La mansión Queen se cernía sobre Harry como una sombra viviente, cada piedra, cada pasillo, resonando con el eco de la manipulación y la oscuridad. Lourdes, sedada y vulnerable, yacía en esa lujosa pero opresiva suite, su vientre abultado, el punto focal de la depravación de los Queen. Los "científicos" de la secta, con sus batas blancas y ojos vacíos, se movían con una eficiencia escalofriante, monitoreando cada latido del corazón de Lourdes, cada espasmo de su cuerpo, cada fluctuación de la energía que emanaba de ella. Estaban preparándose para el evento, no como el nacimiento de una nueva vida, sino como un experimento, la culminación de siglos de ambición.
Harry, confinado en su antigua habitación, sentía la impotencia como un veneno lento que le corroía el alma. La culpa por su traición, por haber entregado a Lourdes a las fauces de sus padres, lo carcomía. Se aferraba a la débil esperanza de que había hecho lo correcto, que era la única forma de salvar al bebé de la infección total del Consumidor. Pero cada hora que pasaba en esa mansión gélida le susurraba una verdad más oscura: había caído en la trampa del Gran Consejero Queen. La "ayuda" que le habían prometido sus padres era una forma de control, una perversión de la vida misma.
El colgante Queen, aún en su poder, era un recordatorio constante de su herencia y de la herramienta que había usado. Intentó comunicarse con Lourdes, enviar un mensaje, una disculpa, pero las barreras etéricas de la mansión eran inquebrantables. Estaba atrapado, un prisionero de su propia desesperación.
Los gritos de Lourdes llegaron a Harry como un lamento lejano, perforando las paredes de su habitación. El parto había comenzado. Harry se levantó de un salto, una mezcla de terror y una desesperada necesidad de estar a su lado inundándolo. Intentó salir de la habitación, pero la puerta estaba sellada, bloqueada por una fuerza invisible. La voz de Elias, amplificada por los altavoces internos de la mansión, resonó con una fría calma.
—No intentes nada, Harry. Este es un momento sagrado para la familia Queen. El Consumidor busca un nuevo anfitrión. Y nosotros lo guiaremos.
El tiempo se estiró y se contrajo en la agonía del parto. Harry, a pesar de estar separado por muros de piedra y barreras etéricas, podía sentir la lucha de Lourdes, el dolor, pero también la feroz resistencia de la entidad naciente. La luz purificada del abuelo de Harry se negaba a ceder, luchando contra el fragmento del Consumidor, un choque de voluntades en el vientre de Lourdes.
Finalmente, después de lo que parecieron horas interminables, el silencio se apoderó de la mansión. No un silencio de paz, sino uno de anticipación, un silencio opresivo. Luego, un llanto. El llanto de un bebé. El sonido más hermoso y más terrible que Harry había escuchado en su vida. Había nacido.
La puerta de su habitación se abrió de repente, revelando a Elias. Su padre no mostraba emoción alguna, su rostro demacrado y sus ojos hundidos.
—El niño ha nacido —dijo Elias, su voz monótona—. La hemos estabilizado. El Consumidor… es más fuerte de lo que esperábamos. La conexión con la entidad purificada es… inusual. Vienen a buscarte.
Harry no tuvo tiempo de reaccionar. Dos "limpiadores" Queen lo agarraron por los brazos, sus agarres firmes y sin concesiones. Lo arrastraron por los pasillos opresivos de la mansión, pasillos que le traían ecos de pesadilla de su infancia, hasta la suite donde Lourdes había dado a luz.
La escena que encontró era de una belleza macabra. Lourdes, pálida y exhausta, yacía en la cama. A su lado, envuelto en una manta, estaba el bebé. Un niño. El hijo de Harry y Lourdes. Su piel era tan pura, tan inocente, pero Harry sintió una vibración sutil, una dualidad en su esencia, la luz del abuelo de Harry y la sombra del fragmento del Consumidor danzando en su interior. Los ojos del bebé, de un azul profundo como el jacarandá, parecían contener tanto la luz como la oscuridad.
Nora estaba de pie junto a la cama, sus ojos vacíos fijos en el bebé. No había el menor rastro de amor maternal en su rostro, solo una fría fascinación, una curiosidad científica.
—Es una maravilla de la creación etérica —dijo Nora, su voz un susurro seco y distante, como el crujir de hojas muertas—. La purificación del jacarandá, la persistencia del fragmento, la entidad naciente… todo ha confluido. Este niño no es un ancla para el Consumidor. Es el Consumidor mismo, pero… con conciencia. Con la capacidad de elegir. Una conciencia pura. El verdadero objetivo del Gran Consejero Queen.
Harry se acercó, luchando contra los "limpiadores".
—¡Suéltenme! ¡Lourdes! ¡Mi hijo!
Nora apenas lo miró.
—Demasiado débil para ser un recipiente puro. La purificación del jacarandá lo hizo más fuerte, sí. Pero la resistencia de la entidad purificada lo ha dejado… dividido. No podemos permitir que esta dualidad se mantenga. El Consumidor debe ser único. Debe ser… completo.
El corazón de Harry se heló. Comprendió el verdadero plan. No querían salvar al bebé. Querían fusionar el fragmento del Consumidor con la entidad naciente, pero de forma controlada, para crear un Consumidor puro, con la capacidad de elección, un Consumidor que serviría a los Queen sin el caos del original. Y la clave para ello era la eliminación de una de las dos fuerzas, o la eliminación del ancla externa que las mantenía en equilibrio.
Nora se giró hacia Harry, sus ojos sin vida se encontraron con los suyos. En su mano, un brillo metálico. Un cuchillo. No un cuchillo ceremonial, sino una hoja de acero fina y afilada, diseñada para la precisión. Harry reconoció ese cuchillo. Era el que se usaba en los rituales menores de la secta, para liberar energías.
—Solo hay una forma de estabilizarlo —dijo Nora, su voz sin emoción, mientras levantaba el cuchillo. La luz fría del metal se reflejó en sus ojos vacíos—. La conexión con la madre debe romperse. La fuerza vital que lo une a este plano debe ser… purificada a través del sacrificio. O la entidad naciente se liberará y el Consumidor nunca será nuestro.
#405 en Detective
#304 en Novela negra
#1903 en Otros
#354 en Novela histórica
embarazo millonario y diferencia de edad, dolor carcel eterna condenas y miedo, matrimonio arreglado celos
Editado: 10.07.2025