Secretos Entre Muros

Capitulo 3

El sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor cálido. Mateo se removió en la cama antes de abrir los ojos con pereza.

Al darse cuenta de que Javier ya no estaba en su cama, se estiró y dejó escapar un bostezo. Se levantó lentamente, sintiendo la frescura del suelo bajo sus pies.

Salió al pasillo y se dirigió al baño, todavía con la mente medio dormida. Al terminar, abrió la puerta y, al dar un paso afuera, algo le llamó la atención.

Un hilo colgaba del techo.

Mateo se detuvo en seco.

Era la cuerda del ático.

Frunció el ceño. ¿Alguien había subido allí? Se quedó mirándola por un momento, con la sensación de que algo no encajaba.

Justo cuando iba a dar la vuelta, una voz irrumpió detrás de él.

—¡Buenos días, señor!

Mateo dio un brinco, sintiendo cómo su corazón se disparaba. Se giró bruscamente y se encontró con Vance, el limpiador, fregando el pasillo con una cubeta de agua a su lado.

—Disculpe, no era mi intención asustarlo —dijo Vance con una sonrisa tranquila—. Pensé que ya todos estaban despiertos. Llevo limpiando desde temprano.

Mateo exhaló con una mezcla de alivio e incomodidad.

—Sí… no se preocupe —murmuró, tratando de disimular su sobresalto.

Con un último vistazo al hilo del ático, bajó las escaleras rápidamente. Cuando llegó al último escalón, se detuvo.

Algo le hacía ruido en la cabeza.

—¿Cómo diablos apareció detrás de mí tan rápido? No escuché ni un solo paso… —pensó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Antes de poder procesarlo más, escuchó las voces de sus amigos provenientes de la sala.

Sacudió la cabeza y caminó hacia allí.

Al entrar, vio a los seis reunidos alrededor de la mesa, desayunando animadamente.

Por un momento, Mateo pensó en contarles lo que había visto. Pero decidió callar.

Por ahora.

—Vaya, hasta que despertaste —bromeó Ricardo con una sonrisa burlona.

—Siéntate, Mateo. Ven a desayunar con nosotros —dijo Javier, dándole una palmada en el hombro mientras tomaba otro bocado de su comida.

Mateo se sentó en la mesa, todavía con la sensación extraña de lo que había visto en el pasillo.

En ese momento, Fernando vio una oportunidad.

Aclaró la garganta y se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Escuchen… ahora que estamos todos aquí, quiero decirles algo.

Su tono serio hizo que algunos dejaran de comer y lo miraran con curiosidad.

—¿Qué pasa? ¿Tuviste pesadillas? —soltó Ricardo con una risa, llevándose la taza de café a los labios.

Fernando lo fulminó con la mirada.

—Es en serio, por favor —intervino Alejandro, notando la tensión.

Fernando respiró hondo antes de continuar.

—Anoche escuché algo en mi habitación. Pasos… como si alguien estuviera allí, observándome.

El ambiente se volvió un poco más tenso.

Ricardo sonrió con incredulidad, sacudiendo la cabeza. David también alzó una ceja, claramente escéptico.

—¿Pasos? —David dejó su tenedor en el plato—. Vamos, Fernando, es normal escuchar ruidos en una casa nueva. Recién llevamos un día aquí. Seguro fue el viento o tu imaginación jugándote una mala pasada.

Fernando apretó los dientes.

—No estaba alucinando, David —dijo con firmeza.

Ricardo soltó una carcajada breve y se cruzó de brazos.

—¿Y por qué deberíamos creerte? —preguntó con una sonrisa socarrona—. Todos dormimos tranquilamente. Quizás el problema eres tú, siempre ves cosas donde no las hay.

Fernando abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera hacerlo, Mateo habló.

—No… —su voz cortó el aire como un cuchillo—. No fue solo Fernando.

Todos se giraron para mirarlo.

Mateo tragó saliva.

—Yo también escuché algo anoche.

Un silencio incómodo cayó sobre la mesa.

—Escuchen… —Mateo tomó aire antes de continuar—. Fui al baño en la madrugada y, mientras estaba allí, escuché algo en la planta baja.

—¿Y no pudo haber sido alguno de nosotros? —preguntó Javier con indiferencia.

Mateo negó con la cabeza.

—No. Era como si alguien intentara abrir una puerta o forcejear algo.

El grupo guardó silencio por un momento.

Mientras tanto, en el segundo piso, Vance seguía limpiando el pasillo. Pero al escuchar los murmullos de la conversación, redujo la velocidad de su trabajo y prestó más atención.

—Sinceramente, yo no escuché nada —dijo Gabriel, cruzándose de brazos—. Pero si ustedes dos lo oyeron, entonces algo debió de pasar.

Ricardo bufó con escepticismo.

—Mateo es pasable… pero Fernando no me da confianza. Siempre es el primero en desconfiar de todo.

Fernando apretó la mandíbula, pero antes de que pudiera responder, Alejandro intervino.

—No tenemos por qué discutir —dijo con tono firme—. Llevamos poco tiempo aquí, es normal que algunos se sientan incómodos. Tal vez solo fue el cansancio de ayer. Estaremos dos semanas en esta casa, así que hay tiempo para acostumbrarse.

Alejandro se levantó de la mesa y dejó caer la servilleta sobre el plato.

—Antes de que te vayas, Alejandro… quiero hacerles una pregunta a todos —dijo Mateo.

Alejandro se detuvo a mitad de camino y lo miró con curiosidad.

—¿Alguien subió al ático anoche… o esta mañana?

El grupo intercambió miradas. Nadie dijo nada al principio, pero uno a uno fueron negando con la cabeza.

—No, Mateo, nadie ha subido —respondió Gabriel finalmente.

Mateo frunció el ceño.

—Qué raro… cuando me levanté, el hilo para abrir el ático estaba colgando.

—Seguro fue el viento —dijo David con desdén—. Las ventanas de arriba han estado abiertas toda la noche.

—O el limpiador. Quizá subió a revisar si todo estaba en orden —añadió Alejandro.

Ricardo se cruzó de brazos y murmuró con una media sonrisa.

—Ese tal Vance no me da buena espina.

Desde el piso de arriba, Vance se detuvo un momento y desvió la mirada hacia la escalera, como si supiera que hablaban de él. Luego, sin decir nada, siguió limpiando.



#342 en Thriller
#141 en Misterio
#38 en Terror

En el texto hay: misterio

Editado: 12.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.