Secretos entre las olas

DOCE

 

— ¿Animal que empieza con la letra H? —pregunta Farrah mientras resuelve un crucigrama.

—Hombres —suelto yo.

Los hombres de la casa (y Benny) comienzan a quejarse de mi comentario. Farrah suelta una carcajada y mamá solo suspira.

—Eso también es sexismo —Justin se queja.

—No me importa —lo miro cansada—. Ustedes los hombres son tan indecisos y raros y un día te quieren y luego…

— ¿Problemas con chicos? —pregunta Farrah.

Bajo la mirada. —No, no hay ningún chico.

—Ah, entiendo —Justin dice, subiendo una pierna y doblándola sobre su rodilla—. Intentaste besar a Emeth y te rechazó.

Papá tose, se ahoga con su café helado. — ¿Qué? ¿Emeth? ¿Quién es Emeth? ¿Por qué querías besar a un tal Emeth?

— ¡Yo no quería besar a ningún Emeth! —respondo molesta.

—Claro que querías —suelta Theo.

Me levanto para ir hasta donde él está y finjo que voy a ahorcarlo. Theo sube los brazos y me toma de los hombros empujándome hacia atrás. Escucho que mamá nos dice que tengamos cuidado de no lastimarnos pero no nos detenemos, él se levanta y me toma de la cintura para cargarme por encima de su hombro. Yo golpeo su espalda para que me baje pero solo escucho risas.

Y más risas.

—Pasa, están…

Y silencio.

Theo deja de moverse y todo mi cabello cae hacia abajo. No puedo ver porque dejaron de burlarse de mí, yo empujo a Theo y finalmente me deja caer sobre el sofá, el cabello me cubre el rostro ahora.

—Eres un tonto —reclamo.

Los ojos de todos están en la puerta donde Emeth está parado viéndome directamente a los ojos. — ¿Qué haces aquí?

—Hija —mamá me regaña.

Penelope me mira con el ceño fruncido. —Me lo encontré afuera, le dije que podía pasar.

—Él es Emeth —Justin dice.

Escucho a papá exhalar, yo me levanto de un salto solo para tomar a Theo de la mano y tirar de él con fuerza para que me siga. Me muevo hasta la parte de atrás, abro la puerta y salgo corriendo de ahí con mi amigo de la mano.

— ¿Qué pasa? —Theo pregunta sin detenerse, estamos corriendo de la misma manera que lo hacíamos cuando el perro de una vecina se saltaba la barda y nos perseguía.

Ahora estoy huyendo de un chico.

—No quiero volver hasta que se vaya —digo.

Finalmente nos detenemos cuando llegamos a la parte de la playa donde la arena tiene una textura diferente por las olas que la tocan y luego bajan. El viento revuelve mi cabello y Theo me mira confundido.

— ¿Te hizo algo? —Gira sus ojos en dirección a la casa—. Si te hizo algo puedo decirle a tu papá para que le haga daño.

Eso me hace reír. —Eres un tonto.

Toma mi brazo. —Hablo enserio, ¿Qué te hizo?

Suspiro. —Me invitó a comer a su casa con su mamá y su sobrino solo para decirme que no tiene tiempo de salir con nadie, ósea, conmigo.

—Oh —Kyle hunde la punta de su zapato en la arena—. Eso no es nada agradable.

—No —digo—. No lo es.

Y ahora estaba ahí, viéndome como si no me hubiera rechazado. No lo entiendo, ¿Por qué no se aleja de mí y me deja olvidarlo? De todas formas no es como si hayamos sido algo realmente, solo salimos una sola cita y ya. Será fácil superarlo y dejarlo atrás siempre y cuando no se aparezca una y otra vez.

— ¿Alguna vez desearías regresar el tiempo? —le pregunto—. No para modificar tus acciones ni intentar cambiar algo, solo para vivir ese momento de nuevo.

— ¿Qué quieres vivir otra vez? —pregunta.

Yo suspiro. —No sé, solo extraño esa época donde todo parecía ser más simple —admito, viendo como el agua casi nos alcanza los pies—. Solo quiero dejar de sentir presión por todo y dejar de preocuparme por cada aspecto de mi vida —afirmo—. Yo… solo quiero tener diez años y no tener miedo a quemarme los hombros o llenarme el cabello de arena. Solo quiero sentirme libre de nuevo.

Theo me toma por la cintura y me acerca para abrazarme. —Aun puedes hacer eso, aunque no te recomiendo lo de quemarse los hombros, arde mucho después.

Cierro mis ojos y me permito hacer algo que no sabía que necesitaba. Llorar. Estoy llorando y no sé porque. Dejo que Theo me acaricie la cabeza como las noches donde lo despertaba por la lluvia y él me dejaba dormir a su lado, cuando veníamos aquí.

—No quiero que crezcas, Theo —afirmo—. No quiero volver a perderte.

Theo suelta una pequeña risa y presiona su mejilla sobre mi cabeza. —No hay forma que me vuelva a separar de ti.

—Pero algún día sucederá —le digo—. Un día tú te irás y te casarás con alguien y yo… no te tendré.

—Sí lo harás —afirma—. Hicimos un pacto, ¿no? Siempre seremos amigos por siempre.

—Pero ese pacto casi lo rompemos por unos tontos mensajes que no contestamos —recuerdo todo ese drama—. ¿Porque no te llamé? ¿Por qué no solo acompañé a mamá cuando llegó a visitarlos?

—Porque eres orgullosa —responde—. Y yo también, somos bastante orgullosos y tenía celos que ya habías hecho nuevos amigos. No volví a escribirte porque te vi publicando fotografías con tantas personas que asumí que ya no te importaba.

Me separo y Theo me limpia las lágrimas con el dorso de su mano. —Perdón Theo, no debí ser una tonta.

— ¿Cómo vas a dejar de ser una tonta si has nacido para eso? —responde con una sonrisa.

Ruedo los ojos y envuelvo su cintura con mis brazos, lo estrecho con fuerza. —Bien, ahora aquí viene mi venganza.

Me muevo hacia atrás. — ¿Qué haces?

— ¿Acaso crees que no mereces un castigo por haberme levantado de esa forma? —sigo moviéndome hacia atrás—. Cuando éramos niños no tenías fuerza para si quiera abrir una botella y ahora me levantaste del suelo como si fuera una muñeca de trapo.

Theo se ríe e intenta liberarse. —Espera, esta ropa no es para nadar.

—Cualquier ropa es para nadar si solo te metes al agua con ella —yo aplico todas mis fuerzas y él comienza a reír.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.