Secretos entre las olas

DIEZ

 

Ayer salí con Emeth.

Fue tan entretenido como lo había imaginado, él ya no actúa serio conmigo y se ríe muchas veces. Emeth es bueno con los juegos de apuntar y esas cosas, incluso ganó un premio y me lo regaló. Es un pequeño pato con una gorra parecida a la que él me prestó la última vez.

Cuando regresé me encontré a todos en la sala, comiendo nachos y dulces. Mamá y papá estaban sentados en el sofá, la cabeza de ella sobre el hombro de papá mientras reían por una broma dicha por alguien en la televisión.

Verlos de esa forma me tranquiliza. Quizás sí tuvieron una pelea pero ya no, ahora están bien. Supongo que sucede, las parejas pelean porque son seres humanos y tienen diferencias, pero al final se siguen eligiendo y lo más importante, queriendo.

Penelope está sentada en el sofá donde solo hay espacio para una persona, ella tiene su tableta y dibuja algo con un lápiz especial para esas pantallas, sus audífonos sobre la cabeza y un paquete de maní con limón al lado de sus piernas.

Leo y Justin están ocupados con sus teléfonos, en ocasiones se estiran para tomar comida y luego continúan con lo suyo. Solamente Benny y Theo acompañan a mis padres viendo el programa.

Es así que me doy cuenta que no estamos todos, ¿Dónde está Farrah?

Me siento a un lado de Theo. — ¿Dónde está tú mamá?

Levanta su mano sin quitar sus ojos de la pantalla. —Está tomando una ducha.

El programa se pausa y ahora inician los comerciales, papá avisa que irá al baño y mamá se levanta también para ir por algo de “comida real” me mira y pregunta si quiero un emparedado con queso asado y le digo que estoy bien.

En la feria comí un poco de todo.

Es así que Justin gira su rostro con una sonrisa malvada. — ¿Cómo te fue en tu cita, hermanita?

Ruedo los ojos. —Que te importa.

Theo bosteza y se recuesta en mi hombro. — ¿Emeth te besó?

Escucho las risitas de Benny. —No —respondo enojada, no sé si con ellos o con Emeth por ni siquiera intentarlo.

Leo se gira y sube las piernas en el espacio vacío que dejaron mis padres, recuesta su espalda en el costado de Justin quien mueve su hombro para que se quite pero no lo hace. — ¿Te hubiera gustado que te besara?

Lo fulmino con la mirada. — ¿Realmente creen que voy a hablar sobre esto con ustedes?

Justin estira su brazo y lo sacude para que Penelope le preste atención. Ella lo mira y se desliza los audífonos hacia abajo. — ¿Qué pasa?

Mi hermano me señala. —Necesitamos una chica para que le pregunte a Zora si le hubiera gustado que Emeth la besara.

Penelope lo mira por un segundo, luego a mí. —Zora no quiere un beso de Emeth —la certeza que tiene al decirlo me intriga.

Theo pregunta por mí: — ¿Por qué lo dices?

Ella pone los ojos en blanco. — ¿No es obvio? —su mirada regresa conmigo—. ¿No es obvio, Zora?

Arrugo mi frente, ¿Por qué está actuando así? — ¿Qué? —pregunto.

Leo levanta la mano y toca la cabeza de Justin. —Apostemos a que se pasará el verano y Emeth no la besará.

Justin toma su mano y la sacuden a pesar de la extraña posición del brazo de Leo. —Trato, aunque yo creo que Zora intentará besarlo y él se negará.

Penelope se cruza de brazos. —A Zora no le gustan así —afirma—. Le gustan los tipos mayores.

— ¿Qué? —es la voz de mamá.

Yo miro a Penelope quien me observa enojada, ¿Qué rayos le pasa? Leo y Justin se ríen, Benny me mira confundido y Theo levanta sus dos cejas. Yo solo observo a esa chica extraña, ¿Por qué dijo eso?

Ella se levanta, toma sus cosas y sube las escaleras.

Mamá se acerca con un plato en la mano. — ¿A qué se refiere, Penelope?

Me encojo de hombros. —No tengo idea.

— ¿Te gustan los maduros, hermana? —Justin pregunta con una sonrisa burlona.

—No —definitivamente no—. No tengo idea porque ella dijo eso, de verdad.

Mamá suspira y sé que no me cree. Genial, ahora tengo que agregar a Penelope y su creencia sobre que a mí me gustan los tipos mayores a mi lista de preguntas.

 Leo se levanta del sofá, estira sus brazos y golpea la rodilla de mi hermano. —Préstame tu cargador, no sé dónde dejé el mío.

Justin reniega. —Después vas a perder el mío —también se levanta y queda muy cerca de Leo así que él se mueve para pasar primero—. Mi teléfono ya no tiene mucha carga tampoco, ahora me esperas.

Ellos se mueven al fondo donde están las escaleras y suben discutiendo quien usará el cargador primero. Papá pasa a un lado de ellos y regresa al lado de mamá, quien está disfrutando de un emparedado con rodajas de jamón y lechuga, por lo que veo.

 

— ¿Cómo te está yendo con Sydney? —le pregunto a Theo.

Estamos sentados en la mesa ubicada en el pórtico, son casi las diez de la noche pero ninguno de los dos quiere irse de aquí. El clima es perfecto, no tengo nada de frio, escucho las olas al fondo y las estrellas se observan sin problema.

Recuerdo que cuando Theo y yo éramos de la edad de Benny nos gustaba fingir que estábamos durmiendo y luego salíamos para sentarnos en la orilla de la playa. Todo era tan silencioso y oscuro, era eso justamente lo que nos encantaba. Sentirnos libres, sin restricciones y como si fuéramos dueños de todo el mundo.

Yo recuerdo imaginarme que de pronto solo él y yo estábamos en la tierra. Éramos los últimos humanos y nos habíamos convertido en los dueños de esta roca gigante flotando en el espacio. Éramos los reyes, los presidentes, los mandatarios y los jefes. Todos los títulos se nos eran otorgados por defecto al ser los únicos y los últimos.

—Bien —se encoje de hombros—. Supongo que bien, ¿Volverás a salir con Emeth?

Asiento. —Me pidió que nos viéramos el jueves, creo que estará ocupado haciendo algo —que no me dijo.

Entonces considero que este es el momento correcto para preguntarle a Theo qué opina sobre esa fotografía que vi en el teléfono de Emeth.




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