¿Algunas palabras para describir el día de ayer? Bueno comencemos con agotador, devastador e interminable.
El demonio que tengo por jefe me ha puesto miles de deberes y reglas que seguir a partir de hoy. Tengo que estar en la oficina antes que él con un capuchino caliente y dos sobres de azúcar, los reportes e informes diarios de la empresa deben ir junto a los de las demás sedes, tengo que buscar su almuerzo, avisarle de las reuniones y muchas cosas más pero la que me molesta más es que tengo que buscar su comida.
Es que ¿acaso no tiene pies y manos? Él podría muy tranquilo usar su ascensor para bajar a la planta principal, cruzar la calle, entrar a la cafetería o al restaurante de la esquina y pedir algo, o en su defecto podría llamar para que se lo traigan pero no, él me manda a mí, y yo tengo que obedecer o de lo contrario estaré de patitas en la calle.
¿Lo peor? Luego de tan agotadora jornada debía asistir al turno en la cafetería y ésta, estaba repleta. El día fue tan agotador que, al llegar, caí dormida sin cenar y podría jurar que apenas fueron 2 horas de descanso las que tuve para dormir.
El día de hoy en vez de darme mi tiempo y caminar me vi corriendo por las calles transitadas de la ciudad, ésta vez viendo a los lados y siendo cuidadosa, para llegar a la cafetería frente a Industrias Jones. Al llegar al mostrador pedí los dos cafés y un pedazo de torta de chocolate, debo decir que desde que la probé ayer quedé enamorada y se va a convertir en parte de mi nueva rutina. Nadie, además de mi hermana y Charlie, saben que el chocolate es mi debilidad y sí, me gustan otras cosas, pero esa es mi debilidad secreta.
Una vez que pago cruzo la calle de manera segura sin intentos de atropellamientos por mi jefe y su chofer para luego entrar a la empresa. Como la primera vez que entré admiro el lugar un momento antes de encaminarme al ascensor y ésta vez la recepcionista me sonríe por lo que devolviéndole el gesto corro al elevador y subo hasta mi piso.
Dejo mi café y la torta junto a mi bolso en el escritorio fijándome ésta vez que todo esté en orden sobre éste y entro a la oficina del señor William Jones. Dejo el café y los sobres de azúcar sobre su escritorio, cerciorándome que todo esté bien en el lugar para luego volver a mi escritorio. Busco los informes que redacté ayer para llevarlos a la oficina y dejarlos en el escritorio, junto al café, para que luego pueda revisarlos. Sonrió complacida con que ésta vez parece ser un buen día para mí y justo cuando voy saliendo veo como viene llegando él.
—Buenos días señor Jones, acabo de dejar los informes y su café en el escritorio ¿desea algo más? —pregunto formal mientras que lo sigo a la oficina
—Por los momentos no, puede ir a realizar sus tareas del día y si tenemos reunión llámeme pero del resto no me moleste para nada —dice serio como siempre y asintiendo salgo de la oficina cerrando la puerta para después rodar mis ojos
Si éste hombre no me mata con su irritante actitud seguro que lo mato yo. No entiendo como alguien puede ser tan gruñón pero entonces me digo que no debo juzgarlo porque, después de todo, no lo conozco y puede ser que quizás el no sea así fuera de aquí y, además, un desconocido no va a recibir el mismo trato que un familiar o amigo después de todo.
Suelto un suspiro y camino a mi escritorio para tomar asiento y dándole un sorbo a mi café saco la torta y como un poco. Ayer, cuando estaba en la cafetería esperando a que dividieran las propinas, habían dicho que iban agregar nuevas cosas al menú del lugar así que me propuse el presentar algo y, que mejor, que ésta torta. Guardo un poco para llevarla como muestra dispuesta a proponer que incluyan en el menú una torta tan buena como ésta ya que ¿a quién no le gusta el chocolate después de todo? Y, además, sé que sería una buena opción para agregar al menú.
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Decir que no estoy aburrida seria mentir y demasiado. El demonio de mi jefe ya me mandó por su almuerzo. Se supone debía almorzar también pero yo no tenía hambre por lo que no comí y ya que terminé el trabajo me encuentro a dos aburridas horas para salir del trabajo, dos horas que, quiero mandar al diablo. Solo deseo en éste momento cruzar la puerta, tomar el elevador y salir de la empresa pero, no puedo.
Divago en mis pensamientos un rato más hasta que escucho la puerta de la oficina de mi jefe abrirse. Volteo y lo veo parado observándome serio como siempre pero ésta vez, hay algo en su mirada que es diferente. Él se queda ahí, quieto y me analiza con su rostro aún inexpresivo lo que me hace fruncir el ceño confundida por su actitud tan rara.
— ¿Desea algo señor Jones? —pregunto y el asiente mientras vuelve a entrar a la oficina
Soltando un suspiro de resignación me levanto de mi silla para caminar a la oficina y una vez entro el me observa de nuevo con esa extraña mirada que no logro entender.
—Cierre la puerta por favor señorita Adams —dice y asintiendo lo hago —Tome asiento —ordena y lo hago
— ¿Sucede algo señor? —pregunto confundida
—Si —responde después de unos minutos
— ¿Qué sucede? —Pregunto y él me extiende uno de los informes que redacté y deje en su escritorio — ¿Está malo? Si me da unos minutos puedo reescribirlo señor —pido agarrando el informe para verlo pero él niega
—No está malo, de hecho, está perfecto —comenta y lo miro sin entender