Secretos entre las olas

ONCE

 

No esperaba encontrarme con Emeth hasta el jueves.

Emeth está sentado en una banca de plástico fuera del pequeño supermercado del lugar. A su lado hay una bocina grande que reproduce canciones muy bien escogidas, pues todas tienen esa sensación veraniega. El viento viaja más rápido el día de hoy y aunque al principio lo primero que noté fue su rostro atractivo, mis ojos se movieron rápidamente a lo que había en su regazo.

El bebé.

Miro a mamá y a Farrah entrar después que las puertas automáticas se abrieran, yo me muevo un paso hacia atrás para que el sensor deje de percibirme y vuelvan a cerrarse.

Consideré huir, alejarme de aquí y luego avisarle a mamá que me fui a buscar un baño a pesar que adentro hay uno. Pero fue demasiado tarde, Emeth subió la mirada y nuestros ojos se encontraron.

Por algún motivo sentí como si acabara de descubrirlo cometiendo algo ilegal. Un chico de diecisiete años con hijo es algo muy normal, pero solo si son noticias en el internet o en rumores de tus compañeros de clases. Esta es la primera vez que veo a un padre adolescente y odio todos mis prejuicios que estoy acumulando en mi cabeza.

—Zora —sonríe—. Hola.

Miro al bebé, ¿No me lo va a presentar? Me acerco con cuidado, temiendo que el pequeño me señale y me acuse de juiciosa contra su padre. —Hola.

Mira al pequeño. —Este es Kyle —anuncia.

Yo veo a Kyle. Tiene los mismos ojos grandes que Emeth y verdes como los de Sydney, su piel es como dos tonos más claros, o quizás uno y medio y su cabello está pegado a su cabecita.

No soy la más amante de los bebés pero Kyle es una ternura. Quisiera poder cargarlo pero Justin siempre me ha dicho que a los bebés hay que tratarlos como seres humanos, no como accesorios. Así que a menos que Kyle levante sus manitas para que lo cargue, no lo haré.

—Se parece a ti —digo y me arrepiento inmediatamente.

Emeth asiente, tomando su mano. —Sí, lo sé, es por eso que es guapo.

Suelto una carcajada. —No me digas.

Miro al frente, un auto rojo se estaciona mal y queda sobre la línea. —Entonces, ¿Qué haces aquí? —pregunto.

—Estoy esperando a mamá, entró por cosas pero Kyle llora en los espacios cerrados con muchas personas —me explica.

Yo regreso mis ojos al bebé. — ¿Cuántos años tiene? O bueno, meses.

—Meses —sonríe de nuevo—. Tiene casi un año, por ahora, diez meses.

Diez meses.

—Es lindo —afirmo—. ¿Cómo se lleva con Tiger?

Emeth acaricia su mejilla. —Tiger ama a Kyle, es casi como su padre perruno. Tan sobreprotector.

Padre.

—Um, eh, entonces… —quiero hacer las preguntas importantes pero no tengo el valor—, ¿Cómo decidiste el nombre?

Emeth me mira con las cejas juntas. —Yo no decidí el nombre.

¿Fue Sydney? —Entonces, ¿Quién? ¿Su mamá?

Hace una mueca. —La verdad… Kyle no tiene una mamá ahora.

Porque no está con Sydney.

Aclaro mi garganta. —Emeth —ya no puedo más con esto, no debería hacerlo, debería permanecer callada pero las dudas se acumulan en mi interior y estoy cansada de no tener respuestas—. Um, ¿Sydney es tu ex novia, no?

Abre los ojos, luego los entorna y finalmente se ríe. Tanto que Kyle suelta carcajadas también. ¿Se están riendo de mí?

— ¿Crees que Sydney fue mi novia? —vuelve a reír—. ¿Te creíste lo que dijo esa vez?

Señalo al bebé como si fuera una prueba contundente. —Se parece a ti y a Sydney.

Abre la boca y suelta una carcajada. —Oh, vaya. No puedo creerlo, eso… —mira a Kyle—. Ahora resulta que eres mi hijo.

— ¿No es tu hijo? —pregunto sintiéndome como una tonta.

¿En serio dejé que mis ideas viajaran tan lejos?

—No —responde lento, para que quede bien claro—. Kyle es mi sobrino, es hijo de mi hermano Kevin.

Ah, eso tiene sentido. Con razón este niño se parece a Emeth.

Un momento, ¿Acabo de preguntarle al chico que me gusta si tuvo un hijo con su amiga? Ay no, ¡Qué vergüenza! Realmente soy una tonta.

Me cubro la cara. —Lo siento —pido—. Yo… solo creí que…

Emeth coloca una mano en mi hombro, retiro las manos y lo veo. Está cargando con un brazo a Kyle mientras sigue tocándome. —Tranquila Zora —está sonriendo, por lo menos—. Fue una confusión.

—Soy tan tonta —afirmo.

—No lo eres —dice—. Pero espera, ¿has pensado eso desde cuándo?

—Desde… esa vez, cuando tú y Sydney estaban en el restaurante y comimos pizza —y vi tu teléfono.

Su mano sube a un costado de mi cabeza y luego la baja. —Al menos ya se aclaró todo.

Miro a Kyle, está sonriéndome. —Realmente es lindo.

Emeth se lo cambia de brazo. —Si dices que Kyle se parece a mí… significa que tú crees que soy lindo.

Bufo. —Claro, sí.

Las puertas se abren de nuevo y una señora con el cabello recogido en una trenza de lado sale con dos bolsas entre el brazo. Ella se coloca unas gafas de sol y se acerca dónde estamos.

—Ah, hola —me dice.

Yo sonrío. —Hola.

Emeth señala a la mujer. —Zora, es mi mamá. Mamá, ella es Zora. ¿Recuerdas que te conté que fui a comer con una familia? Bueno, ella es parte de todas esas personas.

Kyle estira sus manos para que la mamá de Emeth lo cargue. —Ah, ya veo —le acaricia la mejilla a Kyle—. Un gusto conocerte Zora, ¿tienes planes ahora? ¿Por qué no vienes a comer con nosotros? Estamos solos. Será el bebé, Emeth y yo.

Emeth estira su mano para que su mamá le entregue las bolsas y ella lo hace, luego toma al bebé.

—Claro, solo tengo que avisarle a mamá que me fui —señalo la tienda—. Están adentro.

—Te esperamos —Emeth afirma, con una sonrisa.

 

Ese espagueti con crema fue la cosa más deliciosa que he probado.

La mamá de Emeth, Doreen, preparó un platillo magnifico y luego me sirvió un poco de pastel de almendras con helado de vainilla. Frente a mí estaba Kyle, comiendo algo que lo nombraré como “comida para bebés” y a mi lado estaba Emeth.




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