Secretos en la Guerra: Luna y Sangre

Capítulo 16 – La Señal y el Juramento

Kaelion llegó al puesto de avanzada con el manto de la lluvia aún pesando sobre él. Aunque el aguacero había cesado, el aire continuaba impregnado de humedad y el terreno se volvía traicionero con cada paso. La luz pálida del amanecer apenas asomaba entre los densos nubarrones cuando la silueta del general Valinor emergió de la penumbra, aguardándolo con expresión adusta.

—Sargento Lir'Thalas —lo llamó el general, su tono firme y evaluador—. ¿Cómo lo trató la tormenta?

Kaelion se irguió con disciplina antes de responder con sobriedad.

—Bien, señor. Encontré refugio antes de que la lluvia se intensificara.

El general Valinor asintió, pero no relajó la tensión de su postura. Sus ojos se posaron en el horizonte, oscurecidos por una preocupación que se reflejaba en el peso de sus palabras.

—Esperaba que la Horda intentara moverse con la tormenta como cobertura —admitió con tono grave—. Pero han atacado en otro frente.

Kaelion sintió la inminencia de una mala noticia antes de que el general continuara.

—El puesto de avanzada del este ha sido arrasado. Un contingente de orcos y tauren ejecutó el asalto.

El peso de la información cayó sobre Kaelion con la frialdad de la noche aún persistente. Un silencio se interpuso antes de que hablara.

—¿Cuántas bajas?

—Demasiadas —respondió Valinor sin rodeos—. Solo cinco hombres lograron sobrevivir.

Kaelion desvió la mirada por un instante, pero su semblante no se quebró. Ya no podía permitirse el lujo del desconcierto.

—Debemos reforzar las defensas —prosiguió el general—. ¿Requiere de un acompañante en su guardia?

Kaelion negó con la cabeza, su mente ya calculando la geografía del terreno.

—No es necesario, señor. La zona que vigilo es poco propicia para un asalto frontal. El relieve irregular obliga a los enemigos a dispersarse, lo que los vuelve vulnerables y nos da ventaja en la detección temprana. Sin embargo...

Se tomó un instante antes de concluir su evaluación.

—El flanco este es otra historia. Hay una inclinación en el terreno que genera un punto ciego. Debería reforzarse antes de que el enemigo lo aproveche.

Valinor guardó silencio mientras sopesaba la información. Finalmente, inclinó la cabeza con aprobación.

—Tomaré en cuenta su consejo. Manténgase alerta, sargento Lir'Thalas.

Kaelion afirmó con un leve asentimiento.

—Siempre, señor.

Con una última mirada al puesto de avanzada, se retiró para tomar su posición. Pero aun mientras la brisa disipaba el aroma de la tormenta, el peso de la guerra se mantenía inmutable sobre sus hombros. El informe de la tragedia en el puesto de avanzada del este caló hondo en su alma, pero lo que realmente lo había desestabilizado era el peso de lo que había hecho esa misma noche. Había compartido algo íntimo con Aerion, el elfo de sangre que, aunque lo miraba con una intensidad única, no dejaba de ser un soldado de la Horda, la enemiga en guerra. La contradicción lo invadió de forma casi palpable. El respeto hacia Elune, hacia su deber y sus compañeros, se mezclaba con el atrevimiento que había permitido a su corazón quebrarse por alguien a quien debería ver como una amenaza. Había sido un momento de tentación, un espacio robado entre las sombras de la guerra, pero la guerra no se detenía por esos momentos, no perdonaba las decisiones tomadas en el fragor de la pasión. Aquella noche había sido tan fugaz, tan cargada de una promesa de libertad y deseo, que ahora todo parecía volverse irónico. Se sentía un poco como un traidor, como si el delicado equilibrio de su mundo se hubiera quebrado con solo un gesto, una caricia, una mirada compartida.

"Estuve con un elfo de sangre", murmuró para sí mismo, como si las palabras pudieran liberarlo de la tensión que lo ahogaba. "Un soldado que juró lealtad a la Horda, a aquellos que asesinaron a tantos de los nuestros..." Una lágrima traicionera cayó por su mejilla, delatando la fragilidad que aún guardaba dentro de sí. El brillo de la lágrima se mezclaba con la lluvia que comenzaba a disiparse, y Kaelion se sintió como si todo lo que había construido en su vida, todo lo que creía correcto, se estuviera desmoronando. Había compartido una noche con alguien a quien su gente jamás aceptaría, un elfo que era, de alguna manera, enemigo. Pero esa pasión, ese momento de conexión que había experimentado, lo había marcado de forma irrevocable. La batalla dentro de su pecho era tanto más difícil de enfrentar que cualquier enfrentamiento con los orcos o los trolls. La fantasía, ese sueño que había cultivado, que había alimentado durante tanto tiempo, de ver la guerra como algo claro, algo definido en términos de aliados y enemigos, se desmoronaba bajo el peso de su propia humanidad. Kaelion había caído en una trampa sin quererlo, un juego de deseos y lealtades rotas que lo dejaba sin un camino claro. La guerra ya no era solo de espadas y flechas; ahora había algo mucho más profundo que afectaba sus pensamientos, algo que lo dividía en su interior. Alzó la vista, encontrando la mirada preocupada del general Valinor. Sabía que no podía mostrar debilidad, que no podía permitir que las sombras de la duda nublaran su deber. Pero dentro de él, algo se había roto, y las piezas de lo que había sido su vida de soldado ahora se volvían irreconciliables. El dolor de la revelación lo carcomía, pero al mismo tiempo, había algo embriagador en esa verdad que no podía negar: el amor, la atracción, las promesas que se habían susurrado entre la oscuridad de la noche... eran reales, y lo marcarían para siempre.



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En el texto hay: elfos, lgbt, warcraft

Editado: 15.07.2025

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