Secretos entre las olas

VEINTITRES

 

Theo y yo hemos estado paseando por el lugar por casi una hora.

Él ha estado en silencio por todo el tiempo que ha durado esto. Yo no dejo de pensar en lo que ocurrió hace un rato, esa revelación sobre como Farrah ha engañado al señor West. Yo nunca imaginé que ella sería de esas personas que esconden secretos así de grandes pero por alguna razón, no la juzgo.

No apruebo lo que hizo, en especial porque ha lastimado a las personas que me importan pero por alguna razón he estado pensando en cómo ella es un ser humano y nada más. Se convirtió en madre, es mejor amiga de alguien, aun es esposa de un hombre y amante de otro, pero es una persona por sobre todas las cosas.

No tengo idea como he llegado a esa conclusión, quizás he estado pensando en Kevin, el padre de Kyle, en Emeth y en todo lo que aprendí de ellos en tan poco tiempo. Kyle existe porque dos adolescentes tomaron decisiones no bien pensadas pero al final del día, ¿Qué derecho tengo yo de juzgarlos?

Tampoco puedo criticar las decisiones nobles de Emeth. Él está sacrificando algo bueno por algo mejor, él está tomando el camino difícil para obtener un resultado que valdrá la pena. Quizás yo no actuaría de la misma manera pero es lo que él ha decidido.

Y Farrah estuvo con otro hombre. Quizás se enamoró pues el señor West ya no la hacía sentir como siempre, quizás fue algo rápido y ni siquiera recuerda el nombre de él. Quizás está esperando a divorciarse para ir a sus brazos como ha deseado por mucho tiempo.

No lo sé.

Tampoco juzgaré las reacciones de Leo, Penelope y Theo. Si mi madre hubiera hecho algo similar, mi cabeza daría muchas vueltas. Mamá no es el tipo de personas que haría algo así, al menos esa es la impresión que tengo desde mi perspectiva. Me sentiría decepcionada, molesta, triste y muy lastimada. Tal vez me tardaría en perdonarla, tal vez podría pasarme el resto de mi vida sin dirigirle la palabra. Tal vez la perdonaría al instante.

Esas son cosas que solo descubres como actuarías cuando te encuentras en la situación, lo demás son especulaciones.

—Ya podemos regresar —Theo dice.

Yo lo miro un segundo y asiento. —Está bien, ahora vamos.

Conduzco acompañada del sonido de nuestras respiraciones, las llantas contra el pavimento, las olas golpeándose sin parar y los insectos sin rostro escondidos en cada rincón.

Aun no olvido lo que Theo me confesó antes que todo explotara. Theo me miró a los ojos como nunca lo había hecho y aseguró que ha estado enamorado de mí desde los trece años. Eso es mucho tiempo. Theo West me ha querido por cuatro años enteros, años donde éramos mejores amigos, luego ya no y regresamos a serlo.

Siempre pensé que Theo era y sería únicamente mi mejor amigo, que podríamos probarle al mundo como las mujeres y los hombres sí pueden ser únicamente amigos. Que no albergábamos sentimientos románticos en nuestros corazones. Eso creía.

Quizás deba sentarme a solas conmigo para cuestionarme lo que sea que estoy sintiendo. Lo único que tengo completamente claro es como no me gusta que Theo esté mal, que sufra y que su corazón se rompa. Que disfruto pasar el rato en silencio a su lado, que no tenemos que ir a ningún lado para divertirnos.

Que sí, me gustan sus ojos y su rostro y su sonrisa. La forma que cierra los ojos cuando ríe, la firmeza de sus abrazos y su cabeza descansando en mi hombro. Todas esas cosas y muchas más son las que me hacen sonreír cuando pienso en Theodor West, un conjunto de recuerdos, sensaciones, historias y sentimientos que siempre vivirán en mi corazón.

Al detenerme frente a la casa, tomo su muñeca. —Theo —respiro profundo—. ¿Podemos comprobarlo?

No es el momento, ni el lugar, ni la situación y tal vez, ni  la vida pero no me importa. Antes que se acabe esta noche necesito obtener las respuestas, incuso de esas preguntas que no sabía que existían.

Theo me mira con sus ojos cansados y la frente arrugada. — ¿Comprobar qué?

Me desabrocho el cinturón para que ya nada me detenga de la verdad, sea cual sea. —Sobre nosotros, sobre sí todo este tiempo hemos sido tu y yo.

Theo mueve su rostro. —Siempre seremos tú y yo, Zora. De una forma u otra, siempre será así.

—Lo sé —desabrocho su cinturón—. Pero tal vez prefiero una forma en específico que la otra y quiero descubrirlo.

Theo niega. —No tienes que hacer esto solo porque…

Ya sé a dónde va. —No, Theo. No tiene nada que ver con eso, ahora mismo esto se trata de lo que quedó pausado en la playa.

Theo respira profundo. — ¿Estás segura?

Tal vez no pero es Theo y eso es suficiente. —Sí —me acerco un poco más—. Quiero saberlo.

Theo sonríe, sube sus manos a mi rostro y acaricia mi piel con sus pulgares enviando sensaciones a todo mi cuerpo. —Te quiero, Zora y te querré aun si esto no es lo que quieres.

El chico que está frente a mí es lo que quiero, lo sé.

Yo me desplazo hacia adelante al mismo tiempo que Theo mueve sus labios a los míos y finalmente obtengo las respuestas a todas las preguntas que se han hecho desde que él y yo nos conocimos.




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