Secretos en la oficina

Capitulo 5: Perdonar es de humanos

Oficialmente cumplo una semana en mi trabajo y se preguntarán ¿No te despidieron? Pues la respuesta es un no. Las cosas han estado realmente tranquilas desde aquel día que exploté y todo se debe a que mi querido jefe salió de viaje por problemas con una de las sedes de la empresa por lo cual, yo quede sola en la oficina de lo más tranquila y relajada éstos días cumpliendo mis tareas sin una irritante persona al otro lado molestando.

En la semana hice la misma rutina de llegar temprano, comprar mi café y torta, la cual comenzaba a ser un vicio. El chico de la cafetería me sorprendió un día que llegué ya que solo me vió y se volteó para luego regresar con la orden exacta que pedía. Luego entraba y firmaba la hora de entrada, me dedicaba a hacer mis informes diarios y los informes que me mandaba el jefe por correo porque claro, él no podía desaparecer completamente sino que me molestaba por correo ahora, y ya a mi hora de salida corría a la cafetería donde trabajaba.

Éste día no fue la excepción, corrí por las calles y compré mis cosas, salude a Aylen, la recepcionista, con la que comencé una nueva amistad luego de toparnos hace dos días en mi otro lugar de trabajo, para luego subir a mi piso. Al llegar dejo mis cosas, cierro la oficina del jefe que como todas las mañanas después de que la limpian queda abierta y me siento en mi escritorio.

Saco de la bolsa mi torta y me dispongo a darle la primera degustada pero entonces me quedo petrificada al ver como el demonio que tengo por jefe aparece por la puerta de los más relajado y sonriente como si fuera el mejor día del mundo mientras yo, totalmente sorprendida de su presencia aquí, lo miro confundida. William se hace paso en la oficina y me mira con una gran sonrisa al verme sorprendida por su presencia y actitud.

Lo veo y casi podría decir que puede ser una alucinación ya que, la verdad, es la primera vez que lo veo sonreír y debo admitir que se ve más guapo de lo que es, porque aunque me moleste admitirlo mi jefe es guapo, sin embargo, ese carácter de mierda y su personalidad ególatra e irritante le quita toda belleza que pueda poseer.

—Buenos días señorita Adams —saluda y entra en su oficina

Luego de lo que parecen minutos salgo de mi congelamiento y levantándome rápido entro en la oficina. William se encuentra en su escritorio revisando algo en su computadora hasta que nota mi presencia y entonces alza la cabeza viéndome por unos segundos para luego volver a lo que hace. Frunzo el ceño al no recibir ni una palabra amargada o comentario de su parte por lo que decido hablar.

—Buenos días señor Jones, no sabía que llegaría hoy —hablo viéndolo aún confundida por su regreso sorpresa

—Adelanté mi regreso como es lógico de ver señorita Adams. Ya solucioné los problemas de la otra sede aunque eso, seguro, no es asunto suyo —habla sin mirarme y respiro tratando de no soltarle un insulto por sus palabras

— ¿Desea algo? En un momento le traigo su café —comento de forma rápida dispuesta a salir por el café pero sus palabras me detienen

—Déjelo, ya tome un café —dice y asiento

—Entonces ¿desea algo más? —pregunto y me mira

—En la vida se desean muchas cosas y algunas no se pueden tener. Justo ahora deseo hacer algo pero sé que si lo hago me arrepentiré o tal vez no, pero prefiero no averiguarlo y ver las consecuencias de eso llegar —habla y lo miro sin entender —Puedes retirarte — dice luego de dar un suspiro y asiento

Llego a la puerta y la abro pero antes de salir me volteo y lo miro.

—Solo para que sepa señor —hablo y él me mira —Es mejor intentar las cosas a quedarse con las ganas y luego pensar que hubiese pasado de haberlo hecho —digo y salgo de la oficina ignorando cualquier mirada o palabra que pueda darme

**

Apago el monitor de la computadora que tengo en el escritorio para luego tomar mis cosas. Acabo de terminar mi jornada y por haber realizado unas tareas extras he tenido que salir más tarde por lo que cuando llegue a la cafetería sé que me van a dar un gran regaño por el retraso y, peor aún, por no avisar. Camino pensando que de ésta quizás no me salvo porque como dije antes, en la cafetería somos como una familia y si algo le pasa a uno de nosotros todos nos preocupamos así que si, estaré en problemas.

Salgo a toda prisa y espero el elevador que parece hoy estar lento. Muevo mi pie inquieta hasta que por fin llega y entro. Presiono el botón de la planta baja y las puertas comienzan a cerrarse hasta que justo cuando están casi cerradas por completo un maletín lo detiene y las puertas se abren de nuevo haciendo que gruña exasperada.

—Espero no le moleste que la acompañe señorita Adams —habla William y lo miro

—Para nada señor —digo tratando de calmarme y el entra

—Su gruñido no parece estar de acuerdo —comenta con una sonrisa y quiero volver a gruñir ¿desde cuándo se la da de chistoso éste hombre?

Presiono el botón nuevamente y ésta vez las puertas si se cierran completamente. Observo ansiosa el número de pisos por el que vamos y creo que mis ansias de salir se notan pues mi jefe me ve.

— ¿Va algún lugar importante señorita Adams? Parece ansiosa de irse —habla y lo miro

—Tengo que llegar a mi otro trabajo ¿o ya olvidó que soy una simple camarera? —pregunto recordando la conversación del otro día y el suelta un suspiro




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