Secretos en la Guerra: Luna y Sangre

Capítulo 4 – El Peso de la Guardia

El suave aroma a jazmín se desprendía del té recién servido, impregnando el estudio de la suma sacerdotisa con una fragancia delicada. Kaelion sostuvo la taza entre las manos, sintiendo el calor reconfortante mientras sus ojos recorrían el lugar: estanterías cargadas de volúmenes antiguos, tapices violeta con bordados plateados representando a Elune y una luz tenue filtrándose por las ventanas de cristal tintado. Aneliel, sentada frente a él con una elegancia natural, tomó un sorbo pausado antes de posar la taza sobre el platillo con un leve tintineo. Sus ojos, serenos y calculadores, se fijaron en Kaelion con una mezcla de aprecio y gravedad.

—Kaelion, querido —inició ella, con una voz aterciopelada y solemne—. Me temo que no te he llamado solo para hablar de tu regreso a Teldrassil. Hay... un asunto más delicado del que debo hablarte.

Kaelion alzó una ceja, intrigado, pero se mantuvo en silencio, dejándola continuar.

—Tú sabes mejor que nadie que nuestras fronteras no han estado en paz últimamente —prosiguió Aneliel, entrelazando los dedos sobre su regazo—. Los informes son cada vez más inquietantes: movimientos sospechosos de la Horda y... ciertos rumores sobre posibles traiciones internas.

—Eso no es nada nuevo —comentó él, tomando un sorbo de té—. La Horda siempre ha buscado maneras de desestabilizarnos. Aneliel sonrió apenas, una mueca elegante y contenida.

—Ah, pero esto es diferente. —Su tono se volvió más bajo y afilado—. Esta vez, la amenaza podría estar germinando dentro de nuestras propias filas. Necesito a alguien en quien pueda confiar sin reservas, alguien capaz de moverse en las sombras, de actuar con juicio y, si es necesario, con mano firme.

Kaelion dejó la taza en la mesa de madera tallada, cruzando los brazos con una expresión cautelosa.

—¿Y qué es exactamente lo que me estás pidiendo?

—Deseo que te conviertas en mi Espada de la Sombra —anunció ella, la luz danzando en sus ojos—. Un agente especial, libre de las cadenas de la burocracia y respondiendo solo ante mí. Tu misión sería investigar estos movimientos y, sobre todo, descubrir la verdad tras los rumores de traición.

El título resonó en la mente de Kaelion con un peso inesperado. No era una simple misión; era una carga y, quizás, una sentencia. Pero los ojos de Aneliel no reflejaban duda alguna, solo una confianza absoluta depositada en él.

—Entiendo la magnitud de lo que te pido —continuó Aneliel, inclinándose apenas hacia adelante—. Y te lo pido no solo por la deuda que tengo contigo, sino porque sé que eres el único capaz de cumplir esta misión sin manchar el honor de nuestra gente.

Kaelion sostuvo su mirada por un momento más, el peso de la propuesta de Aneliel aún resonando en su mente. Los ecos de la palabra "Espada de la Sombra" se enroscaban en sus pensamientos como una cuerda apretada, un destino que se ofrecía en silencio, pero que llevaba consigo las cicatrices de decisiones difíciles. La Suma Sacerdotisa lo observaba con la calma característica de quienes están acostumbrados a ver todo con detenimiento, a medir cada reacción. Sus ojos brillaban con una intensidad que apenas se desvanecía, y Kaelion notó la ligera tensión en su postura, como si estuviera esperando una respuesta definitiva. Él respiró hondo, el aroma del té llenando sus pulmones. El calor de la taza entre sus manos parecía anclarlo en el momento, dándole un segundo para procesar lo que acababa de escuchar.

—Lo voy a considerar —dijo al fin, su tono sereno, pero con un matiz de firmeza que dejaba claro que no tomaba la decisión a la ligera.

Aneliel asintió lentamente, como si ya hubiera esperado esa respuesta. No había enojo, ni impaciencia en su rostro, solo una calma profunda que parecía entender la necesidad de espacio en ese tipo de decisiones.

—Tómate el tiempo que necesites, Kaelion. Pero no olvides lo que está en juego. Los días de paz que creíamos seguros se están desmoronando, y no todos los enemigos son visibles a simple vista.

Kaelion la miró de nuevo, reconociendo en sus palabras una verdad que no podía ignorar. Aquello no solo era una misión. Era algo mucho más grande, una línea invisible que se trazaba entre la lealtad y la traición, entre la verdad y las mentiras. Antes de levantarse, Kaelion asintió una vez más, no con certeza, sino con la resolución de alguien que sabe que la decisión que tomará definirá mucho más que su futuro.

—Gracias por confiar en mí, Aneliel. —Su voz fue baja, pero sincera.

Y, con eso, se levantó, dejando atrás la cálida luz del estudio, aunque sabiendo que lo que se avecinaba sería mucho más frío y oscuro que cualquier noche que pudiera esperar en Teldrassil.

Cuando Kaelion se retiró de la mansión, la Suma Sacerdotisa se quedó pensativa por un instante, observando la puerta cerrarse con suavidad tras su partida. Sin embargo, pronto volvió a centrar su atención en el presente. Dirigió su mirada hacia su criada, quien aguardaba discretamente a un lado de la mesa.

—Calithra, por favor, tráeme mi agenda. Necesito saber cuándo serán las próximas lecciones en el santuario de sacerdocio —ordenó Aneliel con una voz serena pero decidida.

Calithra, rápida en su respuesta, se acercó con la agenda en las manos, la cual entregó a la Suma Sacerdotisa sin emitir palabra. Pero, al verla, una duda la asaltó, y no pudo evitar preguntar, temerosa de hablar sin permiso.



#907 en Fanfic
#3230 en Fantasía

En el texto hay: elfos, lgbt, warcraft

Editado: 15.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.