"No importa cuánto intentemos escapar de nuestro pasado. Este siempre será parte de nosotros en el presente y en el futuro. Con la diferencia de que nosotros somos quienes controlamos a las sombras de aquello que ya fue y vivimos activamente el presente sin ver tristemente aquello que fue"
Desde lo ocurrido con la ama de Rosiel, Adalid había intentado alejarse lo más posible del mundo espiritual y todo lo relacionado con ello, mas sin embargo eso le era imposible.
Sin importar a donde viera o que tan alto pusiera el volumen de sus auriculares siempre veía a los elementales, ángeles y demonios vistiendo piel humana como si se tratara de un traje que se usa todos los días pero el trabajo cotidiano.
Desde niña siempre le pareció aterrador pero a su vez fascinante. Sin importarle las miradas de aquellos que la rodeaban, cuando caminaba o paseaba con su familia tiraba de la manga de su madre o su padre señalando a algún transeúnte que era alguna criatura vagamente descrita por su mente de niña.
Sin embargo, tras lo ocurrido los últimos días, Adalid únicamente buscaba alejarse por un corto momento del mundo espiritual y fingir que era alguien normal, mas su sueño nunca se cumplía.
Podía fingir como lo hacen los actores de grandes películas que palpan el sentimiento del televidente cuando hay alguna escena meramente digna de lagrimas o alegría, pero la realidad era que sus ojos lavanda siempre mostraban como un gran letrero aquellas palabras que tanto le recordaban en su hogar.
"Jamás serás alguien común y corriente" "no eres un ser humano" "acepta lo que eres" "siempre serás diferente"
Cualquiera con buenos ojos y excelente percepción era capaz de ver esas palabras en su pequeña mirada. Por más que intentase animarse con algo aquella alegría se desvanecía como la llama de una vela al soplo del viento.
Con el tiempo aprendió a aceptar aquello, pero como a cualquiera en un día de depresión, Adalid solía decaerse al recordar como los que alguna vez fueron llamados amigos o parejas que se enteraron sobre su verdadero ser e incluso su oficio, simplemente la dejaban en el olvido.
Con el tiempo no le quedo nada más que mentir ante aquellos que intentaban escudriñar en su pasado al convivir con ella durante cierto tiempo.
Al momento que ellos proferían la oración "Tú no pareces alguien normal" decidía apartarse bruscamente pero eso solo la delataba más.
"Patética"- pensaba mientras caminaba entre la multitud aquel día-De todos los cazadores de lo paranormal, debes destacar entre los más patéticos por tener pensamientos así-
¡PUM!
Sin darse cuenta, Adalid termino en el suelo con el antebrazo raspado por un poste cercano
-Perdón- dijo una chillona voz masculina- ¿te encuentras bien?-dijo mientras le tendía la mano para ayudarse a levantar.
Adalid se limpio el polvo de su pantalón verde mohoso mientras revisaba que sus bolsillos no hubieran tirado el dinero o su celular.
-No, no tranquilo, todo está bien.-dijo volviendo la vista hacia el muchacho
Adalid se quedo sorprendida al ver que se trataba de alguien de estatura similar a la suya, con ojos totalmente verdes esmeraldas -más que los de Rosiel- y sin embargo un cabello tan negro como el hollín (haciendo juego con su blancuzca piel y un conjunto de playera de manga corta azul claro con unos jeans vaqueros de tono azul rey)
-Se ve más maduro que Rosiel-Pensó mientras lo veía fijamente
El chico sintió incomodidad al notar que la chica lo miraba de la misma forma penetrante que hace un gato a su dueño cuando exige comida.
Aquel instante pareció durar eternidades hasta que el celular de Adalid vibro en el bolsillo lateral de su extraño pantalón.
Al ver que la chica ponía atención a su celular, el muchacho de largos cabellos oscuros se retiro de inmediato sin decir palabra y se perdió entre la multitud
Adalid no se dio cuenta hasta que se volvió de espaldas mientras escuchaba la irritada voz de su madre y la de Arurak exigiéndole que volviera pronto a casa y que no olvidara comprar las cosas que le habían solicitado
"semillas de albahaca, semillas de romero e incienso de dragón, claro-Pensaba ella -" Tan desconfiadas son de mi memoria que durante las últimas cuatro cuadras la habían llenado de mensajes de texto con que no se le olvidaran las cosas"- Se decía en sus pensamientos mientras reía para sus adentros
-Ya se, ya se. En un rato vuelvo. ¡Caray no te desesperes!-decía mientras entraba a la tienda predilecta que le había señalado su madre.
-Por favor cuídate del sol- Decía Michaela con desdén mientras susurraba algo a Arurak
-"Oh que la..."-Si, era algo típico de una madre decirle a su hijo que se protegiera de todo aun cuando ya fueran adulto, pero es peor con todo buen joven, el recordar tanto algo en especial llega a ser molesto (sé que ustedes también entienden eso).
- Aja, oye ya entrare a la tienda, te hablo cuando venga de regreso- Dijo mientras observaba al corpulento hombre sentado en el banquillo a la orilla de la entrada
-Buenas tardes- Dijo el hombre con voz ronca -¿a quien busca?
-Busco a "La Doña" ¿está ocupada?
El hombre corpulento de tez blanca y cabeza rapada tomo su radio-celular y suspirando con flojera apretó el botón de comunicación.
Se escucho un "bip" y después una voz femenina claramente de una mujer mayor
-¡ey Doña!
-¿Que paso güero?-La voz de la mujer denotaba mero cansancio y fastidio por aquel día caluroso
- Aquí hay una señorita que la busca.-Se volvió hacia Adalid arqueando las cejas a modo de pregunta. Ella lo entendió al instante
-Soy hija de Michaela, vine por un encargo que pidió hace cuatro días.-Contesto la chica respetuosa
El hombre la miro un momento, como si quisiera encontrar algún parecido entre ella y su madre pero al cabo de unos segundos volvió a apretar el botón del radio y le dijo a aquella mujer vulgarmente llamada Doña que se trataba de un cliente que había hecho pedido hacia unos días.
-Dile que me espere poquito ahorita voy.
-Ok Doña yo le digo.
El sujeto blancuzco volvió a mirarla, escudriñando en su aspecto y después de unos segundos le señalo un segundo banco que yacía detrás de la puerta principal (que ella no había notado hasta que le señalo el objeto) ella se acerco hasta el banquillo descascarado (al igual que las paredes de esa parte del local) de color blanco y se sentó mirando a aquel hombre de tez blancuzca.
Hubo un breve e incomodo silencio que pareció durar una eternidad hasta que el hombre rompió el silencio
-¿Eres bruja o aprendiz?-pregunto con mirada inquisitiva
-Mm, cazadora- respondió ella con tono vacilante
-Espero no seas cazadora de gremlins- Dijo el guardia con tono profundo y serio- Ya sería mucho colmo tener que buscar trabajo de nuevo
Adalid lo miro desconcertad. ¿Porque habrá pensado que era cazadora de gremlins? ¿Acaso seria su aspecto?
-Oh no. Descuide- Dijo con voz serena- Se que los de su especie están en paz en esta ciudad y no tengo motivo como para cazarlo. Se ve que es alguien agradable
-¿agradable? ¿Yo?- el hombre soltó una risa ronca- eres un encanto pequeña pero ni La Doña encuentra algo de agradable en mi cara de sargento mal pagado
Adalid intento contener su risa y en cambio le devolvió una pequeña sonrisa picara y honesta al cuidador
-Pues no conozco a La Doña tanto como usted, pero pienso que debe verlo como una persona agradable.
Antes de que pudiera responder algo a la niña un estridente ruido se alzo aun con el barullo que se metía por el umbral principal al local seguido de una grosería dicha en un idioma que quizás la mayoría de la gente común ignoraba.
El guardia sonrió de forma burlona mostrando sus dientes amarillos
-Creo que acaba de abrazar al suelo- dijo conteniendo la risa
Adalid estuvo a punto de responder pero repentinamente una voz femenina se escucho desde el interior del local
-No creas que no te escuche güero- Dijo la voz- No te libraras tan fácil de quien te paga el salario
-Oh que la Diosa me libre si le pasa algo Doña- respondió mientras se volvía al interior del local
Al ver que no hubo respuesta le hizo una seña a Adalid de que podía pasar.
Temerosa se dirigió al interior que claramente parecía más comido y regurgitado las sombras que por los años desde su última decoración al lugar. El aroma a incienso de mirra le inundo las aletas nasales de una forma agradable, pero ver las diferentes figuras de dioses e incluso de la muerte esculpida en cera sobre las estanterías de cristal con fina madera le produjo cierta incomodidad.
-¿Que es lo que encargo muchacha?-Dijo la voz de entre las sombras del incienso de mirra, provocando que Adalid se sobresaltara.
Al volverse noto que yacía detrás del estante una mujer con mas arrugas que una tortuga en toda su cara, brazos y cuello con cabellos largos y canosos hasta los hombros vistiendo ropas oscuras que poco resaltaban a su piel medio blanca con manchas hepáticas que claramente delataban su medio camino en la tercera edad.
-Vengo de parte de Michaela-Dijo la muchacha sin quitar apartar la vista de aquellos ojos nubosos que la escudriñaban como a un gato a su presa
-Oh, Michaela-Dijo la anciana dándole la espalda a la chica mientras tomaba una pequeña bolsa oscura con un papel pegado torpemente con cinta. Lo abrió un poco y después sonrió para sí misma.
Se volvió de nuevo hacia Adalid y le entrego la bolsa
-Semillas e incienso de dragón a la orden.- dijo orgullosa la mujer mientras daba una palmadita la bolsa
-Gracias-Dijo la chica haciendo una inclinación de cabeza. Se dio media vuelta y se dirigió a la salida.
-¡Me saludas a tu mamá!- grito la mujer
De regreso en casa, Michaela y Arurak se encontraban en el jardín regando las plantas.
Adalid llego sin musitar palabra y dejo la bolsa con el encargo sobre la mesa de madera del comedor, e inmediatamente se adentro en la tenue oscuridad de su habitación, dejándose caer en la cama inferior de su litera contemplo los pequeños adornos que le había agregado cuando ella y su madre la habían comprado en aquella tienda departamental.
Su mente se mantuvo en blanco durante todo el rato. No dijo ni hizo nada. Solo se quedo ahí. Con mirada perdida seguía contemplando los sellos de esotérica y dibujos sin sentido que había dibujado entre las tablas de la cama de arriba.
-¿Alguna vez podre vivir un día sin fantasmas ni elementales?-se pregunto a si misma casi en un susurro
-Claro que no-respondió una pequeña voz en su interior- Solo tendrás un día tranquilo cuando tu cuerpo deje de respirar.
Haciendo caso omiso a aquella voz, Adalid se cubrió con la sabana color lavanda que vestía su cama, y suavemente comenzó a tararearse una canción que había escuchado en su infancia.
Poco a poco, los oídos de Adalid se fueron apagando a los ruidos del exterior; el sarten que freía la carne, los murmullos de su familia e inclusive de los vecinos de la parte trasera de su hogar. La suavidad de su colchón semi-nuevo también se alejo al igual que la sabana color lavanda que le cubría el cuerpo.
En su lugar yacían presentes el sonido de las olas golpeando a las rocas mientras que la brisa marina acariciaba sus cabellos y el verde pasto cosquilleaba bajo sus pies descalzos.
Podía ver el interminable océano azul en el horizonte; las olas danzaban contra las piedras creando aquella espuma marina que tanto le divertía ver desde su niñez. También veía a las sirenas saltar entre las olas y a las gaviotas revolotear en la playa buscando algo de comer.
Ah, ¡qué bello era aquel océano!, ¡pero más lo era el bosque donde yacía nuestra joven soñadora!
El verde pasto meciéndose ante el viento con una exquisita delicadeza, en verdad no tenía ninguna comparación. Y ni se diga de las hadas, dríades y ondinas que bailan a los suaves compás del viento, y jugueteaban con su corto cabello.
Adalid camino hacia el mar sintiendo la brisa salida cada vez más fuerte en su cara al igual que el sonido de las olas. Camino y camino hasta que se detuvo en la orilla del agua, donde sirenas, gaviotas y hadas de tonos amarillos y azulados como el cielo, jugaban entre sí.
Ahí, frente a las rocas yacía la figura de una mujer con larga cabellera -y mira que lo digo literalmente porque hasta el agua hacia flotar las puntas de su cabello- contemplando las montañas que se encontraban más allá del norte. No pareció captar la presencia de Adalid pues continuaba mirando hacia las montañas.
Adalid se acerco sigilosa pero curiosa, como si se tratara de una niña pequeña.
-¿hola?-Pregunto Adalid mientras extendía su mano hacia la mujer
- Se ve tan lejano...tan lejano
-¿Lejano?
Al escuchar su voz, la mujer se volvió hacia ella, sobresaltada pensando que se trataba de algún ser hostil.
Que hermosa parecía aquella mujer; piel reluciente como la de una muñeca de porcelana, cabello negro brillante como si se tratara de una noche estrellada y sus ojos, tan azules como el zafiro.
-¿quién eres?- pregunto con aire ausente
-Soy Adalid. ¿Quién eres tú?
-Adalid...Adalid ¿dónde estamos?-Pregunto intentando levantarse de la roca donde había permanecido sentada.
-Nos encontramos en el Océano de los Sueños, cerca del Bosque Olvidado- respondía la chica mientras observaba a la débil mujer intentando levantarse.
¿De dónde había salido esa mujer? ¿Acaso no recordaba cómo había llegado ahí?
La mujer cayó en la arena y comenzó a llorar desesperada mientras se sujetaba el rostro con ambas manos.
Era como ver a un niño inmerso en el miedo al despertar de una horrible pesadilla.
"pobre"-pensó
Adalid se acerco a ella y le tendió sus manos para ayudarle a levantarse. Ella, aun con ojos llorosos empleo sus fuerzas para apoyarse sobre sus delicados pies que sobresalían de aquel vestido verde pálido semejante a una neblina primaveral.
Cuando fue capaz de apoyarse y mantener el equilibrio, Adalid la soltó y luego la contemplo de pies a cabeza.
-¿Tienes algún nombre con el que te llamen?-pregunto Adalid con tono amable.
La mujer la miro y le dedico una bella sonrisa infantil, lo que hacía que su blancuzco rostro se viera aun más tierno de lo que ya era.
-Supongo que sí, pero no lo recuerdo-respondió con un hilo de voz- tu aroma me gusta.
-¿No recuerdas tu nombre?
Ella bajo la cabeza un tanto avergonzada y después miro a Adalid con el mismo temor que un perro a punto de ser golpeado por su amo.
-Tranquila conozco a alguien que puede ayudarte
El rostro de la mujer palideció ante tales palabras y el temor se asomo en su rostro. Adalid lo noto y como si adivinara sus pensamientos se le acerco y con la barbilla le alzo la mirada
-Escucha, tal vez los otros que te dijeron esas mismas palabras no tuvieron una buena intención hacia ti, y no te culpo por desconfiar de alguien a quien apenas viste hace un rato. Puedo dejarte donde te encontré y seguir mi camino como si nunca nos hubiésemos visto o puedes tomar mi mano y dejarte guiar por tu instinto.
Adalid se levanto y le dio la espalda a la mujer. La chica estuvo a punto de articular palabra cuando de pronto, todo a su alrededor comenzó a desvanecerse mientras una voz lejana afectaba la calma de todo el lugar.
Adalid miro confundida y contemplo horrorizada como aquella mujer también se desvanecía.
Antes de que todo quedara en una estela de luz, la chica sin nombre miro a Adalid y al igual que un grito ensordecido por las lluvias de Agosto solo pudo escuchar.
-¡Encuéntrame!
-¿¡Donde?!
La luz que penetraba por la ventana provoco que Adalid se quedara ciega unos segundos. Al recuperar la vista, vislumbro a Rosiel en la entrada de su cuarto viéndola con cara de espanto. Adalid se sonrojo un momento pues pensó que había visto algo que no debía, Rosiel atino al pensamiento de Adalid diciéndole que estaba equivocada que su espanto era por los gritos que había dado en sueños.
-¿Gritos? estás loco.
-Se nota que no te escuchas cuando sueñas.-dijo entre suspiros
Adalid se incorporo con un breve estiramiento de brazos mientras entre bostezos le preguntaba a Rosiel que era lo que quería.
-Dudo que solo mis gritos te hayan atraído a mi habitación.
Rosiel torno su mirada verdosa un tanto avergonzada como si ella hubiese mal interpretado las cosas (pero era más que obvio que había sido él).
Se aclaro la garganta y le dio la espalda a Adalid
-Tu madre ha dicho que quiere reunirse contigo y la señorita Arurak en el campo de entrenamiento en diez minutos.
-¿Para qué?
-No me lo informo-respondió Rosiel fríamente-mejor apúrate, no quiero escuchar sus discusiones "colosales" si no te apuras.
Adalid le arrojo un pequeño cojín felpudo de color azul rey y le dedico una sonrisa mientras se colocaba sus botas para acompañarlo afuera.
Acto seguido, Adalid y Rosiel salieron de la casa para adentrarse en un viejo terreno de siembra que ahora se encontraba a mayor merced de los cambios de la naturaleza sin intervención del hombre; árboles torcidos, secos y frondosos. Con espinas en sus troncos e incluso en sus hojas. Ese era el camino a seguir para llegar a la "zona de entrenamiento"; el único lugar sin árboles ni arbustos, solo rocas y tierra con una pequeña hilera de armas.
Ahí en el centro de dicho lugar se encontraba Michaela acompañada de Arurak y unas cuantas criaturas más. ¿Que se proponía llevando a desconocidos a ese lugar?
-¿Y estos quiénes son?-pregunto Adalid con el ceño fruncido
Michaela fue despectiva con la expresión de su hija y volviéndose hacia el grupo de chicos (no mayores a la edad de Adalid) hizo una reverencia en señal de disculpa. Se acerco a su hija y en voz baja le dijo
-Ellos son nuevos "reclutas".-dijo entre susurros
-¿Reclutas? ¿Para qué?
-¿Que ya olvidaste lo que ocurrió cuando tu y Arurak fueron al centro? tenemos que preparar a más gente para la amenaza que ha aparecido.
En alguna parte de su mente Adalid se preguntaba cómo era que su madre estaba 100% de que la antigua ama de Rosiel era meramente una amenaza para los civiles e inclusive para ellas, sin embargo se limito a mantener la pregunta en sus pensamientos, temiendo conocer la obvia respuesta que esta acompañaba.
-¿Que es lo que pretendes?-pregunto a su madre con indiferencia
Michaela sonrió con sarcasmo dejando ver levemente su dentadura que contenía las manchas de los jugos que tanto consumía día a día.
-Tienes que hacer amigos.
Su hija la miro con el mismo desprecio que un niño pequeño observa a sus padres cuando le están obligando a hacer algo que rotundamente se niega. La única diferencia con su madre es que si no hacia lo que demandaba se daría cuenta de una u otra manera.
Adalid frunció el ceño y se volvió hacia uno de los muchachos de no más de 17 años y con tono frío se dirigió hacia él.
Al notar esto el chico de mirada azul celeste se puso en posición de "firmes" y agacho la mirada para contemplar a Adalid (si, por desgracia ese cara bonita también era más alto que ella, no me pregunten porque)
-¿Cuál es tu nombre?-pregunto Adalid con tono indiferente como el de un capitán
-Soy César pero me dicen Blue-respondió el chico con un hilo de nerviosismo en la voz
Adalid lo miro de abajo hacia arriba y dando una leve mirada de ausencia a Michaela se volvió de nuevo hacia Blue y con tono más suave.
-¿Te agrado?
La pregunta dejo sorprendido a Blue y a los otros siete chicos de alrededor.
Adalid fijo la mirada en Blue estudiando los movimientos corporales involuntarios como si con ello descubriera sus pensamientos igual que un libro recién abierto.
Al cabo de unos segundos de silencio Adalid suspiro y con el mismo tono severo de capitán de mando se dirigió hacia muchachos.
-No sé qué les habrá dicho aquella mujer-dijo señalando a Michaela- ¡pero ustedes han venido aquí a entrenar y solo a entrenar! Si quieren amistad de mi parte espero y gocen la decepción- dijo mientras se movía de un lado al otro como un león enjaulado- porque yo no soy su amiga. ¡Yo soy su competencia! y no he de dejarme vencer por un puñado de tontos que creen que porque ya pueden manejar unos cuantos de trucos áuricos se sienten los grandes hechiceros. ¿¡Quedo claro?¡
Silencio. Solo silencio y nada más.
-Pregunte ¡¿QUEDO CLARO?¡
-Si- respondieron los chicos al unisonó.
-¡¿SI QUE?¡
Los chicos se pusieron firmes con manos a los costados y con la mirada hacia enfrente
-¡Si señora!
Adalid se dio media vuelta y aspiro hondo.- Comenzaremos el entrenamiento mañana al amanecer. Si no tienen donde quedarse consúltenlo con la señora Michaela.
Dicho esto Adalid se alejo de los muchachos y se acerco a su madre, quien, con mirada no muy sorprendida (pero si muy tensa) la dejo pasar de largo en compañía de Arurak.
-¿Siempre te encanta llevarle la contra a tu madre verdad?-dijo Arurak mientras se quitaba unos cadillos de sus blancas calcetas
Adalid soltó una leve risa y sin volverse a su amiga dijo con aire tranquilo
-No le llevo la contra Arurak. Ella sabe que es mi forma de trabajar.
-Bueno, ¿cuál es el plan entonces?
-Entrenarlos como solo nosotras sabemos querida amiga
-¿Nosotras? ¿Que no había dicho tu madre que tu serias la encargada de entrenar a los chavos estos?
Adalid soltó una risa un tanto más fuerte que la anterior- te lo dije Arurak, madre sabe como trabajo así que come lo mejor que puedas hoy y programa tu alarma. La diversión comenzara al amanecer
El silencio sepulcral es sin duda aterrador cuando se transita solo a las 3 de la mañana en el centro de la ciudad.
¿La vez? Ahí cerca de la catedral va caminando a zancadas intentando centrar su visión ante la gran borrachera que ha tenido horas antes en algún bar cercano. (Seguramente ese tambaleo te recuerda alguien que conozcas que ha llegado a casa sumergido en la embriaguez). Tarareando una canción bizarra y maldición a sus alucinaciones alcohólicas la joven mujer con sus pantalones vaqueros manchados de bebida y blusa amarillo neón a medio abrochar, cruza la calle con la misma simplicidad que un zombi en busca de carne humana.
Al otro lado de la calle adoquinada todo parece tornarse más espeluznante de lo usual. Quizás es la borrachera. ¡Si maldita borrachera!
Mientras la chica camina torpemente sujetándose de cada poste de luz escucha un susurro detrás suyo. Ella se vuelve pero no ve a nadie. La mujer masculla una maldición en voz baja -¿o en voz alta? ¿Cómo lo sabría estando tan ebria?- el susurro se vuelve más audible. Una voz femenina la llama por su nombre.
-Lucía.
-¿Qué?
El viento parece más frío a cada paso que da. Lucia se detiene un momento en una de las bancas verde pantano que está a su lado.
-"Lucía" -"Lucía"
Molesta la chica ordena a aquella voz que guarde silencio pero lo que comenzó como un susurro ahora se convierte en un grito lastimero, igual que el de un espíritu en pena.
Sin saber si es debido a su embriaguez Lucía saca su gas pimienta de su desgastado bolso -vil copia pirata que clamaba ser de diseñador- y lo apunta en toda dirección esperando que aquel que intenta meterle temor aparezca entre las sombras.
Una risa macabra inunda el ambiente como si se tratara del eco en una caverna.
-Parece que te has acomodado bien en el mundo de los humanos, pequeña Lu
-¡¿Quién eres?¡- Lucía mira a todas direcciones intentando contener las lagrimas de su miedo y desesperación pero esto solo hace sentir más poderosa a aquella misteriosa voz.
El silencio se hace presente por un momento, seguido de un gélido viento que mueve las hojas de los arboles de forma tenebrosa provocando que el miedo en el corazón de la ebria Lucía se encamine hacia el pánico.
El viento cesa y el silencio vuelve a reinar. De pronto en la banca de enfrente aparece una silueta más oscura que la noche misma. Con destellantes ojos de reptil. Más destellantes que el fuego del averno.
Sin siquiera moverse de su lugar la silueta deja ver su blanca y filosa hilera de colmillos.
Los ojos cafés de Lucí pierden color como si un borrador la hubiera despojado de su brillo dejando en su lugar dos pupilas blancas como la nieve.
-Mm, jamás pensé verte por aquí "demonio"
-¿Demonio? Oh, querida ¿por qué llamarnos por etiquetas tan banales?
Luci deja caer el gas de pimienta y extiende las palmas de sus manos como si fuera a recibir un objeto pesado, dejando al descubierto energía de tonos rosa pálido.
-Anda acabemos con esto demonio.
-Como desees.
Luego de unos cuantos choques de energía y maldiciones, un grito de terror, -terror indescriptible que solo podía ser explicado con la actuación del mejor actor que se ha entregado a la escena- es llevado por el aire con el inconfundible olor a sangre.