Secretos en rojo y negro

Capítulo Cuatro

Dos años atrás

 

Mi teléfono suena desde mi cama, corro a tomarlo con la esperanza que sea Vanessa, pero cuando lo tomo es el nombre de mi madre el que aparece en la pantalla.

Dudo en contestar hasta que deja de sonar y comienza otra vez, ella no se rinde y llama dos veces más hasta que por fin contesto.

‒ Aria, sabes que detesto que no cojas el teléfono. Maldición harás que me salgan arrugas.

‒ Estela —digo mientras miro por la ventana, esperando ver llegar el auto de mi padre.

‒ Soy tu madre, y me debes respeto. Trátame como tal.

‒ Dejaste de ser mi madre cuando me abandonaste — le respondo mientras aguanto las lágrimas— ¿Qué quieres?

‒ Esta noche habrá una cena en casa, te quiero aquí. No es discutible y lo sabes, no te preocupes por nada, acá tengo un vestido y zapatos para ti. A las cinco irá un auto por ti. Trae pijama, pasarás la noche.

‒ Esta noche no puedo, quede con mis amigas para una pijamada.

‒ Será en otra oportunidad, ya te dije que no es discutible. Vienes o hago que tu padre quede sin trabajo y sin casa, y no solo eso, también dejaré de pagar la maldita escuela.

Siempre es lo mismo, me amenaza con dejar de pagar la escuela, cuando es mi dinero, el dinero que mis abuelos me dejaron y ella tomó, porque yo era menor de edad.

‒ Estaré ahí — y ella cuelga el teléfono, ni siquiera se despide.

Le envió un mensaje a Vanessa

Yo: no podre ir esta noche, lo siento

Vanessa: no, eso sí que no. Me prometiste que estarías aquí, sé que tu padre te dejo pasar la noche en mi casa, así que no pongas escusas.

Yo: es mi madre, ella me quiere en una cena con su familia rica.

Vanessa: ¿quieres que vaya contigo? Sabes que lo haré

Yo: no, no quiero que dejes a tus amigas por mí, pásenlo increíble, nos vemos el lunes en la escuela.

Vanessa: sabes que por ti dejaría todo, te amo : (

Yo: te amo más.

A las cinco una bocina suena y bajo corriendo las escaleras. Cuando estoy por salir de casa escucho la voz de mi padre desde la cocina.

‒ Colorina — odio ese apodo— ¿ya te vas?

Pienso por un segundo si debo decirle a donde voy, pero no lo suficiente para no mentirle.

‒ Sí, ya vino por mí la madre de Vanessa. Nos vemos mañana, adiós.

‒ ¿No vas a despedirte de tu padre?

Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras me acerco a él y lo abrazo torpemente, cierro los ojos y me imagino con cinco años, siendo la nena de papá y mamá. Cuando todo era feliz. Reprimo las ganas de salir corriendo mientras él besa mi cabeza.

‒ Nos vemos mañana — dice mientras salgo de la cocina corriendo.

Me subo al auto y lágrimas corren por mis mejillas e intento secarlas con rapidez antes de Josh el chofer de mi madre las vea.

‒ ¿Cómo está el día de hoy niña Aria? —dice con una sonrisa

Es el único que me cae bien de esta maldita vida de ricos, es un señor de 60 años con una familia numerosa y varios nietos.

‒ Bien, gracias por pregunta Josh ¿tú, cómo estás?

Hablamos todo el camino desde mi casa a la casa de mi madre, me cuenta que su esposa se sometió a una cirugía de rodilla y ya está en casa recuperándose.

Cuando llegamos a la finca, veo como la gente corre de un lugar a otro llevando mesas y sillas hacia el jardín trasero.

La casa es sorprendente, he estado aquí tres veces y ni una sola vez ha sido por gusto.

Entro a la casa y busco a mi madre, la veo ladrándole órdenes a una chica de mi edad vestida con uniforme de mesera. No me gustaría estar en sus zapatos, cada vez que Estela se enoja el infierno tiembla.

Me meto a la biblioteca tratando de escapar por unos minutos más, comienzo a tocar los títulos de los libros y tomo uno que llama mi atención. “El amor en los tiempos del cólera”

‒ A mi madre le encantaba ese libro —dice el demonio mientras yo salto del susto y tiro el libro al suelo

‒ Lo siento —digo mientras lo recojo e inspecciono que no se haya roto y lo dejo en su lugar

‒ Puedes tenerlo si quieres, estoy seguro de que mi madre te lo hubiese dado.

‒ No, gracias solo estaba mirando —escondo mis manos detrás de mi espalda para no tocar nada más.

‒ ¿Qué haces aquí de todos modos? ¿No deberías estar con tu madre arreglándote para su gran noche? —escucho el sarcasmo en su voz.

Por si no se dieron cuenta, mi madre se casó con el padre de Adrián, su madre había muerto hacía un mes en un “accidente”. Nadie supo jamás como paso, pero Adrián culpa a mi madre por eso y ha decidido que yo soy su venganza.

Me acerco hacia el escritorio donde está sentado, quedo frente a él. Mis piernas están entre las suyas y tomo su cara con mis manos, acercándome a sus labios. Tengo ganas de ahorcarlo o besarlo, aún no lo decido.

‒ No eres bienvenida en esta casa —dice despacio

‒ Tampoco quiero estar aquí — digo susurrando cada vez más cerca de su boca

Su mano toma mi cuello y sella nuestros labios, es un beso diferente, lento, jadeo cuando pasa su lengua por mis labios y aprovecha el momento para introducirla en mi boca y devorarme.

El pomo de la puerta suena cuando se abre y yo corro lo más lejos que puedo del demonio. Tratando de respirar tomo un libro mientras mis manos se mueven sin parar.

‒ Aquí estás, te he estado buscando por todos lados. Ya deberías estar vestida —dice mi madre mientras entra en la biblioteca— ¿de todas maneras que estás haciendo aquí sola?

 

¿Sola? Cuando me doy vuelta a mirar donde estábamos con Adrián, él ya no está ahí. Como siempre ha desaparecido en las sombras.   

 

 




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