Secretos Entre Muros

Capitulo 27

Alejandro, Ricardo y Mateo corrieron hasta la sala, aún con la adrenalina recorriendo sus cuerpos. Al llegar, Alejandro intentó abrir la puerta principal, pero estaba cerrada con llave. Jaló la manija con fuerza, pero no cedió.

—¡Mierda! —gruñó Alejandro, frustrado.

Los tres voltearon hacia la ventana rota, la misma que David había usado para escapar. A través del vidrio roto, vieron a David afuera, un poco alejado, con Gabriel recostado en el suelo. Estaba presionando la herida mientras hablaba por teléfono, seguramente con la ambulancia.

—Podemos salir por ahí —dijo Alejandro—. Luego llamaremos a la policía.

Pero Ricardo no se movió.

—No.

Alejandro lo miró con el ceño fruncido.

—¿Qué? ¿Por qué no?

Ricardo apretó los dientes y levantó la mano herida, aún con rastros de sangre.

—No voy a dejar que ese maldito se salga con la suya —dijo con firmeza—. Si nos vamos, cuando llegue la policía él ya habrá desaparecido. Nadie me hace esto y sigue respirando.

—¡Ricardo, estás loco! —espeto Alejandro—. ¿No entiendes? Este tipo podría ser un asesino en serie. ¡Sería una locura no irnos ahora teniendo la oportunidad!

Ricardo ignoró sus palabras. Miró a su alrededor y vio un largo palo sosteniendo una cortina. Sin dudarlo, lo arrancó con fuerza, dejando caer la tela al suelo y quedándose con el palo de madera.

—Vayanse ustedes si quieren —dijo mientras lo sostenía como un arma—. Yo me quedaré aquí. Voy a encargarme de Vance.

Alejandro se quedó mirándolo, incrédulo. Su instinto le decía que Ricardo estaba cometiendo una locura... pero al mismo tiempo, sintió que no podía dejarlo solo.

Respiró hondo y tomó una decisión.

—No voy a dejarte solo contra ese psicópata —dijo Alejandro, acercándose a él.

Ricardo le lanzó una mirada de aprobación y asintió.

Alejandro volteó hacia Mateo, quien observaba la escena con preocupación.

-Mateo, sal por la ventana y ve con David.

Mateo dudó un segundo, pero luego asintió.

-Tengan cuidado...

Sin perder más tiempo, Mateo salió por la ventana rota, corriendo hacia David.

Alejandro y Ricardo se quedaron en la sala, listos para ir tras Vance.

-Bien -dijo Ricardo, girándose hacia la cocina -. Vamos por ese desgraciado.

Sin más palabras, los dos avanzaron decididos hacia la cocina, listos para enfrentarse a Vance.

Ricardo avanzó primero, con el palo en mano y la mirada fija en la cocina. Alejandro lo seguía de cerca, su respiración aún agitada por todo lo ocurrido. La tensión en el ambiente era insoportable.

El silencio era absoluto, solo el sonido de sus pasos sobre el suelo de madera rompía la quietud. Alejandro miró alrededor, tratando de encontrar algún rastro de Vance. Pero no había nada.

—¿Dónde demonios está? —murmuró Ricardo con los dientes apretados.

De repente, un ruido sordo se escuchó arriba.

¡CRACK!

Antes de que pudieran reaccionar, una figura oscura cayó desde lo alto de un estante. Vance descendió como un depredador, con su cuchillo en mano, atacando por sorpresa.

Ricardo apenas tuvo tiempo de levantar el palo y bloquear el primer ataque. La fuerza de Vance era sorprendente, incluso con la diferencia de edad, se movía con rapidez y precisión.

—¡Te tengo, bastardo! —gritó Ricardo, golpeando con el palo.

Pero Vance fue más rápido, esquivó el golpe con un movimiento ágil y lanzó una estocada con su cuchillo. Ricardo intentó retroceder, pero la hoja le rozó el costado, rasgando su traje y dejando un corte superficial.

Ricardo gruñó de dolor y retrocedió unos pasos.

Alejandro, viendo que su amigo estaba en peligro, actuó sin pensar. Tomó la primera cosa que encontró a su alcance: una sartén de hierro. Con todas sus fuerzas, la blandió y golpeó a Vance en la cabeza.

¡CLANG!

El impacto fue brutal. Vance tambaleó hacia atrás, llevándose una mano a la cabeza. Pero en vez de caer, dejó escapar una risa entrecortada y escalofriante.

—Nada mal... nada mal... —susurró con una sonrisa torcida-. Pero aún están muy lejos de poder matarme.

Alejandro y Ricardo respiraban pesadamente, listos para atacar de nuevo, cuando un sonido lejano los congeló.

Sirenas de policía.

Vance alzó la cabeza y sus ojos se entrecerraron. Sabía lo que significaba.

—Oh... parece que su tiempo conmigo se acabó por ahora.

Sin previo aviso, se lanzó contra ellos, empujándolos con fuerza contra la mesa. Ricardo y Alejandro chocaron con el borde y cayeron al suelo por la sorpresa. Cuando lograron incorporarse, Vance ya no estaba.

—¡Mierda! —gritó Ricardo, golpeando la mesa con su puño herido.

Alejandro miró alrededor, su corazón aún palpitando a toda velocidad. Pero no había rastros del hombre.

—Se volvió a meter en los muros… —susurró Alejandro, sintiendo una mezcla de alivio y frustración.

Ricardo respiró profundo y se apoyó en la mesa.

—Esta vez escapó… pero la próxima no tendrá tanta suerte.

Ambos se quedaron en silencio, escuchando el eco de las sirenas acercándose cada vez más.

Las luces rojas y azules de la patrulla y la ambulancia iluminaban la fachada de la casa. El sonido de las sirenas se fue desvaneciendo cuando los vehículos se detuvieron.

Los paramédicos descendieron rápidamente y corrieron hacia Gabriel, quien seguía consciente, pero con el rostro pálido por la pérdida de sangre. David ayudó a subirlo a la ambulancia, y antes de partir, miró a Alejandro y Ricardo.

—Voy con él —dijo David, decidido.

Mateo, aún débil, también se acercó. -Yo igual. No me siento bien, prefiero que me revisen.

Alejandro asintió. No había necesidad de discutirlo. Vieron cómo la ambulancia encendía sus luces y se alejaba por la carretera, dejándolos solos con la patrulla estacionada.

El policía que había llegado descendió del auto. Era un hombre de unos cuarenta años, de expresión seria y mirada cansada. Se ajustó el cinturón, donde colgaba su arma reglamentaria, y se acercó a los dos.



#876 en Thriller
#399 en Misterio
#120 en Terror

En el texto hay: misterio

Editado: 24.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.