El aire en la mesa del ritual, impregnado del hedor a sedante y de la expectación helada de los líderes, se tensó hasta el punto de ruptura. Nora Queen, con el cuchillo de obsidiana brillando con una luz oscura en su mano, se inclinó sobre el cuerpo inerte de su propio hijo. Sus ojos, vacíos de remordimiento, observaban con una frialdad perturbadora la mano de Harry, la misma mano que había sostenido la de Lourdes en sus últimos momentos, la misma mano que había sentido el frío acero del sacrificio. La ambición de los Queen no había sido redefinida por la luz del Eje Inquebrantable; había sido forjada en una resolución aún más implacable.
—Lo siento, hijo —susurró Nora, su voz era un hilo apenas audible que se perdió en el silencio tenso de la sala. No había pesar en su tono, solo una resignación mecánica, como si las palabras fueran un simple formalismo—. No me has dejado otra opción.
Con una precisión escalofriante, el cuchillo de obsidiana descendió. No buscaba un órgano vital, sino la mano de Harry, la fuente de su conexión. La hoja cortó la piel, abriendo una herida limpia. Un hilo de sangre, un rojo intenso y vibrante, brotó de la incisión, deslizándose por la superficie oscura de la mesa del ritual. Harry, aún bajo el efecto del sedante, no se movió, una marioneta inerte en el cruel juego de sus padres.
La sangre de Harry no se derramó en vano. Fue canalizada por los intrincados grabados en la mesa de obsidiana, dirigiéndose hacia una serie de pequeños receptáculos en los bordes. En ellos, la sangre comenzó a burbujear, mezclándose con líquidos etéreos y sustancias de origen desconocido, liberando un humo denso y verdoso que se elevaba hacia el techo. Este era el "último ingrediente", la sangre del hijo de los Queen y del pantano, la conexión entre dos mundos, el catalizador final para el control del Consumidor con conciencia.
Nora se irguió, un brillo de triunfo en sus ojos. Elias, que había observado la escena con una frialdad similar, asintió, su rostro una máscara inexpresiva de satisfacción. El bebé, el Consumidor con conciencia, dormía plácidamente en su cuna improvisada, ajeno al destino que se tejía a su alrededor.
Los líderes con túnicas negras, que habían presenciado el macabro acto en silencio, irrumpieron en un aplauso atronador. No eran los aplausos de admiración, sino de jubilación, de una excitación febril. La atmósfera en la sala se volvió electrizante, cargada de una energía oscura y triunfante. Las sombras danzaban en las paredes, reflejando la euforia de aquellos que anhelaban el poder.
El Presidente de los Estados Unidos, su rostro oculto bajo la capucha, dio un paso adelante, su voz retumbando con una resonancia amplificada.
—¡Magnífico, señora Queen! ¡Un espectáculo verdaderamente… inspirador! La nueva era… ha comenzado.
Una risa siseante se extendió por la sala. El Líder Supremo de China, su silueta imponente en la penumbra, asintió con una lentitud calculada.
—La promesa del control… es innegable. El Consumidor con conciencia será una herramienta sin precedentes.
El Gran Consejero Queen, cuya presencia etérea se había solidificado en el aire, manifestándose como una distorsión palpable, un vacío pulsante en el centro de la sala, emitió una vibración de fría aprobación. Su voz resonó en la mente de todos, un coro de susurros autoritarios: "La redefinición ha sido completada. La voluntad ha sido guiada. El Consumidor es nuestro."
La atmósfera en la mansión Queen se transformó de un ritual sombrío a una celebración macabra. Los líderes, con sus túnicas oscuras, brindaron con copas de cristal llenas de un líquido ámbar que brillaba ominosamente. El aire estaba cargado de promesas de poder y control, de un futuro moldeado a su imagen y semejanza.
Nora Queen, ahora en el centro de atención, una figura pálida pero radiante en su triunfo, sonrió a la asamblea.
—Bienvenidos, señores. Bienvenidos a El Pantano Ross. El juego ha vuelto a comenzar. Pero esta vez, las reglas son nuestras. Y el premio… es la voluntad misma de la humanidad.
El Presidente de los Estados Unidos, con un brillo fanático en sus ojos, se acercó a Nora.
—Con el Consumidor con conciencia bajo nuestro control, con la capacidad de influir en las intenciones y las elecciones… el poder será absoluto. Y en el futuro, Nora, la nueva tecnología brindará una gran ayuda a este juego.
Hizo una pausa dramática, mirando a los demás líderes.
—La era digital se fusionará con el control etérico. Millones de personas serán parte de esto, sin siquiera saberlo. Las redes neuronales, las inteligencias artificiales, los flujos de información… todo será un conducto para la influencia del Consumidor. Los gobiernos, las corporaciones, los medios de comunicación… todos serán peones en nuestro juego.
El líder de Rusia, una figura corpulenta que había permanecido en silencio hasta ese momento, asintió con una sonrisa cruel. Su voz era un susurro gutural, pero cargada de un frío pragmatismo.
—Esto valdrá la pena. La Unión Soviética se hará cargo de los juegos con los no arios. Aquellos que no se adapten a la nueva era… serán purificados.
Un escalofrío recorrió la espalda de Harry, quien yacía inconsciente en la mesa. A pesar del sedante, una parte de su mente parecía registrar las palabras, un eco lejano de la perversión que se estaba desatando. El Consumidor con conciencia no sería un salvador ni un destructor incontrolable. Sería una herramienta, una fuerza manipulada para ejercer un control global, para redefinir la realidad a través de la influencia sutil pero ineludible.
Nora Queen, con la sonrisa aún en sus labios, el brillo de la obsidiana del cuchillo que acababa de usar reflejándose en sus ojos, extendió una mano hacia el Gran Consejero Queen. La entidad etérea pareció inclinarse en una reverencia.
—Y ahora, caballeros —dijo Nora, su voz elevándose, llena de una satisfacción macabra—. Prepárense para el siguiente capítulo. El Consumidor con conciencia será el árbitro. Nosotros seremos los jugadores. Y el mundo… será nuestro tablero. Bienvenidos a El Pantano Ross. El verdadero juego, donde la voluntad es la moneda más valiosa, ha comenzado. Y este… es solo el principio.
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Editado: 10.07.2025