Capítulo siete: Ecos del vientre

La cabaña de los Guardianes, oculta en el abrazo ancestral del Pantano Ross, se había convertido en un santuario, un refugio para Lourdes y Harry. El aire olía a tierra húmeda y hierbas curativas, un bálsamo para sus cuerpos y almas. Los días se deslizaron en una bruma de recuperación, sus heridas físicas sanando lentamente bajo los cuidados expertos de Meredith, mientras que las cicatrices emocionales, profundas y complejas, comenzaban a cerrarse con el apoyo silencioso de Eleanor Douglas y la sabiduría milenaria de los Guardianes.

Harry, aunque el drenaje de su energía vital lo había dejado débil y con una palidez persistente, sentía una libertad que nunca antes había conocido. La marca de la "Q" de sangre había desaparecido de su frente, no solo físicamente, sino también de su psique. El yugo de su linaje, la carga de un destino preescrito por la oscuridad de los Queen, se había levantado. Pasaba horas al lado de Lourdes, su mano entrelazada con la suya, sus ojos fijos en el suave abultamiento de su vientre. El bebé, su hijo, era ahora un símbolo de su nueva vida, de la victoria sobre la oscuridad. Le contaba historias, susurraba promesas, y a veces, simplemente sentía la vida que crecía dentro de ella, una conexión que lo anclaba a la esperanza.

Lourdes, por su parte, se recuperaba con una fortaleza sorprendente. La rama de roble, el amuleto que Meredith le había dado y que se había convertido en el catalizador de la purificación del jacarandá, ahora descansaba sobre la pequeña mesita de noche junto a su cama. Lo tocaba a menudo, sintiendo la energía cálida y protectora que emanaba de él. El recuerdo de lo que había hecho en la cueva, de la luz verde que había disipado la oscuridad violeta, la llenaba de un sentido de propósito. Ella, una mujer que había crecido en la aparente normalidad del mundo exterior, ahora era consciente de un poder que trascendía lo material, una conexión con la vida misma del pantano. Las patadas de su bebé en su vientre eran más frecuentes, más fuertes, un recordatorio constante de la vida que había protegido y del milagro que estaba por venir.

Eleanor Douglas, la matriarca de los Guardianes, pasaba tiempo con ellos, compartiendo la historia secreta de Hope y el Pantano Ross. Les habló de los ciclos del jacarandá, cómo cada floración marcaba un período de intensa actividad energética, y cómo los Queen habían corrompido esos ciclos para sus propios fines. Les explicó que el "Consumidor" no era una entidad con conciencia propia, sino una manifestación parasitaria de la codicia y el miedo, alimentada por el sufrimiento humano y la energía etérica drenada del pantano. Los Queen, a través de sus rituales, no solo sacrificaban vidas, sino que también absorbían la esencia vital del propio ecosistema, debilitándolo y enfermándolo. Lourdes recordó los días de calor opresivo antes de su primer aborto, la enfermedad de los animales del pantano, el hedor a putrefacción. Todo era parte de la misma corrupción.

—Durante generaciones, los Queen buscaron un primogénito puro, un catalizador supremo para el Consumidor —explicó Eleanor una tarde, mientras el crepitar del fuego llenaba la cabaña—. Tu abuelo, Harry, fue el último intento antes de tu nacimiento. Él se resistió, como tú. Fue el primer primogénito varón en mucho tiempo. Los Queen lo creyeron un fracaso, su energía fue insuficiente para una manifestación completa del Consumidor, pero su sufrimiento sentó las bases para el siguiente ciclo. Cuando tu madre, Nora, descubrió tu existencia, Harry, creyó haber encontrado la clave. Y cuando Lourdes quedó embarazada de su primer hijo, el verdadero plan se puso en marcha. Querían usar la energía de dos primogénitos Queen, padre e hijo, para asegurar el despertar completo del Consumidor. Tu acto, Lourdes, no solo purificó el árbol, sino que también cortó esa conexión.

Lourdes escuchó con horror, dándose cuenta de la profundidad de la manipulación de los Queen. Su primer aborto no fue una tragedia, sino un intento de ritual, una violación de su cuerpo y de la vida que llevaba dentro. Sintió una punzada de ira, pero también una profunda gratitud por haberlo detenido.

Los Guardianes, un grupo diverso de hombres y mujeres de todas las edades, eran los custodios del equilibrio. Eleanor les explicó que no eran una organización militante, sino protectores silenciosos, dedicados a contrarrestar la influencia de los Queen y a sanar el pantano. Su conocimiento provenía de una tradición oral transmitida de generación en generación, y de una profunda conexión con la naturaleza. Le mostraron a Lourdes viejos pergaminos y mapas, que detallaban los flujos de energía del pantano, los puntos de convergencia, e incluso, las ubicaciones de otros árboles jacarandá que los Queen habían intentado corromper en el pasado.

—Nora y Elías están contenidos —dijo Eleanor un día, su voz grave—. Sus recuerdos han sido… modificados. No recordarán el Consumidor ni el ritual. Su poder se ha desvanecido. Vivirán sus días como ancianos comunes, sus mentes incapaces de comprender la energía del pantano. Es una forma de justicia, y la única garantía de que no volverán a causar daño. Otros miembros de la secta Queen que los apoyaban también han sido neutralizados. Algunos fueron simplemente despojados de su conexión con la energía, otros, los más fanáticos, serán reeducados por los Guardianes, si es posible.

Harry sintió una extraña mezcla de alivio y una tristeza profunda por sus padres. Eran víctimas de su propia ambición, de una tradición ancestral perversa. Ahora eran cascarones vacíos, despojados de lo que definía su existencia. Era un destino cruel, pero necesario.

Mientras la paz, aunque frágil, comenzaba a asentarse en el Pantano Ross, las repercusiones del ritual fallido de los Queen resonaban en las esferas más altas del poder mundial. El "choque energético" causado por la purificación del jacarandá por Lourdes había desestabilizado la red invisible que los Queen habían manipulado durante siglos.