Secretos del pantano Ross: Raíz de Jacaranda

Capítulo once: La lucha de almas

La cabaña de los Guardianes, una vez un refugio, ahora se sentía como una fortaleza sitiada, no por enemigos visibles, sino por las sombras de un pasado resurgido y las tensiones internas que carcomían a sus protectores. La confesión de Eleanor había abierto una herida profunda, revelando no solo el sacrificio de su hermana en el pervertido Ritual del Fénix de los Queen, sino también la magnitud de su propio autosacrificio para proteger a Lourdes y al bebé. La voz de Silas, cargada de desconfianza y dolor, resonaba en el aire, una cuña que se clavaba entre la unidad de los Guardianes.

Lourdes y Harry se retiraron a su rincón de la cabaña, el silencio entre ellos más pesado que cualquier palabra. Lourdes se llevó la mano a su vientre, sintiendo el leve latido de su hijo, que ahora parecía danzar entre una luz suave y una sombra fría. La revelación de que el fragmento del Consumidor estaba intentando infectar a la entidad naciente, al espíritu purificado del abuelo de Harry, la llenaba de una angustia paralizante. Era una lucha que se libraba en su propio cuerpo, en el santuario de la vida. El hecho de que Eleanor estuviera muriendo lentamente para mantener esa oscuridad a raya era una carga insoportable.

Harry, por su parte, sentía la culpa como una losa. Su linaje, el nombre Queen, era la fuente de tanto dolor. Su abuelo, un mártir, su padre, Elias, y su madre, Nora, corruptos por el poder, y ahora su hijo, un campo de batalla para la misma maldad que había plagado a su familia durante generaciones. Quería gritar, quería luchar, pero se sentía impotente, incapaz de proteger a quienes más amaba. El entrenamiento con Eleanor se había intensificado, pero cada vez que intentaba proyectar su energía, sentía la resistencia del Consumidor, un vacío que intentaba drenarlo. Su cuerpo aún se recuperaba de las secuelas del drenaje en la cueva, y la nueva amenaza lo debilitaba. La "Q" había desaparecido de su frente, pero la sombra de su apellido era más densa que nunca.

Eleanor, tras la confrontación con Silas, se retiró a su lecho, más agotada de lo habitual. Meredith la cuidaba con un celo silencioso, susurrándole palabras de aliento mientras le administraba tónicos y bálsamos. La tensión era palpable entre los Guardianes. Silas, aunque guardaba silencio, su mirada seguía fijándose en Lourdes con una desconfianza abierta, y otros Guardianes más jóvenes, que no habían vivido los horrores del Ritual del Fénix, empezaron a murmurar. La figura de Eleanor, siempre tan fuerte, ahora se veía frágil, y eso sembraba la duda.

En los días que siguieron, Eleanor, a pesar de su creciente debilidad, dedicó sus últimas fuerzas a desentrañar el misterio de la entidad naciente y el fragmento corruptor. Había una profecía antigua de los Guardianes, un texto críptico que hablaba de un "amanecer blanco" y un "niño del jacarandá", pero también de una "sombra que se aferra al primer aliento".

—La profecía es ambivalente —explicó Eleanor con voz débil, mientras Harry y Lourdes estaban sentados a su lado, sus rostros preocupados—. Habla de un gran poder que nacerá del jacarandá purificado, una nueva era de equilibrio. Pero también advierte que la oscuridad nunca se rinde fácilmente. El fragmento del Consumidor busca devorar la luz, como un parásito se aferra a su anfitrión. Quiere consumir la entidad naciente y a vuestro hijo, para manifestarse de nuevo, más poderoso que antes, y esta vez, a través de una conciencia pura. Será la consumación perfecta, la oscuridad encarnada en la luz.

Lourdes sintió náuseas.

—¿Hay alguna forma de separarlos? ¿De purificar el fragmento sin dañar al bebé?

Eleanor cerró los ojos, concentrándose.

—El jacarandá blanco es la clave. Su luz es la única que puede purificar esa oscuridad. Pero la entidad naciente, el espíritu de tu abuelo, está ligada al bebé. Separarlos podría… podría dañar al niño. O destruir a la entidad. Y la entidad es la que lucha contra el fragmento del Consumidor dentro de ti.

La situación era un dilema sin solución aparente. Intentar separar el fragmento del Consumidor podría dañar al bebé o a la entidad protectora, pero dejarlo, significaba arriesgarse a que la oscuridad prevaleciera. El "latido del vacío" de Lourdes se hacía cada vez más perceptible, y Harry, con sus nuevas habilidades, podía sentir la sutil vibración discordante en el vientre de su esposa, una nota disonante en la sinfonía de la vida.

Mientras tanto, en el mundo exterior, el caos continuaba escalando. Los líderes mundiales, privados de su fuente de energía y control, se hundían más profundamente en la desesperación. La ceguera del sufrimiento los había vuelto ciegos a la realidad del pueblo, y en su ceguera, cometían errores tras errores, alimentando el descontento y la anarquía.

El Presidente de los Estados Unidos, en su búnker secreto, se obsesionó con la idea de encontrar una nueva fuente de poder. Sus "rituales" se hicieron más elaborados, sus asesores más oscuros. Había establecido contacto con una secta clandestina de ocultistas que se hacían llamar los "Forjadores de Realidades". Estos Forjadores, a diferencia de los Queen que manipulaban el sufrimiento, buscaban moldear la realidad a través del control de los sueños colectivos. El Consumidor, al ser una manifestación del miedo y la codicia, era una fuente de energía, pero los Forjadores buscaban un poder más sutil: el control de la percepción. Convencieron al Presidente de que el jacarandá blanco, ahora purificado y una fuente de energía etérica inmensa, era el "portal" que podía abrir las puertas a la creación de una nueva realidad, una que él controlaría por completo. Querían acceder al jacarandá, no para corromperlo, sino para "reorientar" su energía hacia sus propios fines.

El líder supremo de China, ante la creciente inestabilidad interna, recurrió a medidas aún más extremas. Se rumoreaba que había reactivado antiguos proyectos de investigación, buscando una forma de "proyectar la voluntad" a través de la población. Su objetivo no era solo reprimir, sino subyugar las mentes de sus ciudadanos, anular su libre albedrío. Había establecido una red de espionaje global que no solo monitoreaba las comunicaciones, sino que también buscaba artefactos místicos y lugares de poder etérico. El Pantano Ross, con la explosión de energía del jacarandá, había aparecido en sus radares. Se mencionaba en informes ultrasecretos como una "anomalía energética de alto valor estratégico".




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