Secretos Entre Muros

Capitulo 25

Vance se acercó a Alejandro con su machete en mano, el brillo del acero reflejando la luz tenue que quedaba en la habitación. Su paso era lento, seguro, como si disfrutara cada instante.

—¿No piensas ayudar a tu amigo? sería una pena que muera desangrado —dijo Vance, su voz cálida y sarcástica, como si estuviera disfrutando de la agonía de la situación.

Alejandro no se atrevió a moverse. Estaba paralizado, su mente llena de incertidumbre. Vance estaba armado, y él no tenía nada más que sus puños. Pero por otro lado, ver a Gabriel desangrarse ante sus ojos era insoportable.

Mateo, desde la habitación contigua, escuchaba todo. El dolor en su cuerpo lo mantenía postrado, sin fuerzas para levantarse, pero sus oídos captaban cada palabra, cada amenaza. No sabía si podría soportar mucho más.

Vance se detuvo frente a Alejandro, mirándolo fijamente.

—Gabriel quizá era el más inteligente —continuó, su tono burlón—. Y tú, Alejandro, quizás el más valiente. Pero ahora que te tengo frente a mí, resulta que eres un cobarde.

El aire se volvió aún más denso. Alejandro sentía la presión, la creciente necesidad de hacer algo, pero la impotencia lo embargaba. Sin embargo, cuando Vance desvió su mirada hacia la mano de Alejandro, que aún sostenía los planos, algo cambió en su expresión.

Vance frunció el ceño, sorprendida.

—¿Qué es esto? —dijo, señalando los planos con el machete—. No sé cómo diablos encontraste esto, pero no importa. Porque yo me encargaré de ti antes de que puedas usarlo para algo.

Alejandro tragó saliva, sintiendo el peso de la situación. No podía permitir que todo lo que habían descubierto, todo lo que habían soportado, terminara así.

Vance dejó escapar una risa baja, una carcajada llena de maldad.

—Es una lástima que no puedas salir de aquí y contarle al mundo la verdad -dijo, su voz suave, casi un susurro-. El mundo jamás sabrá lo que pasó aquí. Pero aún tienes una opción.

Alejandro lo miró, expectante, casi temeroso.

Vance continuó, acercándose aún más, hasta quedar a solo unos centímetros de él.

—Puedes ser encadenado junto con tu amigo Mateo, y alargar tu sufrimiento. O, si prefieres, puedes morir rápido, sin dolor. Elige.

Alejandro, respirando con dificultad, miró a Vance con determinación, a pesar del miedo que recorría su cuerpo.

—Elijo acabar con ti —gritó, lanzándose hacia él con todo lo que tenía.

Vance, con una sonrisa casi burlona, esquivó su ataque con facilidad. Su reacción fue rápida y precisa. Con un solo movimiento, empujó a Alejandro hacia la pared con una fuerza abrumadora. El impacto fue brutal, y Alejandro cayó al suelo, aturdido. El plano se escapó de sus manos y quedó olvidado en el suelo, lejos de su alcance.

—¿De verdad creíste que podrías conmigo? — dijo Vance, acercándose lentamente, su machete brillando bajo la luz tenue de la habitación.—Ahora te haré pasar al otro mundo. Cómo me agrada esto.

Alejandro, apenas consciente, levantó la vista y vio el brillo mortal del machete. No podía mover los músculos. Estaba atrapado, sin fuerzas para levantarse. El terror lo paralizaba mientras sentía la cercanía de su final.

Vance levantó el machete con la intención de acabar con Alejandro de una vez por todas. Alejandro, con el corazón latiendo con fuerza, no podía moverse. Estaba atrapado, su mente nublada por el miedo, cuando de repente, un ruido sordo resonó en el aire.

Una patada impactó en la espalda de Vance, quien tropezó y cayó hacia adelante, soltando el machete. Alejandro levantó la vista y vio a Ricardo, que estaba de pie, respirando con fuerza. A su lado, David apareció, corriendo hacia Gabriel para auxiliarlo.

Ricardo estiró su mano hacia Alejandro, y este la tomó rápidamente, levantándose con la ayuda de su amigo.

—¡Vance! —gritó Ricardo, viendo al hombre caer al suelo. Lo levantó de un tirón, con una expresión feroz en su rostro—. Con que eras tú, maldito viejo.

Ricardo le dio un cabezazo a Vance, quien tambaleó, pero no se dejó caer. Ambos empezaron a forcejear, luchando en el suelo con toda la furia acumulada.

Alejandro miró por un momento, pero algo lo hizo reaccionar. Gabriel. Corrió hacia él, dejando a Ricardo y a Vance en su pelea. Se arrodilló junto a su amigo y, con la ayuda de David, trató de estabilizar a Gabriel. Los dos se miraron brevemente, sabiendo que no tenían tiempo que perder.

Pero en el suelo, la pelea entre Ricardo y Vance continuaba. Vance, astuto, aprovechó un momento de descuido y, con una agilidad sorprendente, sacó un cuchillo de su bolsillo. Con un rápido movimiento, cortó la mano de Ricardo, quien gritó de dolor.

Ricardo se apartó, llevándose la mano herida a su pecho, pero Vance ya no lo atacó. El hombre astuto vio que la lucha estaba perdiendo fuerzas, así que aprovechó la oportunidad y se desvaneció, desapareciendo en las sombras y adentrándose nuevamente en las paredes.

Ricardo se levantó, aún sosteniendo su mano herida, con el rostro enrojecido por la ira y el dolor. Miró a Alejandro, su expresión un poco más suave, pero aún cargada de frustración.

—Pensé que me ayudarías a acabar con ese viejo —dijo Ricardo entre dientes, con el ceño fruncido.

Alejandro, respirando con dificultad, lo miró con disculpas en los ojos.

—Lo siento... la presión... no me dejó pensar. —dijo, con una leve culpa en su voz.

Ricardo soltó una risa amarga y se frotó la mano herida.

—Ya lo sospechaba... Ese maldito me daba mala espina desde el principio. —dijo, sarcástico, mirando al pasillo vacío. —Vaya maldición tiene esta casa, ¿eh?

Alejandro lo miró preocupado, sin saber qué responder, mientras Vance desaparecía una vez más, ocultándose en las sombras de la casa.

Ricardo miró a Alejandro con seriedad.

—¿Encontraron a Mateo?

—Sí, está bien… bueno, si es que se puede decir eso —respondió Alejandro, con la mirada aún cargada de preocupación.



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En el texto hay: misterio

Editado: 24.02.2025

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