Secretos en la Guerra: Luna y Sangre

Capítulo 23 – Hacia el Fragor de la Batalla

Kaelion se encontraba en una plaza olvidada, un lugar muy extraño para él. La arquitectura era completamente distinta a todo lo que había conocido, una mezcla de formas elegantes y majestuosas que desbordaban una armonía desconcertante. Las estructuras parecían haberse tallado directamente de la piedra, con detalles intrincados que evocaban una elegancia imposible en su mundo. A su alrededor, la vida parecía suspensa en un estado de quietud, como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse.

Al alzar la vista, Kaelion observó el cielo, y recordó las palabras de Aerion, un susurro lejano que aún resonaba en su mente: "Un reino donde la luz jamás se apaga. Sus bosques están bañados en un eterno amanecer, donde el oro y el carmesí se entrelazan en cada hoja de los árboles, como si el otoño se hubiera enamorado de la primavera y nunca quisieran separarse." Un leve suspiro escapó de sus labios. Este lugar era como un reflejo de esas palabras, como si los sueños de Aerion se hubieran manifestado ante él. De repente, detrás de él, escuchó una voz muy familiar, aquella que había aprendido a reconocer incluso en los momentos más sombríos.

—¿Te gusta lo que ves? —La voz de Aerion se deslizaba con una mezcla de diversión y afecto.

Kaelion se giró, y al verlo, una sonrisa automática se desplegó en su rostro. Era él, tal y como lo recordaba, aunque no estaba seguro de si se encontraba soñando o realmente lo tenía frente a él.

—Hola —murmuró, caminando hacia él a paso rápido, hasta que sus brazos rodearon a Aerion, tomando su espalda con firmeza. En un solo movimiento, como si fuera un paso de danza, Aerion se inclinó hacia atrás y Kaelion se adelantó, sellando el encuentro con un beso.

El mundo a su alrededor parecía desvanecerse, volverse irrelevante, mientras el calor del beso envolvía su mente y su cuerpo. Finalmente, cuando sus labios se separaron, Aerion lo miró con una ligera sonrisa, sus ojos brillando con una intensidad que hacía que Kaelion se sintiera como si estuviera ante algo profundamente real.

—Sé que hiciste un hechizo de magia para contactarme... esta vez me tocó a mí —dijo Aerion, aún con ese tono tan suyo, de quien sabe lo que quiere, pero se permite la alegría de compartirlo.

Kaelion sintió un nudo en el estómago, y su rostro se tornó preocupado.

—¿Un hechizo? —murmuró, sus ojos fijos en los de Aerion.

—Descuida —dijo Aerion, acariciándole la mejilla con ternura—. Está todo bajo control.

Kaelion dejó escapar una leve exhalación, aliviado por sus palabras. Sonrió, más tranquilo ahora.

—Entonces es real, puedo verte.

Aerion asintió, y en su rostro apareció una expresión de emoción contenida, su sonrisa llena de una dulzura que solo Kaelion podía interpretar completamente.

—Así es, cariño —respondió Aerion, su tono lleno de cariño. Luego, bajó la mirada y, con un brillo nuevo en sus ojos, le susurró con una sonrisa juguetona—: Tengo algo muy importante qué decirte.

El corazón de Kaelion dio un brinco, sintió que el aire se volvía más espeso, cargado de anticipación.

—¿Qué es, amor? —preguntó, casi sin pensar, su voz suave, expectante.

Pero antes de que Aerion pudiera responder, el suelo comenzó a desintegrarse bajo sus pies. El mundo entero a su alrededor empezó a desmoronarse en polvo, partículas doradas que se desvanecían en el aire como cenizas. Aerion fue el primero en desvanecerse, su rostro se iba borrando lentamente, su presencia desmaterializándose.

—Vallefresno —susurró Aerion, y su voz sonó como un eco lejano, mientras su forma se disolvía.

Kaelion intentó aferrarse a la imagen de su rostro, pero todo lo que quedaba era oscuridad.

Y entonces, despertó. Su respiración se desbocó, y su corazón latió con fuerza. El sueño se desvaneció lentamente, dejando tras de sí una sensación de vacío y desorientación. Miró alrededor, encontrando el familiar entorno de su habitación en la mansión, el cálido resplandor de las ventanas filtrándose a través de las cortinas. El libro de la suma sacerdotisa descansaba sobre su pecho, sus páginas abiertas como si también compartieran la quietud de la estancia. Kaelion intentó ordenar sus pensamientos, pero el eco de las palabras de Aerion, "Vallefresno", seguía resonando en su mente, como un susurro que no lograba disiparse. De pronto, un suave golpeteo en la puerta interrumpió su reflexión. Kaelion se dirigió hacia la puerta con paso firme, apenas interrumpido por los ecos de la inquietud que aún persistían en su pecho. Cuando la puerta se abrió, un joven guardia mensajero, de pie en el umbral, lo miró con expresión seria. Sin mediar palabra, el soldado extendió una carta sellada, con la insignia de la Alianza grabada en el extremo.

—Sargento Lir'Thalas, noticias del general —dijo el mensajero con voz grave, su mirada fija en Kaelion.

Intrigado, Kaelion aceptó la carta, el leve peso del papel sobre sus dedos pareciendo presagiar algo. Levantó una ceja y, con un gesto rápido, le agradeció al soldado.

—Gracias, soldado.

El mensajero asintió y, sin más, hizo una reverencia antes de retirarse rápidamente, dejando a Kaelion con la carta en la mano. Con una ligera sensación de incomodidad, Kaelion cerró la puerta detrás de él, sintiendo cómo la quietud de la casa se volvía aún más palpable. Tomó asiento junto a su mesa, el rostro de Aerion aún en su mente, como un eco de algo lejano. Con manos firmes pero lentas, rompió el sello de la carta. Un presentimiento oscuro se formó en su pecho, como si un presagio se estuviera gestando. Mientras desplegaba el pergamino, la urgencia del mensaje se reflejó de inmediato en las palabras escritas. La carta comenzaba con una formalidad helada, pero el tono militar se percibía en cada palabra.



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En el texto hay: elfos, lgbt, warcraft

Editado: 15.07.2025

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