Secretos en la Guerra: Luna y Sangre

Capítulo 2 - Ecos del Desierto

"En el murmullo de la brisa nocturna, cuando las estrellas ya comenzaban a reclamar su lugar en el cielo, dos destinos se cruzaron en la quietud de un mundo a punto de desmoronarse. Un encuentro que ni el tiempo ni la memoria podrían borrar, una conexión que trascendía más allá de la guerra y la sombra. La luna, cómplice de los secretos guardados, los observaba en silencio."

A la mañana siguiente, Kaelion se levantó con renovado ánimo. La quietud de la noche había quedado atrás, y ahora la luz matinal se filtraba por las rendijas de su ventana, proyectando sombras alargadas sobre los muros de su hogar. Antes de salir, dedicó un momento a ordenar lo que había dejado para después la noche anterior. Cada objeto en su lugar, cada pequeño caos devuelto a la armonía. Un acto mundano, pero necesario.

Al terminar, se acercó a la ventana. El día era espléndido. El aire matutino traía consigo el aroma a tierra húmeda y hojas frescas, y el cielo, salpicado de nubes pálidas, se extendía con una serenidad engañosa. Una suave brisa agitó las copas de los árboles, como si la naturaleza misma susurrara sus secretos a quien supiera escucharlos. Kaelion entrecerró los ojos y, con un gesto pausado y solemne, se volvió hacia el sol. Inclinó la cabeza en una reverencia silenciosa, un tributo inusual para un elfo de la noche. El silencio en la cabaña se rompió con unos golpes suaves en la puerta. Kaelion apartó la mirada de la ventana y suspiró, adivinando quién podía ser. Se levantó con calma y abrió.

—Hola, Lyara, veo que estás lista para escuchar todo lo que viví.

La sacerdotisa le dedicó una sonrisa tranquila.

—Hola. En realidad, solo hacía mi caminata rutinaria, pero sí, aproveché para venir a visitarte ya que estaba cerca.

—Ponte cómoda —invitó él, apartándose para dejarla entrar—. ¿Té?

—Sí, por favor.

El aroma de las hierbas recién infusionadas llenó la estancia con su calidez reconfortante. Lyara envolvió la taza con ambas manos, dejando que el calor se extendiera por su piel mientras tomaba asiento. Kaelion, con una expresión relajada pero pensativa, se acomodó frente a ella.

—Jaja, no puedo creer que los haya atacado un lagarto del trueno —exclamó Lyara, entre risas y asombro, después de escuchar el inicio del relato.

Kaelion sonrió con nostalgia.

—Así fue. Simplemente apareció en nuestro campamento mientras todos dormían. Yo estaba de guardia, pero me alejé un momento para... bueno, ya sabes. Cuando de pronto, un estruendo iluminó la noche. Relámpagos, bufidos, gritos. Esa bestia estaba desatando el caos entre nosotros.

Lyara lo observó con interés, apoyando la barbilla sobre una mano.

—¿Tuviste miedo?

Él soltó un resoplido, divertido.

—Dime, ¿cuándo fue la última vez que viste algo así por aquí? Estaba aterrado. Ni siquiera sabía cómo atacarlo hasta que alguien logró darle justo en su punto más vulnerable.

Los ojos de Lyara brillaron con emoción.

—Me hubiera gustado ver uno de cerca.

Kaelion inclinó la cabeza con aire pensativo.

—Podrías hacerlo en la feria de la Luna Negra, algún día. Claro, dependerá de dónde se celebre.

Lyara sonrió ante la idea, pero no dijo nada. Se limitó a llevarse la taza a los labios y disfrutar del sabor del té, mientras en su mente se formaban imágenes de bestias relampagueantes y noches iluminadas por tormentas. La expresión de la elfa cambió sutilmente, volviéndose más sombría. Sus ojos se oscurecieron con la preocupación que pesaba sobre su mente.

—¿Cómo va la guerra y la diplomacia con la Horda?

Soltó un suspiro pesado y se recargó en el respaldo de su asiento.

—Se ve muy lejos un acuerdo. Vallefresno sigue siendo usurpada. He escuchado rumores sobre nuevos aserraderos y un posible ataque en Astranaar.

Lyara frunció el ceño, sintiendo una punzada de indignación.

—Eso es terrible.

—Nuestros soldados, con la ayuda de la Alianza, han logrado frenar el avance de los orcos. Pero no hay progreso, tampoco retroceso. Es como si esta guerra fuera eterna.

Lyara meditó en sus palabras por un instante antes de hablar.

—Bueno, si no se rinden, nosotros tampoco. Se cansarán algún día.

Kaelion dejó escapar una risa breve, mezclada con resignación.

—Nunca cambias tu optimismo. A veces suena absurdo... pero funciona.

Ella le lanzó una baya a la cabeza sin previo aviso.

—Jaja, por favor. Te ayudó muchas veces.

Kaelion se llevó una mano a la frente con fingida ofensa antes de rendirse con una sonrisa.

—Sí, lo admito.

El ambiente se distendió de nuevo, y por un momento, solo el sonido del viento filtrándose entre las hojas llenó la estancia. Lyara se acomodó en su asiento, pero de repente se sobresaltó, casi derramando su té.

—Casi lo olvido. La suma sacerdotisa lunar quiere verte. Desea saludarte y conversar un rato.

Kaelion asintió lentamente, sin sorpresa en su expresión.



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En el texto hay: elfos, lgbt, warcraft

Editado: 10.04.2025

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