Secretos en rojo y negro

Capítulo Seis

 

Capítulo Seis

 

‒ Suéltame —digo golpeando mi rodilla en su entrepierna— ¿no has entendido que no quiero que te acerques a mí?

Lo escucho quejarse del dolor mientras tanto salgo corriendo, tratando de encontrar la salida.

Veo la puerta y corro más fuerte, mientras escucho pasos detrás de mí.

‒ ¿Estás bien? —dice Claudia tomando mi brazo y grito— soy yo, estás bien. Te tengo

‒ Nunca más me dejaré convencer por ti, es horrible ahí adentro.  

Ella comienza a reír, y yo trato de respirar profundo. Me llevo la mano a la boca y recorro mis labios con los dedos. Él me besó, otra vez. Cuando me doy vuelta veo a un hombre parado en la oscuridad, lleva su máscara puesta, pero puedo decir con certeza que es el demonio.

Me despido de Claudia en la feria diciéndole que no me siento bien, ella insiste en acompañarme, pero le digo que estoy bien, que cualquier cosa la llamaré y se va con sus amigos.

Comienzo por caminar para alejarme de la feria con una sensación extraña, como si algo malo fuera a pasar. Cuando llego a mi dormitorio todo está tranquilo, no hay nadie en los pasillos, abro la puerta y ahogo un grito. Mi padre está sentado en mi cama, hace meses que no lo veía, se ve demacrado y apesta a alcohol.

 

‒ Colorina —dice sonriendo— ¿me extrañaste?

‒ Papá ¿Qué haces aquí? —pregunto mientras miro a todos lados esperando que alguien aparezca en cualquier momento.

‒ Te dije no podías escapar de mí —se pone de pie y camina hasta donde estoy— ¿creíste que no te iba a encontrar? Tu amiga me dijo dónde estabas, le dije que quería darte una sorpresa, porque te extrañaba.

En un segundo su cara es de profunda tristeza y al siguiente segundo se pone a reír.

‒ Cierra la puerta — me ordenara

Hago lo que dice, pero no la cierro por completo, por si debo pedir ayudar.

‒ La zorra de tu madre ha dejado de pagar la hipoteca y me han echado a la calle. Me han despedido de mi trabajo, ahora no tengo nada. ¿Te parece justo, hija mía? Necesito dinero.

‒  N-no —no puedo respirar— ¿Qué necesitas? No tengo dinero, ella aun no me da mi herencia y yo…

‒ Shhh, te dije que no te fueras de casa —grita mientras me abofetea— esto es tu culpa, si no hubiese nacido nada de esto estaría pasando, yo tendría mi carrera y sería exitoso, pero la zorra de tu madre tuvo que quedar embarazada y arruinar todo.

Me empuja al suelo, mi cabeza golpea el closet con un ruido sordo.

‒ Ponte de pie carajo, no me sirves muerta —dice mientras me escupe.

Trato de ponerme de pie, pero no puedo, mi brazo ha caído en una posición extraña, no me sorprendería si lo tengo dislocado. Mi padre se sube a horcajadas sobre mi cuerpo y comienza a golpear mi cara una y otra vez, cuando pone sus sucias manos en mi cuello muevo mis piernas tratando que me suelte, no puedo respirar. Cuando estoy a punto de desmayarme siento a mi padre ser lanzado lejos, trato de respirar, pero todo se vuelve negro y me desmayo.

 

 

 

ADRÍAN

 

No la veo por ningún lado, he recorrido la feria al menos tres veces desde que salió de la casita del terror. Necesito disculparme, no debí besarla.

Veo a su amiga entre la multitud y la alcanzo.

‒ Hola — digo mientras le toco el hombro —¿eres la compañera de Aria?

‒ Hola, sí. Tú eres Adrián, hace unos días me entregaste una carta para ella.

Por supuesto que la recordaba solo trataba de ser cortes antes de hacerme mil preguntas, miro al resto de sus acompañantes y no veo a mi Ángel.

‒ ¿Sabes dónde está? Necesitaba hacerle una pregunta sobre una materia que nos toca juntos

‒ Si quieres puedes preguntarme a mí, también somos compañeros

‒ Gracias, pero preferiría hablar con ella. Sin ofender, solo es que nos conocemos desde hace años.

Esta chica me pone de los nervios, trato de tranquilizarme. Siento que algo no está bien con Aria y necesito saber dónde está.

‒ Ella se fue, no se sentía bien. Ella nunca dijo que ustedes se conocían —dice por fin

‒ Mmm, si no suele hablar mucho de mí. Nuestros padres se casaron y tenemos algunos problemas familiares ¿Podrías darme la dirección?

‒ Es el edificio rojo, quinto piso, la habitación 505.

‒ Gracias —digo mientras me alejo de ellos y escucho a una chica decir que yo soy raro.

Corro lo más rápido que puedo al edificio, el portero no está en su lugar. Camino hacia el ascensor y tiene un letrero de fuera de servicio, subo las escaleras de dos en dos hasta que llego al quinto piso, trato de tranquilizarme hasta llegar a su puerta la cual se encuentra entreabierta. La empujo y escucho gemidos, la abro por completo y veo a un señor sobre Aria golpeándola sin parar, lo aparto de ella con un empujón.

‒ ¿Quién demonio eres? —pregunto furioso

El hombre comienza a reírse sin parar mientras miro desde él a Aria, sus ojos están cerrados. Me acerco a ella y le tomo los signos vitales, su corazón palpita lento.

‒ ¿Te hice una pregunta? Responde

‒ ¿Quién eres tú? Acaso eres su novio — se pone de pie y escupe el suelo— soy su padre, no te preocupes, está bien, es una chica fuerte y aguanta los golpes.

Una sensación de asco recorre mi cuerpo, quiero matarlo. Me acerco a él y lo golpeo en la cara.

Comienza a reírse más fuerte, me contengo para no hacer algo estúpido y terminar en la cárcel por asesinato.

‒ Mantente alejado de ella, ¿me escuchaste?

‒ No puedes hacer nada niño rico, ella es mi hija.

‒ Llamare a la policía

‒ Mi hija no te lo permitiría —avanza hacia la puerta mientras empuja mi hombro— cuando despierte dile que no se olvide de mi dinero, si no lo tiene la golpearé más fuerte.

Antes que salga por la puerta le hago la pregunta

‒ ¿Cuánto quieres? ¿Cuándo dinero necesitas para alejarte de ella?




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