Secretos entre las olas

CINCO

 

—Mira, una concha —Theo la levanta y la coloca sobre mi rodilla.

La dejo ahí, mientras miro al horizonte deseando haber traído mi teléfono conmigo para tomar una fotografía de esta maravillosa escena frente a mí.

Respiro profundo, capturando una imagen mental de todo lo que hay a mí alrededor. Entre más observo los colores en el cielo, más melancólica me siento. Recuerdo haber pasado varios veranos de esta manera, al lado de este chico viendo la despedida del sol y olvidándome de todo.

No recuerdo cuando fue la última vez que no me sentía abrumada por el futuro. Desde hace varios años las preguntas se albergan en mi mente y me cuestionan sobre mis futuras decisiones, esas que aún no he tomado pero me persiguen constantemente.

¿Qué haré en el futuro? ¿Iré a la universidad? ¿Seré buena en algo?

Mis ojos se mueven dónde está Penelope pintando ágilmente el atardecer, ella se ve tan concentrada que podría romperse la tierra a la mitad y eso no la detendría de su creación.

Más adelante, entre el agua, están Justin y Leo nadando. Mi hermano está estudiando psicología industrial y Leo está estudiando literatura, ambos parecen haber sabido que querían hacer con sus vidas desde muy jóvenes.

Pero yo, ¿Qué quiero hacer?

No creo que sea buena para algo en específico. Soy buena con el sarcasmo y fingiendo mis emociones, pero eso no me pagará ninguna factura.

— ¿Qué harás después de graduarte? —le pregunto a Theo.

—Probablemente seré dentista —afirma.

Franco el ceño. — ¿Desde cuándo es ese tu sueño?

Dibuja círculos en la arena. —No es mi sueño pero es lo único que me interesa, ya sabes que una buena dentadura cambia tu apariencia.

Él solía tener los dientes torcidos.

—Pero eso es de ortodoncia, ¿no? Creo que los dentistas hacen otras cosas —respondo.

Se encoje de hombros. —Pero primero tengo que ser dentista para ser ortodontista.

Incluso Theo sabe qué hacer.

— ¡Espera, Tiger! —grita alguien a un lado de nosotros.

Segundos después un perro está sobre mi cara lamiéndome y tirándome sobre mi espalda. Suelto unas carcajadas intentando apartarlo (o apartarla) de mí.

— ¡Lo siento! —escucho una voz pero sigo con los ojos cerrados—. Tiger, ven aquí.

Finalmente soy libre, aunque mi cara está toda babeada. Bueno, me lavaré después antes de arreglarme para la fiesta. Quito los restos húmedos de mis pestañas y abro los ojos.

— ¡Lo siento! —vuelve a decirme.

Subo la mirada y me encuentro con un chico alto, de piel oscura y con la sonrisa más atractiva que he visto en mi vida. No debería tener un enamoramiento instantáneo en el primer día de vacaciones pero es imposible no sentir esto cuando un chico así existe en el planeta tierra.

—Ah, está bien —respondo sonriendo.

Luego recuerdo que este amiguito (Tiger) acaba de lamerme la cara y tirarme contra la arena por lo que probablemente me veo mal. Theo estira su mano para acariciar al perro que parece ser un labrador.

— ¿Se llama Tiger? —pregunta él.

El chico lo tiene entre sus piernas, como evitando que vuelva a escapar y lamer la cara de otra desconocida. —Sí, lo siento, es mi perro pero nunca he podido controlarlo.

—Es lindo —afirmo, con las mejillas calientes.

El chico se sienta a cuclillas y mi respiración se corta, ¿Por qué me siento tan tonta? Jamás he sido vulnerable con los chicos, nunca. —Gracias y de nuevo, lo siento. No quería que eso ocurriera, puede que hubiera terminado mal.

Tiger se acerca a Theo y deja acariciarse.

—No importa —contesto—. Me gustan los perros.

Él sonríe. —Genial, me alegra que no te hayas asustado.

Y aunque quería que esta conversación siguiera, mi hermano decidió aparecerse.

—Oh, un perro —se tira de rodillas para tocar a Tiger en la cabeza—. ¿Quién es este lindo perrito? Hola amigo, hola, hola.

Leo también se aparece, sentándose a su lado y viéndolo con un gesto burlón. —Olvidaba que le hablas a los perros como si fueran bebés.

—Es Tiger —contesta el chico sin nombre—. Es mío.

Ambos lo miran, Leo estira su brazo para presentarse. —Me llamo Leo, ¿Eres nuestro vecino?

Él sonríe. Incluso tiene un hoyuelo. —En realidad, no. Corrí como por cinco minutos para atraparlo, vivo un poco más lejos —toma la mano de Leo y lo saluda—. Soy Emeth.

Justin levanta la mano. —Yo soy Justin, él es Theo y ella es Zora —me señala, luego gira su rostro—. Y esa niña de allá que no le importa nuestra existencia es Penelope.

Emeth asiente. —Un placer conocerlos —se levanta y le da una palmada suave a Tiger—. Bueno, debo irme.

Ashley es el tipo de personas que toma riesgos, muchos y no los piensa dos veces. Si ella estuviera aquí me aconsejaría que arriesgara “todas mis cartas” y fuera “por ello”

Así que respiro profundo, lamo mis labios y pregunto con un tono de voz algo agudo: — ¿Quieres venir a una fiesta?

Siento los ojos de todos ellos sobre mí, incluso los de Tiger pero no me importa. Ashley estaría muy orgullosa de mí y seguramente me felicitará cuando se lo cuente todo más tarde.

Emeth sonríe, sacude sus manos y contesta: —Gracias pero no soy de fiestas —le hace una seña a Tiger y levanta la mano en dirección a nadie en específico—. Los veré en otra ocasión.

Y.

Emeth.

Se.

Va.

Suelto el aire que estaba conteniendo. No pasan más de treinta segundos para que todos ellos comiencen a reírse. Justin y Leo se empujan, Theo se limpia las lágrimas.

— ¡Te rechazaron! —Justin se burla.

Penelope voltea al escuchar a mi hermano. Claro, la tierra partiéndose no le interesa pero que rechacen a Zora Ortiz sí.

Theo me empuja el hombro. —Lo siento, Zora.

Leo respira profundo y se levanta. —Eso fue épico.

Yo aprieto mi mandíbula, con tanta fuerza que considero algo bueno que Theo quiera ser dentista u ortodontista o lo que sea pues él tendrá que arreglarme los dientes después de tanta presión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.