Secretos entre las olas

CATORCE

 

— ¿A qué hora viene papá? —pregunta Penelope mientras se pinta las uñas de los pies.

—No sé —Farrah está leyendo un libro con cubierta rosada y letras doradas, uno de romances de verano como los que siempre ha leído—. Por la noche.

Papá se irá mañana, tomó unos días de vacaciones pero debe regresar a su mundo. Él es parte de una compañía de seguros donde las oficinas te encierran todo el día y olvidas que hay tal cosas como el sol, el viento y el mar.

Mamá pasa a un lado de Farrah y le da una palmada en la rodilla. Cuando era niña aprendí que ellas tienen un lenguaje de mejores amigas imposible de ser traducido para alguien más, sin embargo, he detectado sus posibles significados. Ese gesto es que quiere hablar con ella.

Theo baja las escaleras con el cabello mojado y una camiseta que muestra sus brazos y los costados de sus costillas. Se sienta a mi lado y Penelope sube sus ojos a él, luego a mí y exhala.

Yo me he propuesto encontrar las respuestas a todas las preguntas que este verano me ha presentado, no las verdaderamente importantes sobre qué quiero estudiar en la universidad y a donde me dirijo pero sí las que involucran a Penelope y sus ojos juiciosos.

— ¿Qué te pasa, Penelope? —pregunto irritada—. ¿Por qué cada vez que hablas de mí es para decir cosas raras? ¿Por qué me miras como si me odiaras?

Theo suelta aire por la nariz. —Tal vez no ha superado la vez que le pasaste la sal en lugar de azúcar.

Le doy una mirada. —Eso fue un accidente.

Penelope exhala pesadamente. — ¿Accidente? Te la pasabas molestándome.

Eso no es cierto, digo, si le jugamos un par de bromas pero nada grave. Estoy segura que he hecho peores cosas a Justin que a ella. — ¿Cómo por ejemplo?

Aprieta sus labios y las fosas nasales se le ensanchan. —Sabes bien lo que has hecho —contesta—. Tú haces lo que quieres y no te importan los sentimientos de los demás, no te importa jugar con las personas.

Junto mis cejas. — ¿De qué hablas? ¿He jugado con tus sentimientos?

Se señala. —No con los míos pero juegas con… tú… —suelta un grito frustrado—. Zora, sabes bien las cosas que has hecho.

Theo me mira confundido. — ¿Qué has hecho?

— ¡Yo que sé! —contesto igual de perdida.

Penelope pasa sus dedos a través de su cabello. —Que desesperante eres, ojala no hubieras venido a estas vacaciones. Me gustaba más cuando solo eran Justin y Ben, tú siempre arruinas todo.

— ¿Por qué dices eso? —Reclamo—. No te he hecho nada. Perdón si te molestaron mis bromas, yo no fui la única que las hacía. Tu hermano aquí presente también planeaba cosas pero no solo contra ti, contra todos. Ya, perdóname.

—Supéralo —susurra Theo.

Penelope jadea. —Claro, superarlo —me señala con su dedo índice—. ¿Cuándo vas a madurar, Zora? Lo único que haces es ir detrás de todos los hombres que encuentras, ¿no?

¿Qué?

Entorno mis ojos. — ¿De qué hablas ahora?

Toma el esmalte y lo cierra, sin verme ella suelta: —Sí, no finjas que tú eres santa y pura. Ese chico que vino aquella vez mientras te abrazabas con Theo, ¿No te da pena jugar con las personas?

—Para mí defensa no estaba abrazando a tu hermano, ¡Él me cargó!

Theo agrega: —Además, ¿Eso a ti porque te importa? Si Zora quiere abrazarme y luego llega otro chico no te afecta.

Nos mira muy enojada, tanto que por un segundo pensé que iba a lanzarnos algo pero luego sus ojos se llenan de lágrimas y explota. — ¡Por tu culpa, Zora! —Grita—. ¡Es tú culpa!

Y ella sale corriendo.

Theo me mira con el ceño fruncido, yo levanto una ceja. —No entiendo nada —confieso.

Theo se rasca el cuello. —Yo tampoco.

Las mamás salen de la cocina con los ojos muy abiertos. — ¿Qué pasó? —pregunta Farrah.

Ojala lo supiera.

Theo responde: —Ni idea, creo que está teniendo una crisis adolescente.

Ese comentario estaba destinado a hacerlas sonreír y relajarlas pero en su lugar, se voltearon a ver y me hizo preguntarme si ellas están ocultando algo. ¿Acaso saben cosas que nosotros no?

Entonces tomo una decisión, voy a hablar con Penelope aun si eso significa arriesgar mi vida.

 

— ¿Penelope? —llamo a su puerta, esperando que ella me abra.

Solo escucho una voz rota. —Vete de aquí, Zora. No quiero hablar contigo.

Vuelvo a llamar. —Ábreme, quiero que me insultes en la cara.

Pasan varios segundos y finalmente escucho como quita el seguro y abre un poco. Empujo la puerta, entro y cierro otra vez. Ella se ha sentado en el borde de su cama, con el cabello hacia atrás y sin dirigirme la mirada.

Muevo mis ojos por su habitación, no recuerdo la última vez que estuve por aquí, supongo que debió ser hace mucho tiempo. Camino hasta la cama y me pregunto si me dejará sentarme a su lado, igualmente lo hago.

—Penelope, sé que no somos las más cercanas pero quiero saber porque te comportas de esta forma conmigo, ¿Qué ha pasado? —veo su rostro, ha estado llorando.

— ¿De verdad seguirás mintiendo? —Entorna los ojos—. Tú sabes bien lo que hiciste.

—No —respondo—. Solo dímelo, ya no lo guardes.

Toma una respiración larga. — ¿Por qué finges que no estás jugando con mis hermanos? Te pasas de uno a otro y yo sé que parece como si no me importan pero sí, ellos me importan mucho —sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas—. Los quiero mucho y ellos a mí, ¡No quiero que los lastimes!

Abro la boca pero ella tiene más por decir.

—Y no solo eso —suspira—. Yo sé que… tú… —suelta un sollozo—. No puedo creerlo, yo sé que tú también tienes algo con mi padre.

¿Alguna vez abriste un video y la pantalla estaba distorsionada por algún error? Bien, es así como me siento ahora. No entiendo nada de lo que Penelope me está diciendo a pesar que está hablando el mismo idioma, es como si ella está en otra dimensión. Una donde básicamente me he estado besando con todos los miembros de su familia.




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