Secretos en la Guerra: Luna y Sangre

Capítulo 9 - El Umbral Esmeralda

El sol apenas comenzaba a asomar por el horizonte, teñiendo el cielo de un naranja suave que iluminaba la vasta extensión. El aire aún fresco de la mañana se sentía en la piel mientras Kaelion caminaba entre los novatos, observando sus movimientos con la mirada fija y crítica de un maestro experimentado. Los entrenamientos estaban en pleno auge. El sonido de espadas chocando, el golpeteo de pies sobre la tierra y las instrucciones dadas en voz alta se mezclaban en el aire. Los novatos se enfrentaban en parejas, luchando con determinación, pero la mayoría aún carecía de la habilidad y coordinación necesarias. Kaelion observó con atención a un joven elfo de la noche que luchaba contra un humano. El elfo tenía el rostro tenso, su postura algo rígida, y aunque intentaba controlar su espada, sus movimientos carecían de fluidez.

— Sarelin, mejora la postura —dijo Kaelion con voz firme, señalando la forma en que el joven se mantenía erguido, forzando el equilibrio.

Sarelin asintió rápidamente, sin apartar la vista de su oponente, y ajustó su postura, tensando su cuerpo con más disciplina. Kaelion continuó su recorrido, observando las otras peleas. Un par de humanos se enfrentaban entre sí, sus espadas chocando con fuerza. Los movimientos de ambos eran algo torpes, pero el más joven de ellos, un joven de cabello castaño y ojos oscuros, mostraba algo de potencial.

— Harrison, relaja los brazos —le dijo Kaelion con seriedad.

El joven humano no tardó en aflojar un poco los hombros, mejorando su fluidez en el siguiente intercambio.

— Y tú, Fallon, con esa posición desaprovechas la trayectoria del peso de la espada. En lugar de golpear de frente, debes girar un poco el torso y aprovechar el impulso.

El soldado Fallon asintió, comprendiendo la corrección, y comenzó a aplicar el cambio en su siguiente movimiento. Kaelion dejó que sus ojos se desviasen una vez más, deteniéndose en Edric, que se enfrentaba al mismo elfo de la noche contra el que había entrenado antes. Esta vez, sin embargo, el joven humano mostró algo más en su pelea: un movimiento imprevisto que sorprendió a su oponente, un golpe rápido y calculado que desvió la espada del elfo de la noche, dejándolo vulnerable.

— Muy bien, Ravenshade —dijo Kaelion con una ligera sonrisa en sus labios—. Veo que has mejorado. Pero no olvides: la clave está en mantener siempre el control. Un ataque rápido es efectivo, pero si no mantienes el centro de gravedad, te será más difícil continuar. Mantén tu postura firme.

El elfo de la noche, que aún recuperaba la compostura después del movimiento de Edric, se volvió hacia Kaelion con un gesto de agradecimiento.

— Y tú, Lirael —continuó Kaelion, mirando al elfo de la noche que había sido superado en el intercambio—. Ante un movimiento como ese, debes bloquearlo de inmediato. Si no lo haces, no te dará oportunidad de hacer otro ataque que pueda contrarrestarlo.

El soldado Lirael asintió, reconociendo la corrección.

— Entendido, señor —dijo el joven elfo.

Kaelion asintió con satisfacción antes de seguir observando, su mirada crítica pero llena de una firme esperanza en que estos novatos pudieran alcanzar el nivel de habilidad necesario para sobrevivir en esas peligrosas tierras. Mientras Kaelion seguía observando a los novatos, corrigiendo posturas y movimientos, fue interrumpido por la llegada de un mensajero. El soldado se acercó apresuradamente, con la mirada fija en Kaelion.

— Soldado Lir'Thalas, mensaje del general.

Kaelion tomó la carta y la desdobló con calma, leyendo las palabras rápidamente. Luego miró al mensajero y, sin prisa, guardó el mensaje en su cinturón.

— Gracias, soldado —le respondió, asintiendo levemente.

Volviendo la mirada hacia los jóvenes aprendices que seguían entrenando, Kaelion les indicó con un gesto que continuaran.

— Sigan entrenando, no olviden sus lecciones —dijo con voz autoritaria, mientras se retiraba unos pasos.

Poco después, Kaelion se alejó del grupo con su arco y flechas, dirigiéndose a una diana a unos pocos metros de distancia. Sus alumnos lo observaban en silencio, sabiendo que era hora de ver a su maestro en acción. Kaelion tomó una flecha con dedos expertos, la colocó sobre la cuerda y se centró en el blanco. Sus ojos se fijaron en el punto de impacto, sin dudar un momento. Respiró profundamente, y con un movimiento fluido y preciso, disparó la flecha. El proyectil voló por el aire, y antes de que la flecha llegara a su destino, Kaelion les dijo a sus alumnos:

— La clave está en la concentración. Siempre apunten con calma, respiren, y dejen que el cuerpo se mueva naturalmente, sin forzar el disparo.

Los novatos asintieron, fascinados por la destreza de su maestro. Un poco más adelante, una dríade instructora estaba guiando a varios aprendices en el manejo de lanzas. Les daba instrucciones claras y precisas sobre la postura y el ángulo correcto de ataque. La dríade, un ser humanoide de aspecto etéreo y arbóreo, con piel de tono verde suave, poseía la parte inferior de su cuerpo transformada en patas de ciervo, cubiertas de musgo y corteza, lo que le confería una agilidad única para moverse entre los árboles. Sus brazos, delgados pero fuertes, se movían con gracia mientras ajustaba las posiciones de los aprendices, enseñándoles a manejar las lanzas con destreza y precisión. La dríade emanaba una calma profunda, propia de los guardianes del bosque, y su presencia era tan serena como la misma naturaleza que protegía.



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En el texto hay: elfos, lgbt, warcraft

Editado: 10.04.2025

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