Secretos Dolorosos

⚡CAPITULO 5

Narrador omnisciente

—Me ha encantado esta cena señorita mendes, de seguro el postre será mucho mejor —Malkier Bennett, el muchacho alto, fornido de ojos verdes y pelirrojo que está en medio los cincos jóvenes Bennett mostró su perfecta sonrisa devorando con su mirada cada curva de aquella mujer.

—A sí es Joven Bennett el postre es aun mejor, ¿Gustaría probarlo? —la mujer se levantó de la silla sentándose en el regazo del pelirrojo, empezó tomando el control de su boca como si fuera el último momento y el joven Bennett se lo hizo saber.

—Disfruta como si no habrá un mañana para tí —Sonrió dando aparición de sus Hayuelos y dicho esto tomó la mujer desnudando su cuerpo, arrancó su vestido y empezó a chupar uno de sus senos, dándole pequeños jalones al pezón, tiró todas los platos que habían en la pequeña mesa, estaban en una de las habitaciones de los criados, ella era una criada y sabía que nadie a esta hora entraba a las habitaciones. Se dejó acostar en aquella mesa dejando que el hombre bajara hasta sus entrepierna, Malkier rompió sus pantaletas y empezó a chupar su coño como él sabía hacerlo.

La señorita Méndez empezó a gemir sintiendo el gran placer que aquel joven le producía, el chico subió y volvió a sus senos sacó su miembro y empezó a penetrar dando, uno, dos, tres, una detrás de la otra embestidas bruscas asiendo que la mujer se doblará de placer y gritara más agudo. Le dió un chupón en el cuello y se salió de ella, el Bennett era inteligente no se iba a correr dentro de ella, él le metió los dedos en el coño para hacer que ella llegara al climas. La agarró por el cuello mientras embestía con sus largos dedos en su vagina hasta que aquella mujer con gritos ahogado por el agarre en el cuello se corrió. Pero Malkier no sé detuvo empezó hacerle fuerza en el cuello y luego sacó una navaja de la espalda y le cortó la garganta a la mujer, la sangre broto en el suelo, en la mesa y en cada parte que tuvo.

—¿Buena muerte, verdad perra?

abrió su estómago, desde la barriga hasta el pecho y empezó hacerle la operación que él estaba acostumbrado hacerle a cada mujer que asesinaba con esos confines.



Narrador Lorena

—Nena ya es de mañana —mi padre me llamaba, bostece y abrí los ojos lentamente.

—¿No es muy temprano? —Pregunté después de un bostezo.

—Necesito que me ayudes a picar unas zanahorias, además se que te gustan mucho y partes de ellas serán comida para ti hay suficiente —cuándo había escuchado zanahorias mi sueño se había esfumado, mi adicción por las zanahoria era terrorífico, solía comerme hasta vente de ellas mientras preparaba la ensalada.

—iré en un momento —dije asiendo mi padre sonreír, entré a la ducha y apenas y me duche, solo lave mis dientes y mi rostro, peiné mi cabello con el cepillo y al salí de la ducha. Cambié mi piyama por ropa cómoda, al salir de la habitación choque con un Bennett, ellos nunca llegaban hasta esta ala de la mansión, tenía en sus manos una maleta como de hielera mediana ¿qué buscaba de este lado?

—¿Por qué no me pides disculpa? —Dijo debido al choque que tuvimos, me quedé callada mientras él ponía la hielera en el suelo y se cruzaba de brazos.

—Joven Bennett ¿Qué hace usted de este lado? —habló mi padre tras de él, yo estaba al frente de ambos, me dió curiosidad de saber que había en esa hielera, pero ni muerta le podría poner la mano, estaba impecable.

—Nada —Se decruzó de brazos y se acercó a mi lentamente—. Para la próxima vez que nos encontremos pequeña, espero que hayas aprendido a pedir disculpas —mi padre llegó a nuestro lado y con la cabeza baja empezó hablar.

—Esa es mi hija, te ofrezco una disculpa por ella —el joven soltó una carcajada.

—No sabía que volverías a tener hijos después de lo que pasó ¿y con qué mujer? Con razón se me hacía conocida, que pena —Me miró y miró mi cabello e hizo una mueca desagradable ¿No le gustaba los pelirrojos? Él era uno. Me dió un beso en mi mejilla que me dejó despavorida tomó la hielera y salió rápido, lo raro de todo es que hasta eil sabía que había pasado ese día. La única que no sabía nada era yo. Y ahora no podía perder el tiempo.

—papá, ¿Qué paso el cinco de agosto del año...? —Mi padre me miró con sorpresa. Intenté adivinar el año, pero mejor me detuve.

—¡Nunca en tu vida vuelvas a preguntar sobre ese día! ¡Entendido! No es de tu incumbencia

—Entendido —otra vez mi padre se había enfadado, y no porque hablaba con un Bennett sino por esa pregunta que me carcomía las cienes desde que la señora beatriz me había contado. ¿Acaso este Bennett era menos peligro que los otro? papá no se había alterado con él como con el otro Bennett.

 




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