explicar la razón por la que estoy así, pero Logan no me permite estar sola. Me acompaña a mi cuarto,

—Voy a mandarle un mensaje a Mel, ¿si? —me dice suavemente. Era el hermano de Stevan, era obvio que se iba a poner de su lado.

No quería generar más conflicto. Así que dejo que le hable. No tardaron ni dos segundos en llegar. Rita y Melany. Escucho sus voces al hablar con Logan. Me acerco al umbral de mi cuarto. Melany no tarda ni dos segundos en envolverme en un abrazo.

—¿Qué pasó? —me pregunta.

Las palabras salen solas, —Stevan… él… me dijo cosas súper hirientes. No sé qué hacer. Ayúdame, por favor.

—Lo voy a matar —escucho que dice Logan detrás de Mel.

—Logan… —le dice mi hermana.

—No sé qué le dijo, pero es obvio que no está bien. Lo voy a estrangular, te juro.

Mel me sigue sosteniendo, escuchando a Rita y Logan.

—Primero calmate. Necesito que estés conmigo, no que salgas a pelearte con tu hermano —dice con firmeza—. Tenemos que ayudarla. Eso es lo único importante ahora.

—¿Qué fue exactamente lo que te dijo que te lastimó tanto? ¿Podés contarnos? —pregunta. Dudo si contarle la verdad o no, pero la necesitaba. Necesitaba a mi hermana.




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