Secretos Entre Muros

Capitulo 12

Ricardo regresó a la sala después de atender su llamada y se dejó caer en el sofá con aire despreocupado.

—Era de la empresa —informó mientras acomodaba los pies sobre una mesita—. Cuando volvamos de estas vacaciones, nos estarán esperando para poner a prueba los drones.

Mateo frunció el ceño al escucharlo.

—¿Cómo puedes hablar de eso ahora? —dijo con incredulidad—. ¿No te das cuenta de lo que estamos viviendo?

Ricardo se enderezó con calma y lo miró fijamente.

—Claro que me doy cuenta —respondió—. Pero a diferencia de ustedes, sé separar las cosas. Tenemos un proyecto en marcha, y eso significa dinero. Si no nos enfocamos, perderemos todo lo que invertimos, incluyendo lo que gastamos para venir aquí.

Mateo apretó los puños.

—¿Eso es lo único que te importa?

Ricardo soltó una risa breve, sin humor.

—No, pero a diferencia de ti, no voy a dejar que esto me consuma.

Mateo lo miró con desprecio.

—Javier murió, Ricardo… —su voz sonaba dura, llena de rabia contenida—. ¿De verdad puedes hablar de "seguir adelante" como si nada?

Ricardo suspiró y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.

—Claro que me importa —dijo, con una seriedad inesperada—. Pero llorar ahora no va a cambiar nada. La vida sigue. Y si tanto les afectaba, debieron demostrarlo más cuando él estaba vivo.

El silencio cayó sobre la sala como un peso invisible.

Ricardo se puso de pie y se estiró.

—En fin. Háganse pedazos si quieren, pero yo no voy a perderme en esto —dijo antes de girarse y caminar hacia su habitación.

Alejandro se pasó una mano por el rostro y suspiró.

Todo esto se volvía cada vez más confuso y complicado.

La casa estaba sumida en un silencio absoluto, una quietud que solo la noche podría traer. Cada uno de ellos dormía en sus habitaciones, ajenos a lo que ocurriría en las horas venideras. Ya era madrugada, y el reloj marcaba el instante en el que la oscuridad parecía más densa.

Fernando, sin embargo, no podía hallar el sueño. Se removía en su cama, incómodo. No lograba apagar la inquietud que le llenaba el pecho. Entonces, lo escuchó. Primero como un susurro, apenas perceptible. Luego, los ruidos se fueron intensificando, y una sensación extraña lo envolvió. Algo o alguien estaba en la casa.

Los ruidos parecían provenir de la planta baja, pero no podía identificar exactamente de dónde. Fernando, curioso y temeroso a la vez, decidió salir de su habitación. Caminó lentamente, intentando no hacer ruido en los pasillos. Cada paso era una mezcla de valentía y miedo. A medida que se acercaba al borde de la escalera, el sonido de abajo se desvaneció, solo para ser reemplazado por otro aún más inquietante. Sonidos que venían desde arriba, como si alguien caminara en el ático, deslizándose sobre la madera de forma lenta y calculada.

Su corazón se aceleró. Si iba a descubrir algo, ese era el momento. Se acercó a la puerta del ático, temblando ligeramente. Pero, con determinación, tomó el hilo que colgaba junto a ella y lo tiró. La escalera se desplegó con un crujido, y al instante, los pasos cesaron.

Fernando tragó saliva. Subió cuidadosamente, cada paso en la escalera resonaba en la quietud de la casa, retumbando en sus oídos como una condena. Cuando llegó arriba, la oscuridad lo rodeó, envolviéndolo en un manto de misterio. Olía a polvo, a olvido, y a algo mucho más antiguo que cualquier recuerdo.

No había nadie. O al menos eso pensó al principio. La atmósfera era espesa, y la luz del ático apenas iluminaba una franja de la vieja madera. El aire era denso, tenso. Fernando estiró la mano, alcanzando el interruptor de la luz sin moverse de la escalera. Tan pronto como encendió, un sonido rápido y casi inaudible cortó la quietud del lugar.

Antes de que pudiera reaccionar, algo impactó con fuerza en su cabeza. Un martillo, lanzado desde las sombras, golpeó con brutalidad en su cráneo. El dolor fue instantáneo, casi cegador, y las luces de la conciencia de Fernando comenzaron a apagarse. Sintió el ardor de la herida, el sangrado, y luego nada más que el suelo.

El golpe fue tan certero que el cuerpo de Fernando cayó al instante. La escalera, que aún colgaba, se replegó con su caída. Los ruidos de su cuerpo golpeando el suelo fueron absorbidos por el silencio de la casa. La puerta del ático se cerró, como si todo hubiera vuelto a su lugar, como si la vida que acababa de ser arrebatada no hubiera tenido ninguna importancia.

El pasillo estaba ahora en completo silencio, salvo por el sutil sonido de los pasos que se alejaban, invisibles en las sombras. Unos minutos después, el sonido de la caída de Fernando despertó a Mateo, que dormía en el segundo piso. También Ricardo se despertó. Se incorporó, sobresaltado por el ruido. Pero David, que descansaba en la habitación cercana, nada escuchó. Estaba tan absorto en la música de sus auriculares que no se dio cuenta de nada.

Mientras tanto, Alejandro y Gabriel seguían dormidos, ajenos al horror que acababa de ocurrir. La casa, una vez más, parecía tranquila, como si nada hubiese cambiado.

El sonido de la caída de Fernando resonó en toda la casa. El estrépito de su cuerpo golpeando el piso y el crujido de las escaleras que se cerraban lo despertaron de golpe. Mateo abrió los ojos y se levantó rápidamente, el miedo atravesando su pecho al escuchar el golpe. Corrió hacia el pasillo, desorientado. Con el corazón a mil por hora.

Desde la planta baja, Ricardo también despertó sobresaltado por el fuerte ruido. No entendía que había pasado. Pero la curiosidad creció en el cuando escucho la voz de Mateo en el segundo piso.

—¡Fernando! —Grito Mateo, apresurándose hacia el pasillo.

Ricardo, con los ojos entrecerrados por el sueño, salió de su habitación. Pero no entendía del todo lo que ocurría.

—¿Que pasa? —preguntó, confundido y molesto por la interrupción de su descanso.

Mateo no respondió de inmediato, solo corrió hacia donde Fernando yacía en el suelo, inmóvil y con una expresión desencajada en su rostro. Su cuerpo parecía retorcerse con espasmos involuntarios. El ruido había sido tan fuerte que el golpe debió haber sido letal.



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En el texto hay: misterio

Editado: 12.02.2025

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