Secretos entre las olas

DIECINUEVE

THEO:

Hemos terminado de cantar y mi estómago me duele por reírme tanto.

No recuerdo cuando fue la última vez que me divertí tanto con mis hermanos. Fue tan entretenido ver a Penelope cantar canciones con notas altas mientras que Leo intentaba no desafinar pero fallaba épicamente.

Benny bajó eventualmente y también cantó, creo que de todos, él tiene la mejor voz. Zora cantó sus preciadas canciones de Mamma Mia y me obligó a hacer un dueto con ella.

Yo canté sin vergüenza alguna, después de todo, estas personas me han conocido por toda mi vida y no hay nada que ocultar. Aproveché la ocasión para cantar una de mis favoritas fingiendo que lo hacía solo de broma.

Una canción muy cursi pero, aquí entre nosotros, muy significativa para mí.

“Change My Mind” de One Direction, esa banda que a Zora le gustaba hace unos años.

Aunque no canto nada bien y se reían de mi yo me concentraba en la letra. Hay algo entre líneas que yo no puedo decir en voz alta, una confesión que he guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo y que en este verano ha sido tan difícil pretender que no lo siento.

“¿Somos amigos o somos algo más?”

¿Por qué no tengo el valor de hacer esa pregunta? ¿Por qué todos pueden verlo y ella no? ¿Por qué me obligo a fingir que no quiero acercarme a ella cuando nuestros rostros están a tan pocos centímetros?

Es por eso que ahora, mientras limpiamos la cocina, veo como se seca las manos en su pantalón y mi corazón hace esa cosa de nuevo. Saltar como si fuera la primera vez que la veo, aunque Zora siempre ha estado ahí.

Incluso cuando estábamos separados, ella nunca se alejó de mí totalmente pues la llevaba en mi corazón. Veía sus fotografías y me preguntaba si había cometido el peor error de mi vida y siempre llegaba a la misma conclusión.

Una vida sin Zora me dejará siempre como un perdedor.

—Zora —susurro—. ¿Puedo decirte algo?

El verano se acabara pronto y si no empiezo a reunir el valor necesario, se irá sin saber lo que siento realmente. Lo que he sentido desde los trece años.

— ¿Qué pasa? —me mira, inclinando su rostro.

Si tuviera valor, me acercaría para besarla. — ¿Extrañas a Emeth?

Levanta una ceja. — ¿Qué? —pregunta confundida.

Me encojo de hombros, fingiendo desinterés en su respuesta. Ella tenía un enamoramiento por ese chico Emeth que aunque me agradaba, no podía evitar sentirme celoso cuando ella lo miraba de esa forma.

Cuando Zora invitó a Emeth a la fiesta supe que le gustaba de verdad, ella no invita a nadie, ella es la que recibe las invitaciones. Me alegré un poco que la haya rechazado pero luego, me sentí muy mal. Sobre todas las cosas yo soy su mejor amigo y la tengo que apoyar.

Aun si sea para verla correr a los brazos de alguien más.

—Sí, digo… te gustaba y todo eso —digo.

Ella niega. —Me gustaba mucho pero no sé, es una de esas cosas que duran muy poco tiempo pero valen la pena —sonríe, se le acaba de ocurrir una buena forma de terminar esa frase—. Como los fuegos artificiales.

Yo veo fuegos artificiales cuando ella está cerca de mí.

—Ya veo —contesto.

—Pero, ¿Qué me ibas a decir? Me hiciste una pregunta y me ibas a decir algo —remarca.

Arrugo mi nariz. —No, nada importante.

En realidad sí es muy importante pero creo que no puedo hacerlo ahora. Debo ignorar lo que siento unos días más pues si ella no siente nada por mí, ni lo más mínimo, arruinaré nuestra amistad y las vacaciones.

Sin embargo, necesito que ella lo sepa finalmente.

— ¿Quieres ir a la playa? —pregunto.

Da un paso hacia mí y toma mi mano, provocando un remolino de sensaciones en mi interior. —Vamos, la noche es perfecta.

Sin duda lo es.

Salimos de la casa, nos movemos hacia el mar cubierto por un cielo estrellado perfecto para una película romántica. Si mi vida fuera una película ya estaría con Zora, ya habría tenido el valor de confesarle todo lo que se ha almacenado en mi corazón.

Quiero hacerlo.

No quiero hacerlo aun.

No suelto la mano de Zora, quiero permanecer más tiempo así y olvidarme de los calendarios y relojes. Deseo estancarme en este momento para siempre.

—Zora —trago saliva.

Cuando era niño solía creer que las olas susurraban secretos y podía pasarme horas intentado descifrar esos mensajes ocultos. He dejado de creer en tal cosa, sin embargo, en esta noche imaginaré que esos mensajes están llenos de coraje y me alientan a ser transparente con todo lo que siento.

Si no lo hago ahora, podrá jamás volver la oportunidad.

Pero tengo miedo.

— ¿Qué? —pregunta viéndome a los ojos.

¿Acaso no puedes verlo?

—Zora —repito un nombre—, escucha, tengo que decirte algo pero no sé por dónde empezar.

Junta sus cejas. — ¿Tiene que ver con tus padres?

Niego, nada de eso importa ahora. En este momento somos únicamente tú y yo. —No, es sobre algo que no te he dicho y que ha sido un secreto por muchos años.

Asiente lentamente, seguramente se está creando posibles escenarios en su cabeza sobre lo que estoy a punto de decirle.

He practicado este momento por muchos años y aunque mentalmente he creado todo un guion, en este instante no sé cuáles palabras utilizar. Hay tantas cosas que quiero decirle pero temo que se abrume y huya. Quiero enumerar cada detalle que me gusta de ella y probarle que nunca he rebelado algo tan sincero como esta confesión.

Así que lo resumo, de la peor o mejor manera posible. No lo sé, estoy a punto de descubrirlo.

—Estoy enamorado de ti, Zora —confieso, con el corazón inflándose—. Lo he estado desde los trece años y realmente te quiero.

Entorna sus ojos, piensa que es una broma. No bromearía con algo como esto, algo tan real.

—De verdad, Zora —estrecho su mano—. Estoy enamorado de ti y sé que me has dicho tantas veces que no sientes nada por mí y que solo somos amigos pero ya no quiero seguir ocultándolo. Ya no puedo, no después de verte salir con Emeth y pensar en la posibilidad de perderte para siempre, perder tu corazón.




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